Entrevista con Mario Goloboff
Este argentino escribió un libro que recorre la vida del autor de ‘Rayuela’ en el que ahonda en las razones de sus letras. El abandono del padre, su enfermedad de niño y el universo femenino en el que creció determinaron su enigmática pluma.
En 1938 apareció la primera publicación de Julio Cortázar, el poemario ‘Presencia’, escrito durante sus años de mayor soledad y erudición. Mario Goloboff fue contemporáneo de Julio Cortázar un pedazo de su vida, aunque el escritor argentino era 25 años mayor que él. Ambos caminaron por los mismos lugares sin saberlo, como intuyendo su inevitable encuentro. Carlos Casares fue, por ejemplo, el pueblito donde nació Goloboff, y fue justo la región en la que Cortázar, después de recibir su diploma como profesor, se fue a ejercer la docencia. Quiso también el destino que, aunque por diferentes regímenes, ambos fueran exiliados políticos y que pasaran sus años de juventud en las calles de París. Pero fue sólo 14 años después de la muerte de Cortázar (1984) cuando se produjo por fin el encuentro, ese gran momento en el que tantas horas, tantas clases y lecturas en torno a Julio Cortázar tendrían sentido. En 1998, una editorial le encomendó a Mario Goloboff la tarea para la que parecía había nacido: contar la vida de ese enigmático argentino que encaminó las letras de toda una generación. Entrevistamos a este escritor que estuvo de visita en Bogotá dictando unas clases en la maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional.
¿Qué lo motivó a adentrarse en la vida de Cortázar?
En el momento en el que yo estaba volviendo de Francia, y después de haber enseñado la literatura de Cortázar desde siempre, sus cuentos, la novela Los Premios, Rayuela, me propusieron hacer una biografía de él, y dije que sí, pero que sería una biografía desde el punto de vista del hombre de letras. La aclaración era necesaria por lo multifacético de la personalidad de Cortázar y porque estaban saliendo biografías sobre hombres célebres, como Jorge Luis Borges, más bien sobre la vida íntima y eso a mí no me interesaba.
¿Con qué se encontró cuando empezó su búsqueda?
Encaré la vida de un hombre que nació con la poesía y que los últimos textos que escribió en el hospital cuando iba a morir fueron también poesía, y que se pasó toda su vida dedicado a la literatura, leyendo, escribiendo y algún corto período enseñando.
¿Cómo es el proceso de releer textos de Cortázar reconstruyendo su vida?
Yo advertí cuando contratamos la biografía, que no era un adorador de Cortázar, que no iba a escribir un texto complaciente. Iba a escribir una biografía con sus matices y con lo que yo veía de bueno y malo, porque ni siquiera en esa época yo era un fanático de su literatura, es decir, había cosas que me gustaban mucho, otras menos, otras nada y también en sus actitudes políticas.
¿Usted alguna vez conoció a Cortázar?
Lo conocía, lo había tratado, no mucho, pero más que eso recogí mucho documento oral, escrito, testimonios de su hermana menor, amigos de la infancia, su adolescencia, de la juventud, de la madurez. Relatos de mujeres que habían sido sus novias y lo ocultaban y mujeres que no habían sido sus novias y lo proclamaban, así que conseguí hacer un panorama amplio. Algunos elementos que yo había pasado por alto y varios de sus gestos personales me dieron una dimensión humana más rica y positiva de la que yo tenía.
¿Cuál era esa imagen que tenía de él?
Yo pertenezco a una generación que viene después de Cortázar, que lo discutió, incluso políticamente. Esa generación del 68, cuando Cortázar se tomaba la Casa Argentina en París como parte de la revolución. Nosotros le decíamos, le escribíamos en las revistas de la época que la revolución estaba en América Latina, no en París y que andar proclamándose comunista y revolucionario en Francia en el momento en el que los jóvenes caían aquí, nos parecía un gesto un poco inconsecuente.
Le criticábamos el hecho de hablar de América Latina en París, estar fuera, pero fuimos injustos, porque él terminó siendo una de las voces escuchadas y de los portavoces del dolor que estaba cundiendo durante las dictaduras del Cono Sur. Él hizo mucho contra la represión.
Y en materia literaria, ¿le cambió también su imagen?
En cuanto a sus textos, durante mucho tiempo pensé que lo mejor de su literatura estaba en sus primeros cuentos y releyendo todo vi que no era cierto, que hay muchos y muy buenos textos casi sobre el final de su vida también. El último libro de cuentos que él publica, titulado Horas y publicado en 1983, contiene algunos textos que realmente pueden estar en alguna buena antología de cuentos universal.
