Fue difícil dar con su identidad, pues al firmar como Rachilde muchos pensaron que se trataba de un hombre, pero pronto se reveló su verdadero nombre: Marguerite Vallette-Eymery, condenada a dos años de prisión bajo los cargos de pornografía y escándalo público
Portada Monsier Venus de Rachilde |
Rachilde, seudónimo de Marguerite Vallette-Eymery escritora francesa nacida cercana a Périgord, Dordoña, Aquitania, Francia durante el Segundo Imperio francés./culturacolectiva.com |
En el ámbito literario hay un dicho que todos los escritores y críticos repiten hasta el cansancio, “si no molestas a nadie con lo que escribes, entonces no escribiste nada”, esta frase que a menudo suena pretenciosa, ha encajado a la perfección con muchas de las más grandes obras literarias de la historia.
En 1957, después de haber publicado la obra maestra del poeta Allen Ginsberg, “Howl”, el autor y editor Lawrence Ferlinghetti fue demandado por un grupo de conservadores quienes consideraron que el libro era un material obsceno y sin ningún valor literario.
Diferentes críticos literarios y expertos en la materia se manifestaron en contra del poemario frente a los tribunales; no obstante, gracias a los excelentes argumentos de su defensa y de quienes estaban de acuerdo con que los textos que componían “Howl” gozaban de cierto valor estético, el editor fue liberado de todos los cargos en su contra y la distribución de la obra de Ginsberg prosiguió con toda normalidad.
Lamentablemente no todos los autores que han sido acusados de daños a la moral debido al contenido de sus textos han tenido la misma suerte. A finales del siglo XIX, la sociedad francesa se escandalizó tras saber de la existencia de una novela que desafiaba todas las reglas establecidas por los estándares de comportamiento de la época.
El libro firmado por Rachilde narraba la polémica relación entre Raoule de Vénérande y Jacques Silvert, un apuesto obrero al que la mujer decide llenar de lujos y comodidades para reclamarlo como suyo, convirtiéndolo en el único objeto de su deseo.
¡He aquí el hombre! No Sócrates ni la grandeza de la sabiduría, no Cristo ni la majestad de la entrega, no Rafael ni el resplandor del genio, sino un pobre despojado de sus harapos, la epidermis de un patán
Dicho de otra forma, la sociedad francesa interpretó las acciones de la protagonista de esta novela como un cambio de roles en el que la mujer asumía el papel del hombre protector y dominante que tiene a su cuidado a una mujer indefensa, papel que en este caso pertenecía a Jacques. Evidentemente, esta transgresión fue inmediatamente considerada como inmoral ya que, además de poner en duda el papel rol de la mujer en la sociedad de ese entonces, también era una invitación a prácticas poco convencionales como el travestismo, lo cual se deducía desde el título: “Monsieur Vénus”, que de una u otra forma insinuaba la conjunción de lo femenino con lo masculino en un solo cuerpo.
El subtítulo “Novela materialista” no ayudó en nada a la autora del libro, quien inmediatamente fue rastreada para ser juzgada y encarcelada por promover el placer por encima de la razón y las buenas costumbres. Fue difícil dar con su identidad, pues al firmar como Rachilde muchos pensaron que se trataba de un hombre, pero pronto se reveló su verdadero nombre: Marguerite Vallette-Eymery, condenada a dos años de prisión bajo los cargos de pornografía y escándalo público.
A pesar de que su libro trató de ser borrado por completo, la historia le hizo justicia a Vallette-Eymery, demostrando que, sin importar la temporalidad, un gran texto siempre encuentra la gloria que merecía desde el momento en que fue escrito.
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