Hace unos meses falleció Idea Vilariño, la reconocida poeta uruguaya que alguna vez fue amante de Juan Carlos Onetti. La periodista María Esther Gilio entrevistó a la poeta y en el suplemento Ñ el fin de semana pasado, como parte del homenaje al centenario de Onetti, colocó la entrevista en la que se habla bastante de esta relación tan intensa y distinta entre dos grandes autores uruguayos. Dice la nota:
notasmoleskine.blogspot.comSeguimos con tu vida afectiva; después de Manolo, Onetti. El cambio es grande. Se acabó la paz...¿o no?
Tuvimos períodos en que estábamos muy bien. En que todo funcionaba, en que nos entendíamos totalmente. Esos períodos eran maravillosos. Pero no duraban. Era todo muy complejo. Estábamos en uno de esos buenos momentos cuando él me dijo que se iba a Buenos Aires. "¿Por qué?" dije yo, "¿por qué te vas?" "Porque tengo que casarme", dijo él. "Tengo que casarme. Tengo".
¿Pero tú qué dijiste? Tratá de recordar qué dijiste.
No sé, éramos muy especiales. Esto ocurrió en un momento en que no estábamos muy problematizados sino al contrario, estábamos insólitamente bien, maravillosamente bien. No sé qué dije. Seguramente no dije nada. Pero ese verbo que él usó, "tengo", quedó muy grabado en tu memoria.
¿Supiste por qué "tenía" que?
Habló de Dolly, de cómo era Dolly. (Se refiere a la última mujer de Onetti, con la que el escritor estuvo casado hasta su muerte) No sé. Tal vez yo dije: "La semana que viene me voy a Las Toscas". El, claro, algo dijo. Lo curioso es que no fue algo que le costara decir. Para él era algo banal. Tenía que casarse la semana siguiente y nada más. Se trataba de algo irrelevante.
¿Y tú nada tenías que ver con ese hecho?
Qué desgraciado–, dice Idea sonriendo con indudable ternura. Entonces le dije: "Si estuviera locamente enamorada de otro hombre y te dejara por él, ¿lo aceptarías?" ¿Y él? El... no recuerdo bien qué dijo. Creo que nada. No era de hablar mucho, de explicar. El explicaba con palabras que tornaban todo más incomprensible. Pero era así. Eramos unos monstruos. Yo también.
Tú también.
Claro, yo también. Recuerdo una vez que me prometió venir a Las Toscas a pasar una semana conmigo. Yo lo esperé pero no vino. Cuando finalmente nos encontramos le pregunté por qué no había venido. Le dije: "Te esperé". "¿Querés que te diga la verdad?" Dijo él "¿Querés realmente saber?" "Sí", dije yo que no iba a ser menos hombre que él... "Sí, sí, decime". "Mirá, –dijo él– me pasé la semana con una mujer. Pero cada vez que encendía un cigarrillo pensaba en lo nuestro." Y se acabó el tema. El decía siempre la verdad aunque esto te matara. No sabía lo que era cuidar al otro.
Tú me contás esto y yo pienso en tu poema "Ya no" donde parecés dolerte de no saber cómo habría sido estar juntos, quererse, estar. La pregunta es en definitiva, ¿querrías haber armado con él una pareja, compartir la vida de todos los días?
Yo no digo ahí que querría eso, sino que eso no podría ser. El dijo en una entrevista que estaba enamorado de ti, pero que nunca sintió que tú estuvieras enamorada de él. Sí, sí, ya lo sé. El me lo dijo a mí muchas veces. Cuando eso apareció en la entrevista que tú le hiciste y publicó la revista Brecha, me llamaron de todas partes para preguntarme. Yo me enojaba mucho con él cuando decía que no sentía que estuviera enamorada. "Con la cabeza lo entiendo, pero con esto no", decía él y se tocaba el corazón.
¿Por qué pensás que no creía en tu enamoramiento?
Porque yo muy a menudo decía no. Y para él no hay amor sin sumisión. Seguramente. Pero yo no tenía más remedio que decir no, salvo que estuviera dispuesta a dejar que me pisara la cabeza. Pero además, no se trataba sólo de amor. Era la manera de vivir. Nosotros nos contábamos todo, hablábamos de todo lo que nos pasaba, de lo que pensábamos y sentíamos con total libertad. Sin miramientos ni escrúpulos. Eso era algo que hacíamos bien, pero compartir la vida... Habría sido muy difícil. Yo no debí haberme enamorado nunca de Onetti. Era el último hombre que tenía que haberme gustado. Eramos dos personas absolutamente contradictorias.
¿Pero habrías escrito los poemas de amor que escribiste?
Eso, quién puede saberlo.
¿Cómo conociste a Onetti?
Había una reunión de la gente de la revista Número a la que iría Onetti como invitado. Yo estaba, aunque todavía débil, en plena recuperación de uno de mis episodios. No sentía ganas de ir, pero Manolo insistía. "Vení, va a estar Onetti", decía, lo cual a mí no me interesaba. Finalmente me vestí, fui y Onetti estuvo seductor. Completamente seductor, y claro, me sedujo a mí y a todos. Cuando se fue quedó en mandar de Buenos Aires los cuentos que se publicarían en la revista Número: "Un sueño realizado", "Bienvenido Bob" y otros. A partir de ahí él mandó cartas a Número donde siempre había palabras para mí, la mujer de sonrisa giocondina.
¿Te acordás del tango que más le gustaba a Onetti?
Yo creo que era "Amurado". Sí, "Amurado" le gustaba, pero yo creo que el que más le gustaba era "Tus besos fueron míos". "Pasaste por mi lado con fría indiferencia, tus ojos ni siquiera se detienen sobre mí. Y sin embargo tienen sumida mi existencia, y tuyas son las horas mejores que viví". Ese tango le encantaba.
Bailar no bailaba.
Una noche estábamos en casa y habían venido unos amigos a escuchar unos tangos viejísimos. Bailé con alguien que bailaba muy bien, con lo cual yo también bailé muy bien. Cuando me senté vi que Onetti estaba tristón. "¿Querés bailar?", le pregunté. "No, con lo que acabo de ver, no", dijo él.
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