El tópico asocia la literatura francesa a una sensibilidad especial, a novelas de gran ambición literaria y refinadas sutilezas. Sin embargo, las listas de más vendidos en el país vecino muestran una tendencia al best seller comercial, al thriller trepidante, e incluso a las novelas ligeras de amoríos, dinamitando así el prejuicio de que exista un público lector diferente al del resto del mundo
En los últimos meses y semanas, las editoriales españolas han lanzado al mercado títulos de autores que buscan plantar cara a la hegemonía del best seller norteamericano.
El caso más claro es Patrick Graham. De hecho –y no sólo por el nombre– este novelista de 42 años podría ser directamente norteamericano. Su seudónimo de aire yanqui recupera el apellido de una rama de la familia, pero en realidad entronca con una manera muy estadounidense de escribir libros. "Buscaba un seudónimo –explica él, repanchigado en el despacho de su editor francés– porque trabajo como consultor económico, algo ultra-serio y ultra-triste, y no he querido tomar riesgos con los clientes, mis socios están algo moscas, eso sí".
La hija del apocalipsis, recién publicada por Grijalbo, es la historia de Holly, una niña de once años que, tras el paso de un devastador huracán por Nueva Orleans, está refugiada en un estadio, sin noticias de sus padres. La agente del FBI Marie Parks –especialista en leer la mente y que acaba de neutralizar a un asesino en serie– se ocupará de ella y descubrirá que tiene unos poderes extraordinarios, pues es la elegida para proteger un legado ancestral. El autor de este thriller salpicado de brujería, psicoanálisis, mística new age y mensaje ecológico dice haber sido educado "en la cultura lectora de EE.UU., un determinado tipo de suspense, Dashiell Hammett, las películas en blanco y negro... He querido hacer eso desde Francia". Desde luego, Graham ha conseguido ser, durante mucho tiempo, el único francés en el top ten de ventas del género. "No sé por qué, los autores franceses suelen optar por otros modelos. Y a la vez los americanos detestan profundamente que un francés escriba sobre ellos", se lamenta. El evangelio del mal, la obra con la que debutó en el 2008, contenía muchos elementos religiosos.
Él asegura que La hija del apocalipsis es "sobre la redención y el instinto maternal" y que bebe de fuentes como Dune aunque admite que no es capaz de seguir una de las máximas de su admirado Stephen King, que "mantiene siempre una sola historia. Yo tengo un problema: se me diversifican las tramas, pero, bueno, así tenemos cuatro novelas por el precio de una", bromea. La clave de su libro es "la irrupción de lo imaginario en lo real. Al parar de escribir, tenía yo mismo la impresión de haber descubierto otra dimensión, el ultramundo, un territorio muy extraño y loco", que tiene más que ver con el fantasy anglosajón que con el policiaco europeo. "Para mí –replica– es una línea que España conoce, por ejemplo, con Carlos Ruiz Zafón y sus elementos mágicos".
La historia personal de Graham es traumática, pero explica su mezcla de violencia y ternura. "A los nueve años, sufrí una paro cardiaco, estuve dos semanas en coma, seguí quimioterapia y, al acabar, no sabía hablar, ni caminar, ni escribir, apenas comer... He salido de todo eso gracias a especialistas que me reeducaron. El coma me ha ayudado como escritor: desarrollé mucho el tacto, el olfato, y como consecuencia de ello detecto las sensaciones más simples con una gran intensidad. Es una capacidad que todos tenemos pero adormilada, y yo asocio cada acción o persona a un tipo de olor de modo natural y espontáneo. Es como los niños disléxicos, que son más inteligentes porque han aprendido a formularse más preguntas y a esforzarse por llegar a las mismas conclusiones que los demás por un camino más largo".
El mensaje del libro tiene que ver con Gaia –la Tierra como organismo vivo–, pero Patrick Graham dice: "No soy ecologista porque el ecologismo de hoy es económico, y se basa en meter miedo a la gente. Uno de mis niños me ha llegado a decir que si vamos en coche estamos matando a los osos polares. Yo creo que hay que retomar el contacto auténtico con las cosas, pero sin negar el progreso. En la novela vemos que el hombre nunca ha sido razonable, es un chiquillo que destruye sistemáticamente lo que tiene entre manos, pero puede arreglar los desastres que él mismo causa, si quiere. Si no cambiamos de modo de consumo, nos cargaremos la tierra. Pero encontraremos otros planetas para contaminar. Somos el cáncer del universo".
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