Patricio Tapia
El sentido del humor (o sense of humour ), para los ingleses, ha llegado a constituirse en una característica nacional. No hay conversación, ni reunión familiar, ni polémica por los diarios, ni conferencia académica, que no contenga alguna nota humorística, incluso en las ocasiones más solemnes. Su ausencia es tan grave como infringir el fair play en los deportes o llevarse el cuchillo a la boca en la mesa. Así, aunque en la hora de la muerte las personas intentan decir cosas memorables, Sir Thomas More, inglés, bromeó con su verdugo.Según historiadores y etimologistas, la noción de "humor" en su sentido moderno -no como temperamento- figura por primera vez justamente en Inglaterra a fines del siglo XVII y "Sensus Communis: ensayo sobre la libertad de ingenio y humor" (1709), de Lord Shaftesbury, sería uno de los primeros escritos en que así aparece. Más allá de las disputas con Francia por su pertenencia, tan tardíamente como 1862, Victor Hugo, en "Los miserables", habla de "esa cosa inglesa que llaman humor".
British humour
Claro que un nuevo término no significa el surgimiento del fenómeno y, con todos los cambios que se quiera, indudablemente hubo humor en la Antigüedad o en la Edad Media (de donde parte, después de hablar de Grecia y Roma, Alfred G. L'Estrange en su "Historia del humor inglés", 1878). Y el listado no deja de ser admirable, considerando sólo la literatura y a autores nacidos antes del siglo XX: Shakespeare, Samuel Johnson -muchos de cuyos ingenios son recolectados por Boswell, algunos en contra de él mismo-, Sydney Smith, Thackeray, Dickens, Lewis Carroll, Jerome K. Jerome, Saki, Chesterton. Incluso limitándose a los irlandeses, la muestra es extraordinaria: Swift, Sterne, Wilde, Bernard Shaw. Tal vez esa profusión se deba a que hasta el siglo XIX al menos, el arte de bromear fue considerado como una parte de la conversación entre caballeros. Pero habría que precisar que ese humor continúa ejerciéndose hasta ahora y que no ha sido patrimonio de una minoría selecta.
Si es cierto lo que dice un inglés, Victor Lewis-Smith (hay quienes lo atribuyen a E. B. White): "Analizar el humor es como disectar una rana. Poca gente está interesada y la rana muere", tal vez no tenga tanta importancia pasar lista a los teóricos del humor -que como los del erotismo, suelen no participar de las virtudes de sus objetos de estudio- ni detenerse en sus teorías (la incongruencia, el alivio, la superioridad) que desembocan en un humor positivo y uno negativo, como señalar que los ingleses son pródigos en uno y otro tipo de humor. No sólo son maestros en la ironía sutil y oblicua de los sobreentendidos, sino también en el sarcasmo, la sátira cáustica y las observaciones ofensivas; no sólo manejan los juegos de palabras o lo absurdo, sino también las practical jokes (bromas pesadas, con tendencia a la crueldad y el sadismo).
El sentido del humor (o sense of humour ), para los ingleses, ha llegado a constituirse en una característica nacional. No hay conversación, ni reunión familiar, ni polémica por los diarios, ni conferencia académica, que no contenga alguna nota humorística, incluso en las ocasiones más solemnes. Su ausencia es tan grave como infringir el fair play en los deportes o llevarse el cuchillo a la boca en la mesa. Así, aunque en la hora de la muerte las personas intentan decir cosas memorables, Sir Thomas More, inglés, bromeó con su verdugo.Según historiadores y etimologistas, la noción de "humor" en su sentido moderno -no como temperamento- figura por primera vez justamente en Inglaterra a fines del siglo XVII y "Sensus Communis: ensayo sobre la libertad de ingenio y humor" (1709), de Lord Shaftesbury, sería uno de los primeros escritos en que así aparece. Más allá de las disputas con Francia por su pertenencia, tan tardíamente como 1862, Victor Hugo, en "Los miserables", habla de "esa cosa inglesa que llaman humor".
British humour
Claro que un nuevo término no significa el surgimiento del fenómeno y, con todos los cambios que se quiera, indudablemente hubo humor en la Antigüedad o en la Edad Media (de donde parte, después de hablar de Grecia y Roma, Alfred G. L'Estrange en su "Historia del humor inglés", 1878). Y el listado no deja de ser admirable, considerando sólo la literatura y a autores nacidos antes del siglo XX: Shakespeare, Samuel Johnson -muchos de cuyos ingenios son recolectados por Boswell, algunos en contra de él mismo-, Sydney Smith, Thackeray, Dickens, Lewis Carroll, Jerome K. Jerome, Saki, Chesterton. Incluso limitándose a los irlandeses, la muestra es extraordinaria: Swift, Sterne, Wilde, Bernard Shaw. Tal vez esa profusión se deba a que hasta el siglo XIX al menos, el arte de bromear fue considerado como una parte de la conversación entre caballeros. Pero habría que precisar que ese humor continúa ejerciéndose hasta ahora y que no ha sido patrimonio de una minoría selecta.
Si es cierto lo que dice un inglés, Victor Lewis-Smith (hay quienes lo atribuyen a E. B. White): "Analizar el humor es como disectar una rana. Poca gente está interesada y la rana muere", tal vez no tenga tanta importancia pasar lista a los teóricos del humor -que como los del erotismo, suelen no participar de las virtudes de sus objetos de estudio- ni detenerse en sus teorías (la incongruencia, el alivio, la superioridad) que desembocan en un humor positivo y uno negativo, como señalar que los ingleses son pródigos en uno y otro tipo de humor. No sólo son maestros en la ironía sutil y oblicua de los sobreentendidos, sino también en el sarcasmo, la sátira cáustica y las observaciones ofensivas; no sólo manejan los juegos de palabras o lo absurdo, sino también las practical jokes (bromas pesadas, con tendencia a la crueldad y el sadismo).
El editor de Anagrama, Jorge Herralde, ha hecho una antología del humor inglés. Ella permite volver sobre una de las dimensiones más reconocidas de los británicos, su humorismo, que va tanto de la sutileza a la brutalidad.
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