El aniversario de la muerte del autor de El rayo que no cesa propicia la recuperación de los cuentos que escribió en la cárcel dedicados a su hijo
Ilustración de Alfonso Zapico. |
Ilustración de Sara Morante |
Miguel Hernández, en abril de 1936, rindiendo homenaje a Ramón Sijé./elperiodico.com |
Sostenido por dos compañeros porque apenas si puede caminar sin ayuda, Miguel Hernández se encuentra con su esposa que lo viene a visitar a la cárcel de Alicante, la última estación de su vía crucis penitenciario. Se agarra a la reja como a un naúfrago y le da a Josefina Manresa un pequeño librito artesanal con dos cuentos, escrito e ilustrado rústicamente a mano. El destinatario final es su segundo hijo, Manuel Miguel, 'Manolillo' (el primer hijo murió a los pocos meses), al que ya había dedicado la dolorosa 'Nana de la cebolla': “Tu risa me hace libre / me pone alas./ Soledades me quita / cárcel me arranca”.
“Para cuando aprenda a leer” reza el subtítulo del cuaderno. Manresa lo guarda como un talismán y cuando el pequeño crece y comprende, sus lágrimas emborronan la tinta del librito. El poeta del pueblo poco después encontraría la muerte en aquel reformatorio de adultos (una expresión digna del actual concepto de posverdad), víctima oficialmente de la tuberculosis y de la incuria franquista, moralmente tan asesina como un fusilamiento.
Ahora esos dos cuentos y dos más que posteriormente también escribió en la cárcel se recuperan en el volumen ‘Cuentos para mi hijo Manolillo’ (Nórdica) en el 75 aniversario de la muerte del poeta que se cumple este martes; una edición que ha sido preparada por el periodista Víctor Fernández con nuevas ilustraciones de Damián Flores, Sara Morante, Adolfo Serra y Alfonso Zapico.
EN LIBRERÍAS
El libro forma parte de la modesta aportación bibliográfica a la conmemoración del 75 aniversario de la muerte del autor a la que se une 'Tenemos que hablar de muchas cosas' (Espasa), una antología seleccionada por diez poetas actuales y las reediciones de '25 poemas ilustrados' (Kalandraka), obra de otros tantos artistas plásticos, y de la biografía corregida y aumentada de José Luis Ferris, aparecida el pasado año. No es mucho, quizá se eche en falta una edición popular de alcance de su poesía completa.
Además de como libro infantil, 'Cuentos para Manolillo', recuperados por el catedrático José Carlos Rovira, puede leerse también a modo de radiografía esquinada de cómo se sentía el poeta en los últimos tiempos, los más duros. "También es fácil ver en el argumento de los cuentos una especie de trasunto de sí mismo -dice Fernández-. En el primer cuento se habla de un potro oscuro capaz de llevarse a los niños a la ciudad del sueño. Es fácil pensar que esa fantasía estaba provocada por su encierro, es un sueño de libertad".
Sobre estos relatos también planea el misterio puesto que el poeta escribió a Josefina Manresa que se trataba de traducciones de cuentos ingleses, pero no se ha encontrado el original y a Fernández le parece un poco extraño que el poeta en la prisión tuviera acceso a relatos de ese tipo. "Están muy relacionados tanto con la infancia como con la tierra, dos temas claramente hernandianos". Joan Manuel Serrat, posiblemente uno de los artistas que más han hecho por la popularización del poeta, considera que estos cuentos son "conmovedores retratos del sentir de aquel hombre en tal adversas circunstancias".
DOS CUENTOS NUEVOS
Los dos primeros cuentos, los que Hernández entregó a su esposa, fueron publicados por primera en una edición facsímil de circulación muy reducida en 1988 y hasta el 2010, año del centenario, se creían únicos. Fue entonces cuando el hijo de Eusebio Oca, compañero de prisión del poeta, reveló que él tenía también el texto original de los relatos, con el añadido de dos cuentos más que no se conocían. Los textos fueron originalmente escritos en papel higiénico -por aquel entonces de color ocre y una textura recia y no demasiado delicada-, y cosidos a mano con algunos bocetos y dibujos en el dorso.
Los nuevos cuentos se dieron a conocer en la gran exposición del aniversario y un año más tarde fueron adquiridos por la Biblioteca Nacional. Además, se supo entonces, la versión que Hernández entregó a Manresa fue en realidad una copia de Eduardo Oca, quien añadió sus propias ilustraciones, que habían sido atribuidas al poeta. Es muy conmovedor apreciar que la letra de los dos primeros cuentos, más clara y precisa, tiene poco que con la de los otros dos, posteriores en el tiempo y escritos más a vuelapluma. Lo fácil es pensar que la precipitación tuviera que ver con su debilidad física y su sufrimiento.
La edición de Nórdica incluye también una selección de dibujos, esta vez sí, realizados por Hernández que forman parte del legado del autor de 'Perito en lunas'. Ese legado fue comprado después de un largo proceso al Archivo Municipal de Elche en el 2013 por la Diputación de Jaén y depositado en Quesada, el pueblo natal de Josefina Manresa. En total son 56.000 registros en los que se incluyen un millar de manuscritos y unas 1.500 cartas, sin contar 26.000 imágenes, que desde finales del mes pasado pueden ser consultados digitalmente para su acceso público.
FRENTE A GARCÍA LORCA
El archivo supone también una fuente importante para detalles no muy conocidos. Fue allí donde se encontró la única carta que García Lorca dirigió Hernández y que da cuenta de la tirantez de las relaciones entre ambos, muy especialmente por parte del autor granadino que afea al de Orihuela la expresión “tiene cojones” referida a su poesía en una carta anterior. Tampoco debió de gustarle mucho que lo definiera como “calorré de nacimiento”, alusión a su querencia gitana. En fin, que entre ambos hubo un histórico desencuentro.
Los destinos de Lorca y de Hernández son paralelos pero disímiles. El asesinato del primero provocó una repulsa internacional, mientras que la muerte del segundo pasó apenas desapercibida. Lorca tuvo un instántaneo reconocimiento en vida mientras que Hernández luchó por él con uñas y dientes. “Hay una foto en la que están Lorca, Buñuel, Alberti, Pepín Bello y Neruda, en ocasión del homenaje al pintor Hernando Viñés, en la que Miguel Hernández saca la cabeza con preocupación, como si temiera no salir en la foto. Esa imagen ejemplifica bien cómo se sentía”, explica Fernández, quien desearía poder decirle al poeta lo que muchos consideran, que “es uno de los cinco grandes de la primera mitad del siglo XX”.
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