El martes por la noche arrancó aquí en Puerto Rico el Festival de la Palabra, un encuentro literario como nunca antes había tenido lugar en esta isla de ningún lugar, o de todos. ¿Son norteamericanos que hablan y escriben en español? ¿Pertenecen a los Estados Unidos, pero son ajenos al american way of life? La escritora portorriqueña Mayra Santos-Febres, directora y turbina de este encuentro (porque lo de motor le queda corto), lo definió con un exacto juego de palabras: "Este es un lugar no lugar. Es un estado libre asociado que ni es estado ni es asociado... es Puerto Rico".
Mayra logró convocar a casi 70 escritores de América latina y España, para compartir mesas, charlas, talleres, debates y encuentros con un par de docenas de autores locales y un público que no está acostumbrado a leer -porque no les llega, o porque abundan los títulos en inglés- narrativa en castellano. El gran punto de encuentro del Festival es el Cuartel de Ballajá, en el corazón del viejo San Juan. Pero en los alrededores también pasan cosas: autores que se reencuentran después de mucho tiempo, excursiones a la selva profunda, rondas de ron y charlas postergadas. Porque mientras la literatura es protagonista, las anécdotas se escriben en los márgenes de una Moleskine (remito al blog del peruano Iván Thays, con el cual es imposible competir, para ponerse al tanto casi en tiempo real de lo que sucede aquí).
Un grupo de los Bogotá39 invitados al Festival se han propuesto imponer una frase de cabecera que sintetice el espíritu del encuentro. Es una frase multipropósito, útil tanto para expresar sorpresa como para insultar. El énfasis o la cadencia de las vocales alargadas pueden provocar ofensa, sugerir una caricia o escalar hacia otras propuestas más intensas. Pero unos y otros, cuando recuerden con palabras a Puerto Rico, se reconocerán con este mismo santo y seña: "¡Qué razaaaa!".
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