Plagios
La vía rápida que impone nuestra sociedad para todo, incluida la adquisición del éxito y el reconocimiento -con pingües beneficios-, hace del plagio una especie de AVE supersónico que usa las vías apresuradas del cinismo y la desvergüenza
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hoy.es EL plagio, como un eco sin dueño aparente, es un fenómeno que ha existido siempre. Hay quien dice que en la propia Biblia se contienen episodios plagiados de otros relatos legendarios, como la figura de Noé y el diluvio, que se contiene casi exactamente en la epopeya de Gilgamesh, personaje de la mitología sumeria. Pero ciñéndonos a tiempos más actuales, es verdad que pensar y crear son procesos que requieren cierto esfuerzo, y el deseo de conseguir altas metas valiéndose del trabajo de otros puede llegar a ser realmente tentador. Y, ojo, no solo plagian los tuercebotas incapaces de crear algo propio: la Historia está llena de estos robos cutres y picarescos por parte de figuras a priori poco sospechosas de caer en esta fechoría intelectual o, cuando menos, que no lo hubieran necesitado; algunos ejemplos de nuestros tiempos son Pablo Neruda, quien en sus 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada' plagió claramente a Rabindranath Tagore. O el mismo Camilo José Cela, que también plagió a María del Carmen Formoso en 'La cruz de San Andrés', obra con la que consiguió el premio Planeta.
Pero, con todo, son legión los autores claramente mediocres los que usan la moderna herramienta del 'corta-pega' para suplir sus carencias intelectuales y sus prisas de celebridad, insalvables en muchos casos; botón derecho, botón izquierdo del ratón y me hago obispo. Muestra paradigmática de estos 'escritores' de nueva estirpe fue hace unos años el de Ana Rosa Quintana, reportera sonrosada metida a cultivada novelista con un descarado plagio a Danielle Steel en su obra, aspirante dopada a best seller, 'Sabor a hiel'. La vía rápida que impone nuestra sociedad para todo, incluida la adquisición del éxito y el reconocimiento -con pingües beneficios-, hace del plagio una especie de AVE supersónico que usa las vías apresuradas del cinismo y la desvergüenza. El arquetipo del plagio adopta ya un espectro dilatadísimo que se sustancia en todo tipo de producción, ya sea literaria, musical, de logotipos, etc., que van desde las tesis doctorales hasta las letras de las murgas del carnaval: ahí tenemos al hijo de Gadafi, plagiando su tesis sobre la democracia, por cierto (!). O el todopoderoso ministro alemán Guttenberg, que se ha visto forzado a dimitir. A la vista de este panorama, donde ya es difícil diferenciar lo que es de pata negra o una vulgar falsificación, veo irrecuperable el concepto de honestidad. La sobreponderación del poder, la fama y el dinero han eclipsado ya aquellas virtudes en las que un día confiamos: pureza, rectitud, integridad, honradez. Bendita adolescencia idealista.
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