Después de una valoración general de la obra, no creo tampoco, como muchos, que Rayuela sea una obra magnífica, lo que sí creo es que es un texto audaz en su intención de crear una ruptura en la novela, un intento que se queda un poco a medio camino entre lo tradicional, porque termina contando una historia tradicional, y todo lo que Morelli propone como ruptura.
¿Pero qué es lo que más lo sorprende en esa relectura?
El mérito de los grandes artistas: no quedarse con la fórmula que le dio el éxito, eso fue algo que caracterizó a Cortázar. Cuando él encontró una forma que le dio buenos resultados, siempre se pasó a otra, y corrió el riesgo de no ser leído, de no tener buena crítica; eso es muy poco visto, porque por lo general los autores cuando encuentran una fórmula que les da fama, empiezan a repetirse y se agotan.
Cortázar, por ejemplo, después de remontar cifras de ventas increíbles con su libro Rayuela, escribe una novela casi ilegible, 62/ Modelo para armar, que es el texto menos leído de Cortázar hasta el día de hoy, pero donde él se propone hacer otra cosa en la vía de romper con el género.
¿Por qué tanta inquietud por Cortázar?
Cortázar es un escritor argentino importantísimo con el que se da un fenómeno muy singular. Yo lo digo al final de la biografía, un fenómeno que para mí todavía hoy es enigmático, porque yo doy clase en Francia a los chicos de 20 y 22 años que han nacido después que murió Cortázar, que no saben nada de él, no lo conocieron, y luego doy clases en Argentina o doy una charla en un colegio con chicos de 14 años y es gente que si les enseño a García Márquez, Rulfo, Onetti, Arguedas, Borges, todos grandes escritores latinoamericanos, los admiran, les gustan, pero con Cortázar pasa algo raro, aparte de todo eso se enganchan, lo sienten muy prójimo y muy próximo. Es como dijo Rulfo, siempre “nuestro hermano mayor”.
¿Pero qué es eso que lo hace ver tan cercano?
El boxeo, la droga, el jazz, la política, la guerrilla, no sé, su propia figura, algunos de sus textos, El Perseguidor, basado en Charlie Parker, hay una energía, es una inercia inmaterial que viene de sus textos y que se da en pocos casos en la literatura .
¿Cuando hace el recorrido por su escritura se da cuenta de que las letras hablan de la vida del autor?
Quise hacer una biografía de un hombre de letras, en ella subrayo aspectos de su vida que se ven en sus textos. La pérdida muy temprana del padre, por ejemplo, que se va del hogar cuando él tiene 5 años.
Cortázar nace en 1914 en Bruselas porque el padre es agregado comercial de la embajada y está en Bélgica trabajando y los toma la Primera Guerra Mundial. Eso marca radicalmente su bilingüismo inicial, su contagio de otra lengua. Luego ellos vienen a la Argentina, a Banfield, a una casa al sur del gran Buenos Aires e inmediatamente el padre abandona el hogar y él no lo ve más.
Hay quien dice que alguna vez se cruzaron y tuvieron un encuentro bastante tumultuoso, pero el hecho de que él se criara sin padre, en un universo completamente femenino, conformado por la mamá, la tía, la abuela y su propia hermana, eso, sin duda, tiene un efecto en la visión de la mujer que desarrolla en su obra, la de la mujer amada, de la chica adolescente con sus juegos perversos, como ese cuento Silvia.
Eso también determina el universo infantil de Cortázar...
Lo hace ser un chico muy debilucho, psicosomático. Ese Cortázar que nosotros conocimos fumando habano y tomando ron era un nene enfermizo, asmático, muy lector, muy apocado, tímido, vuelto sobre sí mismo a las 10 años, al punto que un médico le dijo a la mamá: si este chico sigue leyendo así, se va a morir. Fue muy buen alumno en la primaria, retraído, no deportista; ahí justamente nace toda la idea de enfermedad de la obra de Cortázar.
Aurora Bernárdez, su mujer de casi toda la vida, me dijo que cuando iban a hacer un viaje, el de luna de miel a Italia, estaban haciendo las maletas y Julio le dijo que en dónde iba a empacar los remedios; Bernárdez no entendió muy bien la solicitud de su marido hasta que un día conoció la casa de su madre y encontró un cuarto lleno de medicamentos, una suerte de farmacia. Y ahí tienes todos los cuentos en torno a la enfermedad, hospitales y sanatorios, en camas: La noche boca arriba, La salud de los enfermos, La señorita Cora, Torito, un cuento de un boxeador, al que toma en el instante del hospital, en el momento de su agonía. Ahí está Cortázar escribiendo desde su vida.