29.9.10

Escenas detenidas en el instante

Los Cuentos reunidos del noruego Kjell Askildsen presentan al público lector un autor afín a Raymond Carver y Lorrie Moore en su estilo realista
CUENTOS REUNIDOS.Kjell Askildsen muestra retratos confeccionados a partir de los detalles y las sutilezas.foto.fuente:Revista Ñ

Kjell Askildsen, un escritor noruego hasta ahora desconocido en estas latitudes, llega ahora hasta la Argentina en esta colección de cuentos en una traducción de Baggethun y Lorenzo, que según se dice en el prólogo está corregida para el gusto porteño. En cuanto a esa última promesa, hay que aclarar que se cumple sólo en parte: no se han eliminado muchas expresiones que nos resultan cómicas y que molestan en la lectura (por ejemplo, el verbo "coger" o la interjección "Hostia", entre muchos otros).

Askildsen escribe cuentos cortos en un estilo realista y específicamente estático, algo que se ubica entre Raymond Carver y Lorrie Moore, por dar dos nombres familiares y muy traducidos.

Los personajes del noruego son de clase media, la economía y la política no aparecen demasiado entre sus preocupaciones y el relato los toma apenas durante un momento y los deja poco después, casi como si fuera una fotografía. Podría decirse que, en realidad, son retratos. El momento elegido por Askildsen para contar a sus personajes (porque no hay duda de que estos cuentos son esencialmente psicológicos) es a veces de mucha tensión y a veces aparentemente cotidiano pero siempre muy expresivo y concentrado, algo así como una gota de esencia, una sola pincelada que dice muchísimo sobre lo que quiere pintar.

Bajo el volcán

Cuando los cuentos están en tercera persona, por ejemplo, en "Desde ahora te acompañaré a casa", se parecen mucho a la técnica del iceberg que enunciara hace ya mucho el estadounidense Ernest Hemingway: se cuenta solamente la superficie, la punta del témpano; por debajo, se siente el resto enorme del pedazo de hielo. Así, en estos cuentos, el narrador describe el interior de los personajes solamente a través de sus gestos, de lo visible, como en una película. Si hay nervios, se cuenta cómo alguien se retuerce las manos.

Cuando están contados en primera persona, en cambio, los cuentos de Askildsen hablan desde adentro del narrador pero en un lenguaje un poco distante, casi frío. Un buen ejemplo es "Elizabeth", donde las relaciones familiares se complican y estallan en el funeral del padre del narrador. Otro, "El clavo en el cerezo", donde la tristeza de la madre por la muerte del padre se ve a través de los ojos del hijo, desesperado por hacer algo por ella pero totalmente incapaz de imaginar cómo acercársele.

A pesar de que la mecánica de los cuentos es más o menos la misma, Askildsen varía sus recursos según lo que está contando.

Algunos ejemplos son la forma en que varía el largo de las oraciones, el uso de la puntuación de diálogo (a veces, marca la diferencia entre lo que dice el personaje y lo que dice el narrador con guiones, en otras no la marca, y en otras, se decide por otro tipo de signos, como las comillas) o su enfoque de los elementos simbólicos.

En cuanto a este último punto, en algunos cuentos, como "María", es difícil rastrear símbolos en la prosa: el narrador en primera persona cuenta un problema de comunicación entre él y su hija de cincuenta años, a la que vuelve a ver después de muchísimo tiempo. Es un incidente que muestra las grietas entre padres e hijos en la era moderna y es solamente eso: un único incidente con algunas opiniones directas del narrador ("Sé que todo tiene su lógica inherente", dice al final en un comentario sobre el deseo imposible de sentido que crece en todo ser humano, "pero no siempre resulta fácil descubrirla"). No hay símbolos.

Al contrario, "Crías de gaviotas" pide una lectura en clave simbólica. La excursión de dos jóvenes en barco, en medio de una tormenta (con frases como "¿No tienes miedo? / Sí, por eso resulta tan emocionante. / Sí, tal vez... los indios... si no hacen todos los días algo que pueda costarles la vida, les parece que no han vivido de verdad. / Hay algo de eso, sí"), está hablando de la relación viaje-vida y a través de ella, también de la responsabilidad con respecto a la naturaleza, la diferencia que hay entre el peligro como juego y el peligro como realidad, la falta de cálculo respecto de las consecuencias de lo que se hace y mucho más.

En todos los cuentos, ese método ­el abrir y cerrar la cámara sobre un grupo de personajes durante un tiempo muy corto­ impide que haya "hechos" en un sentido pleno del término. Los del noruego no son cuentos a la Edgar Allan Poe (es decir, cuentos en los que se relata un suceso extraordinario), sino pequeñas piezas estáticas que insinúan pasado y futuro solamente a través de un momento brevísimo dentro de una o varias vidas.

Este tipo de "ficción", cultivada en textos cortos por autores de todo el mundo, requiere una construcción muy cuidada, una atención puesta a cada palabra, obsesiva, y una estructura que parece espontánea pero está muy pensada. Kjell Askildsen cumple con todos esos requerimientos.

Por eso, la lectura de los cuentos de este tomo prologado por Fogwill va a ser una alegría inmensa para quienes disfrutan de esa literatura especial que alguna vez alguien llamó "minimalista". Para ellos, este tomo de Lengua de Trapo es una fiesta.

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