18.11.09

El autor de ‘Tokio blues’ publica una sorprendente y desconcertante novela de ciencia ficción

En ‘El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas’, que Haruki Murakami escribió en 1985, antes de la época dorada de ‘Sputnik, mi amor’ o ‘Kafka en la orilla’, el autor japonés ya mostraba su característica capacidad de imaginar mundos maravillosos y sugerir la belleza de la vida. Un Tokio futurista y un escenario onírico convergen en una obra con elementos que recuerdan a Kafka y Wells.

Haruki Murakami, el pasado abril, durante su última visita a Barcelona. Foto: XAVIER GONZÁLEZ
CARLOS Martínez Shaw
Una advertencia preliminar para contextualizar la obra y situar al lector. Dado que el japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) es un escritor suficientemente conocido y justamente celebrado, hay que decir que la nueva novela puesta al alcance del lector español, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, fue escrita en 1985, es decir, es su cuarta obra de ficción. Vino después de La caza del carnero salvaje (1982)– y por tanto precede a la época dorada de la producción del autor: Tokio blues (1987), Al sur de la frontera, al oeste del sol (una de sus novelas más conseguidas, de 1992), Sputnik, mi amor (1999), especialmente su obra maestra por el momento, Kafka en la orilla (2002), y la reciente y más ligera pero igualmente apasionante After Dark (2004). Por tanto, la nueva publicación responde a una labor de rescate de las obras más juveniles (aunque no tanto, porque el autor comenzó a escribir a los 33 años) al socaire del éxito editorial de sus otros escritos, lo cual es muy de agradecer.

CIUDAD FUTURISTA / La obra, de tan elaborado título, que logró el prestigioso premio Tanizaki, resulta difícil de encajar si tenemos en cuenta solo las coordenadas de género, pero puede definirse esencialmente como una novela de ciencia ficción, que discurre en un doble plano. Por un lado hay un Tokio de textura futurista, donde las grandes empresas de información (si puede usarse esta palabra) han adquirido caracteres siniestros, mientras una colonia de seres infrahumanos (que sugieren a los oscuros habitantes de La máquina del tiempo, de H. G. Wells) recorren los espacios subterráneos amenazando silenciosamente a los vecinos de la urbe. Por otro, en estricto paralelo, nos adentramos en una ciudad amurallada de pesadilla que recuerda las creaciones de Franz Kafka (El castillo), de Alfred Kubin (La otra parte) y, sobre todo, de Ismail Kadaré (El palacio de los sueños). Entre ambos mundos se origina una corriente de comunicación provocada por una intervención de alta tecnología en la mente del protagonista de la vertiente tokiota de la ficción (que tal vez sea el mismo de la vertiente onírica).
Con estos presupuestos, la narración, por un lado, se desliza entre la acción trepidante de los capítulos de Tokio (aunque aquí sobra mucho metraje, como la huida subterránea o la escena de violencia gansteril, superfluas en buena parte) y la cámara lenta de la ciudad soñada, mientras va cobrando cuerpo la reflexión del autor sobre la mente (y su mediatización), sobre la identidad de la persona, sobre el valor de la vida terrenal frente a una posible y aséptica vida eterna o sobre la necesidad de amar, que puede manifestarse en la contemplación de un paisaje, en el acoplamiento de los cuerpos en una relación sexual, en el placer irrenunciable a una canción de Bob Dylan, a una novela de Iván Turguéniev o a una película de Alfred Hitchcock.

RÁFAGAS SURREALISTAS / De esta manera, la novela combina los temas eternos del pensamiento humanista (que con frecuencia se ha servido de la ciencia ficción como vehículo) con los temas recurrentes del propio Murakami sobre la vida, la cultura, la soledad o el amor. Todo ello dentro del estilo peculiar del autor, que adereza el realismo más puntilloso con las ráfagas surrealistas sin solución de continuidad y sin que sufra la coherencia del edificio.
Por ello, aunque a veces el pulso narrativo no sea tan firme como en obras posteriores y aunque la solución final deje rendijas abiertas, la capacidad de imaginar maravillosos (y tal vez despiadados) mundos, de sugerir la belleza de la vida (por desgracia demasiado breve) y de reivindicar el poderoso (e invencible) instinto del amor confiere todo su valor a una novela sorprendente e incluso (a veces) desconcertante.

fuente:elperiodico.com
EL FIN DEL MUNDO Y UN DESPIADADO PAÍS DE LAS MARAVILLAS / DESPIETAT PAÍS DE LES MERAVELLES I LA FI DEL MÓN
Haruki Murakami. Trad.: Lourdes Porta / Imma Estany. Tusquets / Empúries. 484 / 380 págs. 21 / 19,90 €
(en castellano, a la venta el día 28).

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