Resulta natural que Yoani Sánchez se halle en el punto de mira de tirios y troyanos, y que su fulminante trayectoria haya dado lugar a todo género de adhesiones y de suspicacias
Ignacio Echevarría.fOTO;fUENTE:Elcultural.es
"El lector de esta columna debería saber, a estas alturas, quién es Yoani Sánchez. Si no es así, puede acudir a la extensa y muy documentada entrada que le dedica Wikipedia y enterarse allí de la prodigiosa carrera que esta joven cubana, nacida en La Habana en 1975, ha desarrollado en poco más de tres años gracias a su blog, titulado "Generación Y" (www.desdecuba.com/generaciony) y convertido en estandarte de la "ciberdisidencia". Aparte de las importantes distinciones que ha obtenido el blog -incluido por la cadena CNN y la revista Times entre los veinticinco mejores blogs del mundo-, Yoani Sánchez fue destacada por el Time Magazine, en 2008, como una de las cien personas más influyentes del mundo, por Foreign Policy como uno de los diez intelectuales más influyentes de Latinoamérica, y en 2009 se hizo con el Premio Jóvenes Líderes Globales que concede el Foro Económico Mundial y con el Premio Héroes del hemisferio de la Fundación Panamericana para el Desarrollo. El pasado noviembre, el presidente Obama, en un gesto sin precedentes, contestó a una lista de preguntas que Yoani Sánchez le había hecho llegar, y el mismísimo Departamento de Estado de los Estados Unidos linkeó la correspondiente entrada de "Generación Y". Entretanto, el blog es traducido casi simultáneamente a diecisiete idiomas, y recibe millones de visitas al mes.
A la luz de estos datos, resulta natural que Yoani Sánchez se halle en el punto de mira de tirios y troyanos, y que su fulminante trayectoria haya dado lugar a todo género de adhesiones y de suspicacias. Entre los más contundentes impugnadores de la supuesta espontaneidad del fenómeno Yoani Sánchez se cuenta Salim Lamrani, periodista francés especializado en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Lamrani ha publicado en la red varios artículos en que denuncia las contradicciones que rodean las actuaciones de la bloguera, en la que no parece difícil vislumbrar los hilos de alianzas más o menos inconfesables. Al parecer fue la propia Yoani Sánchez la que, a la vista de esos artículos, sugirió encontrarse con Lamrani y esclarecer de este modo algunos de los interrogantes que éste planteaba. Un diplomático occidental medió entre ambos y los dos se reunieron sin dificultades en febrero de este año en un concurrido hotel de La Habana Vieja, donde celebraron una entrevista que se prolongó por espacio de dos horas. Transcurridas varias semanas, el contenido de la entrevista ha sido publicado por Lamrani en el diario digital Rebelión (www.rebelion.org), desatando un pequeño escándalo que ha contribuido a exacerbar, una vez más, las mutuas descalificaciones entre quienes defienden la revolución cubana y sus logros y quienes, denunciándola como una dictadura, se dedican a cuestionarla y socavarla. Más que una entrevista, lo de Lamrani parece un interrogatorio judicial, dado el acoso constante a que el periodista, puesto en el papel de fiscal, somete a su interlocutora. Pero lo más sorprendente es el tenor de las respuestas de Yoani Sánchez, que se revela a través de ellas escandalosamente inconsistente, incapaz de resistir el brutal aluvión de rigurosas preguntas y de acusaciones más o menos veladas que Lamrani le hace. El documento, en su totalidad, es sorprendente e incómodamente aleccionador; pues resulta en definitiva desoladora la mezcla de ingenuidad e indigencia intelectual que Yoani Sánchez manifiesta, su debilidad ideológica, su propia vulnerabilidad. A posteriori, Yoani Sánchez ha afirmado que Lamrani ha tergiversado sus respuestas; pero no concreta cuáles ni de qué modo, ni alcanza a corregir ni a desdecir nada, debido seguramente a que de entrada se mostró conforme con el resultado, y a la desventaja en que la coloca el hecho de que la conversación quedase grabada. A la luz de la entrevista, el abrumador palmarés de la bloguera despierta extrañeza e intriga. ¿Uno de los diez intelectuales más influyentes de Latinoamérica? ¿Una de las cien personas más influyentes del mundo? ¿Una líder global? Asociada al perfil de Yoani Sánchez (que declara haber emprendido su blog a modo de "terapia personal"), la pomposidad de todos estos títulos resulta ilustrativa. ¿De qué? Cuando menos, de una engañosa condescendencia a la hora de calificar la discursividad que suele generar y fomentar internet, amparada en un generalizado prejuicio de independencia y de alteridad respecto a los circuitos hegemónicos. E ilustrativa, también -y esto vale, asimismo, para la enmarañada selva de los blogs literarios-, del muy dudoso desentendimiento que la llamada blogosfera pretende ostentar respecto a los poderes establecidos, que desde hace ya mucho vienen colonizándola por muy distintas vías, no satisfechos con la aplastante confirmación de su dominio que se desprende de la desinhibida inconsciencia con que la mayor parte de los blogueros obedecen espontáneamente sus consignas.
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