Médicos, periodistas, ingenieros, el novelista es amateur por excelencia
Los grandes escritores siempre han vivido de una profesión ajena a las letras, de pasteleros a psiquiatras o banqueros
La imagen del escritor bohemio, encerrado en su buhardilla, solo, embriagado, en busca de inspiración las 24 horas del día, es una visión romántica y algo «naïf» del arte del creador. En realidad, el 90 por ciento vive durante toda su vida esclavizado por un trabajo pequeño burgués que les posibilite un cómodo modo de vida. Lo que buscan es una tranquilidad económica y emocional que les permita, en sus horas libres, trabajar en sus obras maestras sin la presión de jugarse la vida en ello. Médicos, periodistas, ingenieros, abogados, pasteleros, detectives, militares, todos encierran un genio literario.
Flaubert imaginó en la figura de Charles Bobary, a un mediocre médico rural en «Madame Bobary». De médicos mediocres, pero genios literarios hay mil casos en la literatura universal. Los más claros, Pío Baroja y Louis-Ferdinand Celine. El autor de «El árbol de la ciencia» y el de «Al final de la noche» utilizaron sus experiencias para construir sus novelas.
Luis Martín-Santos, autor de «Tiempo de silencio», era un gran renovador literario, y un gran psiquiatra, profesión muy dada para la literatura por aquello de la creación de personajes. El filósofo Friedrich Nietszche aseguró, por ejemplo, que Dostoievski era, «el único psicólogo del cual se podría aprender algo». El autor ruso no era psicólogo, por supuesto, pero conocía mejor que nadie el alma de las personas. Dostoievski era alférez ingeniero de campo del ejército.
Los militares de profesión también son legión en los almanaques literarios. El caso más claro es el de Antonio Ros de Olano, genio heterodoxo del romanticismo español, gran amigo de Espronceda, y figura militar y política de primera fila del siglo XIX. Otro heterodoxo, el más heterodoxo de los posmodernos americanos, Thomas Pynchon, se alistó en la marina, aunque acabó como redactor técnico de la compañía Boeing. Es decir, escribía los manuales de aviación y las características técnicas de los aviones.
El mundo de la pastelería también ha tenido sus nombres ilustres, como el poeta Josep Vicenç Foix, que regentó a partir de la Guerra Civil el negocio familiar. En las antípodas del poeta está el genio de la novela negra Jim Thompson, que entre crónicas de degeneración y asesinato trabajó años en una pastelería. Otro nombre propio de la novela negra, Dashiell Hammett, tenía un trabajo mucho más obvio, en la agencia de detectives Pinkerton.
Los profesores universitarios
El gran dominio profesional dentro de los escritores es el de profesor universitario. La facultad de inglés de Oxford explotó en los años 20 y 30 con la participación de C. S. Lewis, autor de «Las crónicas de Narnia» y J. R. R. Tolkien, autor de «El señor de los anillos» como sus principales profesores. Nabokov, del que Anagrama acaba de publicar «El origen de Laura», hizo historia con sus cursos en la universidad de Cornell. La secundaria también ha dado sus casos, como el del francés Daniel Pennac.
Los periodistas también tienen sus dioses del olimpo, de Josep Pla a Ernest Hemingway. Francisco González Ledesma fue un eminente abogado. Jaime Gil de Biedma se escondió siempre en su despacho de la compañía tabaco de Filipinas. Y Kafka es el pasante más famoso de la historia.O al menos reclutados que les de la suficiente tranquilidad para, en sus horas libres, escribir las obras de arte que acabarán por marcar la vida de millones de lectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario