4.5.10

Piglia:"Un escritor escribe por y para los lectores y por y para los analfabetos"

En la conferencia de ayer, en la Feria del Libro, el intelectual marcó la importancia de la lengua popular. Y se quejó de las traducciones españolas


CERTERO Y CATEGORICO. Durante la conferencia sobre la tradición literaria argentina, el escritor deslumbró.fOTO;fUENTE:Revista Ñ

C ada vez que Ricardo Piglia acude a la Feria, logra imprimir su sello, eleva el nivel de la discusión y abre un debate y una vía de escape a tanta parafernalia publicitaria.

En 2008 inauguró la Feria con una reivindicación militante de la poesía. El año pasado evocó a Roberto Arlt durante la presentación de El paisaje en las nubes, una selección de artículos del autor de Los siete locos. Ayer, auspiciado por Ñ y Clarín, Piglia intentó explicar "o empezar a conversar", dijo, "La tradición de la literatura argentina". Durante la hora que duró su exposición, logró la atención total de sus 500 espectadores.

Para empezar a hablar de la tradición literaria argentina, Piglia eligió partir de las traducciones. "Se podría discutir a la traducción como un modo de democratizar el acceso a la literatura", afirmó. "Las traducciones fijan el estado de la lengua. Por eso los clásicos vuelven a traducirse", porque la lengua cambia, como todo cambia. Aclarado el punto, atacó: "Hoy sufrimos las traducciones españolas".

Para el autor de El último lector y Crítica y ficción, las traducciones fueron también una estrategia de divulgación de ideas políticas: "Todas las revoluciones las hicieron los hijos de los libros. Las hicieron lectores que intervinieron activamente en ciertas prácticas políticas".

En ese sentido, habló del anunciado apocalipsis de los libros: "No soy futurólogo, pero quizás el declive del libro podría estar ligado a los declives de ciertas prácticas políticas", señaló ­con más sutileza que precisión­ antes de recordar que "las revoluciones siempre fracasan" y que el resultado de la revolución francesa fue Napoleón, así como Rosas de la de Mayo y Stalin de la rusa.

Una de las muchas imágenes literarias que Piglia barajó en su disertación fue imaginar qué pasaría si se llevaran las discusiones actuales a la víspera de mayo de 1810. "Yo creo no hubieran hecho la revolución. Hubieran dicho que hay que consensuar. Los que piden conversar son los que tienen el poder, los que pueden manejar el diálogo", señaló, categórico.

El público festejó cada ocurrencia de Piglia, que, verborrágico, intercalaba opiniones políticas con estéticas, si es que allí habita alguna fractura posible.

Luego de leer la proclama de San Martín al Ejército de los Andes ­donde el prócer dice cosas como que "andaremos en pelotas como nuestros hermanos los indios"­, recalcó la importancia del uso del lenguaje popular. El Libertador lo utilizó para construir "un nosotros", explicó.

"Un escritor escribe por y para los lectores y por y para los analfabetos, por los que no pueden leerlo", insistió a la hora de recordar la importancia de los libros que acompañan los cambios de las formas de hablar y de usar el lenguaje, como El Martín Fierro u Operación Masacre.

"Ese tipo de libros son acontecimientos más que documentos", destacó, "porque nos enseñan sobre todas las épocas. Son los que fundan tradiciones, más allá de las discusiones por el canon", sostuvo Piglia, quien a través de su obra crítica construyó gran parte del "canon" argentino. Así se llama a los textos y autores que son considerados parte de "el cuerpo" de la literatura nacional.

Ese gran "cuerpo" que nació con El matadero, de Esteban Echeverría, y en el que "los perdedores siempre tienen razón", fue, según Piglia, funcional a los intereses del Estado. Eso ya no sucede: "Nosotros, los escritores de mi generación ­Saer, Briante y Di Paola­ empezamos a correr a la literatura del discurso estatal. Hoy la literatura ha perdido su vigencia en la construcción de ciertos sentidos; ahora lo hacen los medios. Por eso los debates son muy agudos y muy intensos, más allá de los intereses", señaló.

Finalmente, para Piglia la tradición colabora en la discusión sobre la construcción de la memoria colectiva y en la casi siempre arbitraria política de archivo.

"Lo que tratado de empezar a discutir es la construcción de tradiciones. Y el modo en que se representa a literatura argentina: como si fuera una especie de río donde los escritores navegamos como podemos. Y lo cierto es que ni estamos navegando ni yo me paso leyendo a Cambaceres.

Leo a Joyce", terminó.

Y estalló el aplauso.

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