El seudónimo ideado por Francisco González Ledesma en los años cincuenta se convierte en personaje en La dama y el recuerdo, novela del Oeste con todos los ingredientes del género: bandidos, cazarrecompensas, pistoleros, vaqueros, caravanas de ganado ... El protagonista es un hombre sabio y honesto que dirige el Jackson Independent Journal
Su editor estuvo de acuerdo, pero él puso una condición: no cobrar adelanto. "Si no me gustaba la rompía y no tenía que devolver el dinero. Me lo planteé como un reto. Quería comprobar si era capaz de escribir con la rabia y la frescura de los veintitantos años". La acabó con el entusiasmo y la pasión que suele poner en todo lo que hace, le gustó y aquí está La dama y el recuerdo.Hay varias diferencias entre esta novela y las cientos que escribió entre los años cincuenta y ochenta. No está firmada por Silver Kane, sino por Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927). Kane se ha convertido en un personaje. Es el director del Jackson Independent Journal, el diario de Jackson (Kansas), un hombre sabio y honesto. "Es un guiño. Es un hombre bien informado y bueno. Me hubiera gustado ser el director de un pequeño diario del Oeste". También hay otros guiños, como cuando un personaje le pregunta a otro si cree posible que un día haya un presidente negro en Washington y el otro le contesta: "¿Y una primera dama negra? Ni hablar".
En La dama y el recuerdo hay más sexo que en aquellos títulos que tanto éxito tuvieron en quiosco, como Un federal de Nevada, Una fosa pagada a plazos, El hombre que vendía muertos o ¡Ha vuelto Killer! "Había que ser muy moderado por la censura". Aquellas novelas solían tener unas setenta páginas y ésta, más de trescientas.
Reúne todos los requisitos del género: atracadores de bancos, cazadores de recompensas, pistoleros, vaqueros, el saloon con el piano y las prostitutas, los sheriffs, los indios, los caballos salvajes, las caravanas de ganado, las grandes distancias. Como en casi todas las novelas de Ledesma hay un montón de historias que se cruzan. "Porque así sucede en la vida". La del pistolero Taylor, que se enamora de una india mestiza; la del cazarrecompensas Lancaster, que le persigue para matarlo, pero que en el fondo también es una buena persona; la del cacique Ford, administrador de materiales del ferrocarril y representante del Gobierno para las tribus, un hombre repugnante y corrupto; la de su amante Lena, una mujer mala hasta el dolor; la del heroico y valiente jefe indio Valiant y la de su hijo, un chiquillo de 10 años que vengará su asesinato; y la de Ketty River, la dama del recuerdo que da título a esta historia, la mujer más distinguida de Jackson, que ejerce de juez en Kansas City, y que es implacable con Ford. Mucha acción y muchos muertos.
El seudónimo Silver Kane nació a finales de 1952. González Ledesma estaba pasando una mala época. Estudiaba Derecho, gracias a la ayuda de sus tíos Victoria y Claustre, porque él era pobre de solemnidad. Otro de sus tíos, Rafael González, un periodista represaliado tras la Guerra Civil que había encontrado refugio en Bruguera, logró que entrara en la editorial en 1947. Ya antes había escrito historias de aventuras para él y con él. Alquilaban máquinas de escribir por horas y escribían a cuatro manos. Luego fue guionista de historietas como El inspector Dan o Doctor Niebla. Pero Ledesma, que quiso ser escritor desde los 14 años, tenía ya la novela de su vida, Sombras viejas, que presentó al Premio Nadal de 1946 sin éxito. Dos años más tarde, el editor José Janés convocó el Premio Internacional de Novela, la retocó y la presentó. Ganó. La censura prohibió su publicación.
Estaba tan desesperado que se fue a Madrid para hablar con el censor. "Me dijo que era roja y pornográfica. Lo de roja pude entenderlo, porque los personajes eran los vencidos y los ideales republicanos que aprendí a querer en el Poble Sec (el barrio donde nació y creció) se dejaban ver. Pero lo de pornográfica, no. Se refería a una escena de lo más tonta: una joven se pasó la guerra esperando que regresara su novio. Soñaba que llamaban a la puerta; ella abría, retrocedía unos pasos y caía en un diván. Bueno, pues un día, llaman al timbre de verdad, abre, es un amigo de su novio, se sienta en el diván y él le pone la mano en la rodilla. Protesté, pero el censor me dijo que se notaba que el chico tenía intención de subir la mano por la pierna".
Se desanimó, pensó que nunca publicaría nada y entonces Francisco Bruguera y su tío Rafael le propusieron que escribiera novelas del Oeste. "Bruguera me dijo que me buscara un seudónimo porque con un apellido como González nadie se iba a creer una novela del Oeste".
Por la primera le pagaron 1.500 pesetas en dos plazos. Al final ya cobraba 12.000. Escribía de tres a cinco al mes y las tiradas oscilaban entre 14.000 y 24.000 ejemplares semanales. "Bruguera tenía olfato para el éxito y te apretaba. Incluso cuando dejé la editorial, en 1966, seguí con contratos para hacer Silver Kanes. Con este nombre firmé también novelas de misterio".
Recuerda con cariño a la tropa de escritores de Bruguera. Marcial Lafuente Estefanía, el dibujante Peñarroya, Sergio Duval, Josep Maria Lladó, Víctor Mora, que le proporcionaba libros sobre el Oeste en inglés. "Allí había escritores, periodistas, catedráticos, casi todos represaliados. Gente de cultura, que escribía muy bien. Se pensaba que éramos unos desgraciados, que nos ganábamos la vida en el quiosco. Autores mal pagados que escribían novelas baratas para gente sin poder adquisitivo".
Dice en sus memorias, Historia de mis calles: "Me daba vergüenza escribir relatos sin la menor pretensión o quizá sí: la de distraer a la gente, que no es pretensión pequeña". Con el tiempo se ha reconciliado con esos tiempos. "Me he ido dando cuenta de que mis novelas del Oeste sirvieron de inicio a la lectura para gente que no leía nada. También decía veladamente que aquí no había libertad". Tiene auténticos admiradores, como Alejandro Jodorowsky. "Dijo incluso que Silver Kane era mejor que Cervantes, lo que es una animalada. A veces utiliza frases mías en sus libros".
"Lo más importante es que con esas novelas aprendí mucho técnicamente. Tenían que ser interesantes desde la primera línea y dosificar la intensidad para que se leyeran de un tirón. Era un desafío diario y tenías que tener una imaginación brutal para no repetirte y crear argumentos convincentes y atractivos. Bruguera era muy exigente y rechazaba cualquier historia que no se ajustara a esas condiciones. Silver Kane fue mi maestro".
La dama y el recuerdo. Francisco González Ledesma. Planeta. Barcelona, 2010. 318 páginas. www.gonzalez-ledesma.com.
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