En el suplemento "Radar" de Página12 han recordado noblemente al fallecido Mario Benedetti un grupo de escritores y periodistas argentinos. ¿Quién era este escritor tan conocido y, al mismo tiempo, tan olvidado por sus lectores? Un escritor cuyos versos simples y honestos lo mismo podían despertar sentimientos purísimos y profundos o creas algunas caricaturas, como los personajes de Eliseo Subiela. Juan Pablo Bertazza dice:
Benedetti –sería injusto negarlo– es casi una mala palabra para la actual poesía, a tal punto que pocos, muy pocos osarían tomarlo en cuenta. Y eso puede deberse a varias razones: tal vez su inventario poético terminó devorándose al resto de su obra, tal vez su poesía envejeció mal, tal vez no se pueda ser tan popular y de culto al mismo tiempo. Lo indudable es que en el mayor porcentaje del Benedetti poeta hay un Benedetti letrista. Lo curioso es cómo todos los otros Benedettis fueron muriendo a manos del Benedetti de Poemas de la oficina o Sólo mientras tanto, a manos de poemas que le gustaban a nuestros malos maestros de literatura, a manos de poemas que inundan las orillas de la red: el Benedetti periodista, el Benedetti militante de izquierda, el Benedetti crítico de cine, el Benedetti humorista, el Benedetti exiliado y desexiliado, el Benedetti narrador que despabiló al cuento uruguayo con las luces de neón de la ciudad, el kafkiano Benedetti de La tregua, el Benedetti maldito de ese conmovedor relato que es “Sábado de gloria”, donde Benedetti reza a Dios “una oración aplastante, llena de escrúpulos, brutal, una oración a mano armada” para que no se la lleve a su compañera. Todos esos Benedettis que, ahora, paradójicamente, quizás renazcan.
Guillermo Saccomanno dice:
Onetti, bastante escéptico en materia erótica, no se lo tomaba muy en serio. Lo juzgaba con una sobradora misericordia. Hace unos años, entrevistado en un documental sobre Benedetti, Gelman declaraba que gracias a esta poesía sencilla muchos lectores pudieron quizás conocer más tarde una poesía mayor. Para rabieta del elitismo, los poemas de Benedetti fueron canciones. Y volaron por el mundo. Quienes lo leían y cantaban sus letras no eran lectores de Mallarmé y Pound, pero encontraron en Benedetti una voz que los representaba y expresaba lo que muchos no sabían cómo decir. ¿No es acaso esa la función de la poesía: decir lo que no se sabe cómo nombrar? Convengamos, no ha sido poco el mérito de este poeta que supo alcanzar esos lectores que una supuesta alta cultura menosprecia. Tal vez el “poeta menor” –como lo habría calificado un Borges presumido– no lo sea tanto. Tal vez no se reduzca su gloria a ser “un nombre en el índice de una antología”.
El editor de Emecé, Alberto Díaz, recuerda:
Borges decía que la muerte mejora cualquier biografía; en el caso de Mario la muerte no mejora su biografía, ya que su biografía siempre fue impecable: coherente en el compromiso político y en el pacto con sus lectores, a quienes nunca defraudó. Su vida privada y pública conformaban una sólida unidad sin fisuras, ni claudicaciones. Su calidad humana y sencillez son reconocidas por todos aquellos que tuvimos la oportunidad de tratarlo. Con él crecimos y soñamos millones de lectores en todo el mundo y hoy lloramos su pérdida. Trabajador incansable, la muerte lo sorprendió trabajando en un nuevo libro de poesía, Biografía para encontrarme. Como diría Machado “fue un hombre en el mejor sentido de la palabra, un hombre bueno”.
Además, aparece una entrevista a Mario Benedetti por María Esther Gillio.
notasmoleskine.blogspot.com
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