25.6.11

La segunda vida de un clásico

Adaptada al cómic, El extranjero, de Albert Camus, es el intento de captar la oscuridad de un héroe trágico
El extranjero. La novela de Albert Camus adaptada al cómic por J.C. Kreimer y J. Aron.foto.fuente:Revista Ñ

La novela gráfica lleva tiempo copando la escena en los países centrales de la geopolítica de la historieta: Estados Unidos, Francia, España, Italia, Japón. La categoría, a grandes rasgos, define a obras de cómic que tienen aspiraciones de "novela", que persiguen una complejidad y una ambición narrativa más propia de la literatura con mayúsculas que de las tradicionales tiras cómicas. Los ejemplos más famosos podrían ser obras como Maus, de Art Spiegelman, Persépolis, de Marjane Satrapi, y hasta nuestro El Eternauta, que fue novela gráfica incluso mucho antes de que se inventara la novela gráfica.

Aquí en la Argentina –otra vieja potencia del cómic– la endeblez de la industria editorial ha impedido todavía que florezcan demasiadas obras de novela gráfica, tal como se las entiende en las grandes ligas. Hay algunas buenas excepciones, como Llegar a los 30, de Ezequiel García (Emecé) o La Burbuja de Bertold, de la dupla Agrimbau-Ippoliti (Historieteca). Pero, todavía falta un golpe de horno definitivo que acabe de establecer una verdadera escena.

Mientras tanto, la categoría se va abriendo paso por otras vertientes. Una de ellas es la que ha elegido transitar Editorial De la Flor en su colección Novela Gráfica, que viene sumando títulos desde finales de 2009. En este caso no se trata de autores de cómic dando vida a relatos de carácter novelesco, sino de adaptaciones al lenguaje de la historieta de obras fundamentales de la literatura. La colección se inició con Fahrenheit 451 y continuó con Los dueños de la Tierra, de David Viñas (adaptada por Juan Carlos Kreimer y con dibujos de Dante Ginevra), el Génesis (por el legendario mito del cómic underground, Robert Crumb), La invención de Morel, de Bioy Casares (por el francés Jean Pierre Mourey) y ahora le tocó el turno a El Extranjero, de Albert Camus.

El riesgo de estas adaptaciones gráficas es que se conviertan en algo así como "literatura para principiantes", en versiones ligeras y fáciles de metabolizar de grandes textos literarios. Pero, afortunadamente, no es el caso. Todos los libros que componen la colección no se detienen en la imitación de del libro original, sino que lo toman como punto de partida para crear una obra completamente nueva, que puede leerse como un todo narrativo en sí mismo. Eso pasa especialmente con la versión de Fahrenheit 451, que, bajo la mirada del estadounidense Tim Hamilton, cobra un tono expresionista y alucinado totalmente diferente al registro plasmado originalmente por Ray Bradbury.

Algo similar ocurre con El Extranjero, adaptado también por Kreimer y con dibujos de Julián Aron. "Es la historia de un hombre que, sin ninguna actitud heroica, acepta morir por la verdad", dijo el propio Camus acerca de su obra. Y, en el cómic, Kreimer y Aron intentan captar esa condición de héroe trágico y oscuro, despojado de toda épica. Bajo el trazo de Aron, los personajes (Mersault y su pandilla) alcanzan un nivel altísimo de sordidez, como si se tratase de un panteón de figuras "celineanas", irresistiblemente atractivas en su ruindad. Echando mano a la capacidad sintética del lenguaje de la historieta, el cómic revela con maestría el alma de Mersault, un tipo incapaz de asumir los gestos que reclama la teatralidad de la vida social: el dolor ante la muerte, la indignación frente a las injusticias. Y que sólo exige la libertad de no sentir nada.

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