24.6.11

Stéphane Hessel, el autor que inspiró protestas de los 'indignados'

Su libro ¡Indignaos! ha sido fuente de inspiración de manifestantes en España, Francia y Grecia
A los 93 años, Hessel tiene muy claro que el héroe de las protestas en el mundo no es él.foto.fuente:eltiempo.com

Este héroe de la resistencia contra el nazismo, cuyo nombre ha sido propuesto para el Premio Nobel de la Paz, es considerado el 'Gandhi' moderno. Stéphane Hessel, autor del best seller planetario ¡Indignaos!, se ha vuelto célebre, a los 93 años, por alentar a sus lectores a luchar contra la indiferencia, que él considera "la peor actitud humana".

De ese panfleto de escasas 23 páginas, publicado en el 2010, traducido a más de una veintena de idiomas, se han impreso en Europa más de 3 millones de ejemplares. Este mes se espera, incluso, una versión en chino.

En las protestas callejeras en varios rincones de este conmocionado planeta -sobre todo en España, Francia y Grecia- los manifestantes reivindican el título de 'indignados'.

En la Plaza Sintagma (Atenas) los 'indignados' griegos enarbolaban hace unos días una pancarta copiada de los 'indignados' españoles de la Puerta del Sol (Madrid) que decía en castellano: "Para todos todo". En la Plaza de la Bastilla (París), los 'indignados' franceses se manifiestan mostrando el título original del libro de Hessel: Indignez-vous!

Detrás de ese fenómeno está Hessel, sobreviviente del campo de concentración de Buchenwald y miembro de la comisión que redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948.

El ex diplomático francés, nacido en Berlín en el seno de una familia judía, admite que en el último decenio la humanidad ha retrocedido a raíz del 11 de septiembre, la guerra en Irak de George W. Bush, la crisis financiera, etc. Pero también constata que en los últimos 70 años se han realizado progresos importantes.

Todos tenemos, sin embargo, la responsabilidad de contribuir con esa empresa sacando adelante una causa. ¿Cuál? Cada uno debe escoger la suya a partir de aquello que lo indigna. Hessel ha escogido, entre otras, la exasperación de los palestinos en Gaza, las crecientes desigualdades entre ricos y pobres, las expulsiones de inmigrantes indocumentados, el monopolio de la información y la privatización de los servicios públicos.

Éxito merecido

Esas ideas no son, por supuesto, muy novedosas ni tampoco, finalmente, muy revolucionarias. El último llamado de Hessel a la juventud europea es a votar. La explicación sobre el súbito impacto internacional de su libro radica, más bien, en la manera de exponer esas ideas.

Su libro se inscribe en la legendaria tradición literaria francesa del Yo acuso, de Émile Zola. La prosa es clara, elegante y, sobre todo, sin la más mínima sombra de crispación. Hessel habla con la evidencia y la naturalidad del que recomienda beber agua para calmar la sed. La no violencia que predica es palpable. El personaje tiene, además, una incuestionable estatura moral, lo cual multiplica el impacto de su mensaje.

De ahí que en el vespertino Le Monde varias personalidades hayan sugerido su nombre para el Premio Nobel de la Paz. Estoy seguro de que Stéphane Hessel conquistaría el mundo desde esa tribuna con su vigorosa y serena voz de anciano sabio que no baja los brazos a pesar de su edad.

¿Se siente el padre espiritual de los indignados del mundo?

En absoluto. Pero sí constato con sumo placer que mi librito ha suscitado mucha simpatía en numerosos lugares del mundo. Salió en un momento histórico clave porque coincidió con las preguntas que algunas sociedades comenzaron a plantearse sobre la forma como están siendo gobernadas. Mi panfleto, que cuesta escasos 3 euros, lo cual no es nada costoso, es un llamado para que la gente esté atenta a ciertos valores importantes.

¿Cómo cuáles?

La dignidad de la persona. Debemos defender siempre y en todas partes la dignidad de la persona. Defenderla contra los ataques económicos y financieros, contra la falta de regulación, contra el lobby del capitalismo triunfante, contra todo aquello que hace reinar en el mundo un régimen en el que hay algunos privilegiados y numerosos miserables.

¿La gran virtud de su libro es ponerle palabras al malestar social que sienten hoy millones de personas?

Yo sí creo. Los valores en los que se basa mi librito - los valores de la resistencia contra los nazis, los de la Declaración Universal de los Derechos Humanos- datan de hace 70 años. Pero hoy siguen siendo esenciales. Cuando vemos que esos valores no son respetados, o que no son lo suficientemente realzados, tenemos motivos para protestar.

Los 'indignados' europeos piden un empleo, mientras que los 'indignados' árabes piden libertad. Son situaciones muy diferentes, ¿no cree usted?

Efectivamente. No se pueden comparar. En Francia, donde tenemos un presidente impopular, hay valores fundamentales que no son respetados. En España hay un gobierno socialista que acaba de sufrir una amplia derrota electoral. Esas democracias tienen defectos, pero la gente puede salir a protestar. En cambio en Túnez y en Egipto el pueblo expulsó del poder a un dictador. En Siria todavía hay un dictador terrible que se mantiene en el poder.

Y, sin embargo, su mensaje es universal. ¿Por qué?

La buena acogida de mi librito en Japón, Corea del Sur, Portugal, incluso en los Estados Unidos del presidente Obama, así como en otra veintena de países, demuestra que los gobiernos actuales no inspiran confianza, que los ciudadanos dudan de sus gobernantes y de la manera como estos están ejerciendo el poder.

Permítame, señor Hessel, terminar con dos preguntas personales. ¿Cuál es el secreto para mantenerse activo a los 93 años de edad? ¿Practica usted algún deporte?

(Risas...) Oh, no. Sobre todo, "nada de deporte", como decía Churchill. Simplemente he conservado la capacidad de escribir, hablar y viajar. Además, tengo memoria.

¿Y cómo se las arregla con esta súbita celebridad?

Trato de no caer en la trampa de pensar que yo soy el que tiene la palabra importante. Lo que hice fue realizar un trabajo con la ayuda de mi editora, Sylvie Crossman. Por supuesto, estoy muy contento de que ese trabajo haya suscitado un cierto número de reacciones en el mundo. Sin embargo, no me hago ninguna ilusión sobre el papel que yo mismo pueda desempeñar. Ya no tengo la edad para asumir responsabilidades. Soy un hombre muy viejo. Pero me alegra que los jóvenes utilicen mi texto para movilizarse.

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