21.5.09

Vargas Llosa, de todo un poco


Aprovechando la aparición de Sables y utopías, visiones de América Latina (Aguilar) audaz recopilación de ensayos escritos desde 1960 por Mario Vargas Llosa hecha por Carlos Granés, Perú 21 aprovechó para entrevistar al autor. Realmente, no tiene desperdicio la conversación de Vargas Llosa con José Gabriel Chueca y Gonzalo Pajares. Para empezar, se refiere con respeto al desaparecido Mario Benedetti:


Fuimos muy amigos. Lo conocí en los 60. Le tuve siempre afecto y admiración, aunque discrepé profundamente con él por razones políticas. No solo me pareció siempre un buen escritor sino un intelectual honesto, un hombre siempre coherente entre sus convicciones y su conducta, a diferencia de otras personas, sobre todo en el campo intelectual, que usaron mucho sus convicciones para medrar. No fue un intelectual barato.


Luego, habla sobre la novela basada en Roger Casement que está terminando de corregir y que posiblemente se publique en el 2010. Dice:


Creo que la búsqueda de la novela total está siempre ahí, en todo escritor, consciente o inconscientemente. A diferencia de un género como la poesía, que es el ideal de perfección, que puede ser condensado en un texto muy breve, la novela que ocurre en el tiempo lo empuja a uno hacia la totalidad; aunque, por supuesto, ninguna novela la alcanza. Pero, además, ese ideal se ajusta a una temática. Hay historias que requieren de un formato más pequeño; por ejemplo, Travesuras de la niña mala. En cambio, la novela sobre Flora Tristán y Gauguin (El paraíso en la otra esquina) o la de Trujillo (La fiesta del Chivo) están más dentro de las que escribí en los años 60, que buscan más visiblemente esa totalidad. Quizá también es el caso de la novela que estoy escribiendo ahora. (...) lo de Roger (Casement) lo conocí a través de lecturas y, luego, hice investigaciones; aunque he vivido la dictadura como todo latinoamericano, no he vivido una como la de Trujillo. Creo que todos los novelistas usan su experiencia, su memoria, como materia prima para la imaginación. Pero también creo que la memoria solo puede ser un punto de partida porque, si uno no tiene libertad para manipular el recuerdo con entera libertad, transformándolo en algo distinto, entonces no hace literatura; hace un documento muy personal, íntimo, que puede tener interés como documento, pero que no es una obra de creación. La literatura consiste en crear un mundo independiente del creador, capaz de parecer autosuficiente, de romper completamente ese cordón umbilical con quien lo creó.


Cuando le preguntan si alguna vez trataría el tema de la violencia política, como otros autores peruanos contemporáneos, contestó con enormísima lucidez:


Ya no me atrevo a hacer este tipo de pronósticos. De repente te encuentras con un tema tan estimulante que te empuja a hacer algo que nunca pensaste hacer. Tengo muchos proyectos –espero tener tiempo de realizarlos todos– y siempre estoy abierto a lo sorpresivo. Es tan bonito encontrar de pronto algo que te estimula mucho. Por ejemplo, la novela que estoy escribiendo. Nunca hubiera pensado escribir algo sobre Casement, un personaje vinculado al independentismo de Irlanda, al Congo y, sin embargo, me encontré con él y, poco a poco, me fui embarcando. Eso demuestra que uno no elige sus temas con toda serenidad. En cierta forma, los temas lo eligen a uno. De pronto, un tema tiene que ver con cosas íntimas que te remueven. No parece que fuera un acto completamente racional. Es como enamorarse.


También se refirió a la literatura actual, que le parece frívola en general:


Eso creo que es verdad [que la literatura actual carece de ambiciones], y creo que responde a la cultura de nuestro tiempo. La civilización de nuestro tiempo busca fundamentalmente el entretenimiento y la diversión. Es muy frívola. Es lógico que tenga tanto éxito una literatura leve, amena, ligera, a veces brillante, pero una que no busca complicar la existencia a nadie ni dar dolores de cabeza sino divertir. Hay magníficos escritores light. Pero creo que esa es una presión que la civilización de nuestro tiempo ejerce sobre la literatura y la cultura. Hay excepciones, y creo que son las más interesantes


Finalmente, habla sobre las obras póstumas y las viudas literarias, incluyendo sus propias disposiciones para el momento fatal. Otra vez lúcido:


Hay viudas y viudas –y, también, viudos y viudos–. No he leído el libro de Cortázar, pero no tengo duda de que esa edición es absolutamente respetable porque la ha hecho Aurora Bernárdez, una mujer extraordinaria. Es una de las mujeres más inteligentes que he conocido y una de las lectoras más lúcidas. Yo siempre creí que Aurora había decidido no escribir porque quería que en esa pareja hubiera un solo escritor. Pero, cuando oía conversar a Julio Cortázar y a Aurora, era difícil decir quién era más inteligente, quién decía cosas más brillantes, quién había leído más y quién había leído mejor. Para mí, es uno de los espectáculos de inteligencia que más me ha sorprendido en la vida. Tanto que yo bromeaba alguna vez diciendo que ellos ensayaban antes sus conversaciones. Esa selección estoy seguro que está hecha con rigor y respeto, desde luego, por Cortázar y por la literatura. Hay viudas o viudos que explotan de una manera ya innoble publicando cosas que el autor jamás hubiera permitido que se publicaran. A mí me parece una inmoralidad publicar algo que no contribuye a la imagen del escritor sino que, más bien, la empobrece. Eso es criticable. Pero que se publiquen inéditos, si son interesantes, en buena hora. (...) [en cuanto a mí] Espero no dejar inéditos. Se publicarán cartas mías, pero he sido tan mal corresponsal… es el único género que no he cultivado (ríe). De manera que nunca verán muchas para publicar. Además, la mayor parte de mis cartas la escriben las secretarias.



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