La poeta paraguaya Mónica Laneri fue una de las invitadas a Ulibro 2010, en Bucaramanga
Hablar de Paraguay y de su literatura implica referirse en primer lugar a su marcado componente bilingüe. Tanto el español como el guaraní tienen su lugar en nuestras letras, y en no pocos casos se apela al recurso del yopara, mezcla de ambos idiomas, hablados por un importante porcentaje de la población. Persiste también desde la cultura oral, rescatada por estudiosos de la lengua toda la cosmogonía indígena en sus múltiples idiomas nativos.
MÓNICA LANERI*Hablar de Paraguay y de su literatura implica también hacer referencia a los sucesos históricos que marcaron a sus habitantes. Un largo periodo de aislamiento, impuesto por El Supremo Dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, tras la independencia del país de la corona española; dos guerras, una de ellas que prácticamente exterminó a nuestra población; periodos de inestabilidad política con permanentes golpes y la sucesión de gobiernos autoritarios, hasta el derrocamiento de la última dictadura en 1989 que permitió al fin el inicio de un periodo de transición democrática y de libertad de expresión.
Todo esto, además del componente trágico que marcó el alma de los habitantes, significó también la interrupción permanente de procesos que deberían haber llevado a la consolidación de nuestra literatura y a un transcurrir armónico en el devenir generacional.
Quienes debían guiar a las nuevas generaciones, en la mayoría de los casos no pudieron hacerlo por situaciones que implicaban el destierro de aquellos que no abandonaban la palabra, o por la simplicidad del silencio como una opción para sobrevivir.
Es así como un país en donde en cada esquina hay un poeta, al decir de nuestro escritor más internacional, Augusto Roa Bastos, se convirtió en un gran desconocido para la literatura hispanoamericana. No obstante, las generaciones de escritores llegaron con fuerza a partir de 1940, década destacada por la calidad de sus poetas. En ella surgieron autores como el propio Roa Bastos, Premio Cervantes, quien dio a conocer la maduración de su obra en un largo exilio político.
Otros escritores que trascendieron las fronteras fueron Gabriel Casaccia, Elvio Romero y Rubén Bareiro Saguier, así como Josefina Pla, una española que adoptó a Paraguay como sitio de su corazón y residencia.
A partir de 1960 las publicaciones se hicieron más constantes, cambiando así el panorama habitual de nuestra cultura y en los 80 surgió un conjunto de editoriales para la promoción y difusión de nuevos autores.
Más allá de la duda que algunos intentan pregonar sobre la existencia de nuestra literatura, no solamente la impresionante cantidad de publicaciones en prosa dieron vitalidad a la misma sino también la poesía que nunca estuvo al margen de los avatares que vivió el país. Es así como en las dos últimas décadas es posible observar publicaciones que incluyen manifestaciones de las academias literarias estudiantiles y de los exponentes de la llamada Generación de los 90, quienes arremetieron con poemarios colectivos con la intención de demostrar que ni la poesía ni la narrativa de Paraguay estaban muertas y que al contrario, en tanto un solo paraguayo respire, un poeta permanecerá en alguna esquina.
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