En una nueva colección de cuentos, después de su premiada novela El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, Patricio Pron ahonda con más precisión y crudeza en esa dimensión de la vida en la que habitan sus últimas ficciones: esa zona en la que el mundo revela su oscura incoherencia y alguien debe dejarse atrás para encontrarse
Patricio Pron, autor argentino, trata de poner orden en un caos./pagina12.com.ar |
Un
hecho es el resultado de otros. Partidarios o no del caos, no podemos
negar que detrás de cada situación o fenómeno se esconden otras
situaciones y fenómenos en una cadena interminable que pretendemos
olvidar para no perder la cordura, para suponer que existe al menos una
pizca de orden en un mundo emperrado en resultarnos desordenado y
caprichoso. ¿Qué es, después de todo, una hipótesis (policial,
científica, cotidiana) sino un mínimo intento de explicar el porqué de
algunas cosas? Generar una hipótesis, entonces: la principal tarea de
Patricio Pron en La vida interior de las plantas de interior, esto es,
entregarse a una apabullante sucesión de conjeturas en torno de ciertas
situaciones y falsearlas para ver si allí, hablando de plantas, podemos
encontrar la raíz del hecho.
Pero decir “raíces”, en el caso de los cuentos aquí reunidos, es un
poco exagerado: los personajes de cada uno de los relatos aparecen como
seres desprendidos de todo, que buscan escapar de una vida que ya no les
pertenece, como sucede en los cuentos “La cosecha” o “El nuevo orden de
la última lluvia”. Incluso el lector se sumerge en la vida de estos
personajes desraizados para tratar de comprender, en alguna medida, el
motivo de su fuga, y no hace otra cosa que encontrarse con el silencio,
la falta de revelación del secreto. Los protagonistas de estas historias
actúan a partir de una causa ausente, aparente por algunos momentos,
pero nunca del todo clara: ¿qué los motiva a la huida? ¿A dónde van a
llegar con todo lo que han hecho?
La vida interior de las plantas de interior. Patricio Pron Mondadori 144 páginas
Patricio Pron (Rosario, 1975) vuelve a ratificar con este libro el
lugar que tiene como uno de los más interesantes escritores en
castellano de estos días: las dos claves que nos servían para
sumergirnos en la lógica de su última novela, El espíritu de mis padres
sigue subiendo en la lluvia, vuelven aquí a repetirse pero de una manera
harto más intrigante. Si en la novela encontrábamos a un protagonista
perdido en un mundo incoherente (por las drogas, por la sensación de
lejanía con respecto a su mundo de referencia) que se reencontraba con
sus “raíces” al incorporarse a la investigación cuasi policíaca llevada
adelante por su moribundo padre, cuentos como el citado “El nuevo
orden...” o el increíble “Como una cabeza enloquecida vaciada de su
contenido” explotan ese mismo procedimiento, ese juego entre la búsqueda
hipotética y el más llano sinsentido, llevándolo a extremos
alucinantes. Por más menor y marginal que parezca, Pron sorprende hasta
con el orden de los fragmentos o capitulillos de cada relato,
salteándose números y colocándolos en lados imprevistos o en un orden
regresivo que va enganchando al lector por esa misma, incoherente
progresión.
¿Qué es la literatura sino un debate entre un mínimo de orden y la
nada? Será por eso que estas historias se detienen en la vida de
escritores o aspirantes a serlo, hasta el punto de que Pron y su obra se
encuentran soterradamente mencionados en las locuras de un tal Laurent
Maréchal. Si somos puntillosos, no es tanto la figura del escritor como
la de jurado en un certamen literario o la de crítico la que priman en
los cuentos, insistiendo en el costado más legalista de la práctica para
que su derrota, su soledad y patetismo sean más estruendosos.
Con algo del Cortázar más afilado (el de Todos los fuegos el fuego),
del Bolaño más visceral (algo de este libro recuerda a Putas asesinas),
Pron logra conectarse con los mejores cuentistas latinoamericanos sin
perder un toque particular, ese tinte a derrota ascética, lógica, que
leemos en sus trabajos, como una nota seca y baja al final de la pieza
musical. Frágil, la escritura de Pron no parece nada del otro mundo, y
por eso cautiva: con sencillez, abre la puerta a lo más oscuro de lo
cotidiano, a lo más ingobernable de lo controlado, en una colección de
cuentos que crecen, como esas molestas plantitas de interior, hasta sin
una gota de luz.
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