Por:Alfonso Carvajal
En la idea de Goethe de que "crítica literaria es literatura sobre literatura" se mueve El viaje a la ficción, de Vargas Llosa. Un libro apasionado y veraz sobre Juan Carlos Onetti. El texto del peruano valoriza una crítica, o como llamó Borges a la interpretación literaria: "La temperatura poética de una 'prosaica' reflexión", que, para acercarse a sus orígenes intrínsecos, se nutre de los textos como centro del análisis. Vargas Llosa reivindica la creación de un universo onettiano, Santa María; así como García Márquez creó Macondo y Faulkner, Yoknapatawpha.
Onetti arma la estructura de su ficción en un lugar imaginario y real para la literatura involucrando sus obsesiones, deseos, álter egos, donde "incluye lo soñado y fantaseado como partes esenciales de la experiencia humana". Según el peruano, el escritor uruguayo, cuya primera novela El pozo apareció en 1939, revolucionó con su destreza técnica la novela en un continente en el cual sus contemporáneos escribían en "estilos engolados y postizos que, al mismo tiempo, pretendían describir lo pintoresco y lo típico de la vida regional", desconociendo las técnicas modernas e incapaces de la elaboración del tiempo narrativo. Intuyó la importancia de "la invención del narrador, los puntos de vista y el manejo de los distintos niveles de realidad". Y que "la técnica es eficaz cuando es invisible". En ese espacio, el genio de Onetti entra en acción: creando unos ambientes sórdidos, que desnudan la condición humana en un ámbito de novela totalizadora, en la cual la literatura crea una realidad autónoma, porque desarrolla los móviles del inconsciente con honduras insospechadas. Es decir, donde forma y contenido logran un equilibrio de vértigo, y lo sustancial corre por cuenta de su lucidez creadora.
Vargas Llosa destaca como obras maestras de su cuentística Un sueño realizado, Bienvenido, Bob y El infierno tan temido. Considera a La vida breve (1950) como su novela más ambiciosa y que sirve de antesala a sus dos grandes narraciones de largo aliento -Juntacadáveres y El Astillero-. Entre sus influencias señala a Faulkner, Celine y Borges, principalmente en el viaje de los personajes a mundos imaginarios, hartos de la realidad. Aunque su herencia más grande es Faulkner, Onetti, gracias a su talento, crea una obra auténtica, donde el escepticismo y el horror, el desasosiego y la vejez nos muestran otros rostros de nuestra precariedad. No es un libro de erudito, sino una lectura personal, y Vargas Llosa nos anima a releer a uno de "los más genuinos creadores de nuestro tiempo".
eltiempo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario