En el siglo XXI se ha acuñado un término, unido al "posmoderno", llamado "nocilla", que abunda ya en los suplementos culturales y similares, y que es una (nueva) referencia recurrente
Algunas fórmulas socorridas que nos hacen la vida más cómoda: lo de que hace falta el cambio para que todo siga igual, de Lampedusa. Lo orwelliano, lo rimbaudiano, lo faulkneriano, lo dantesco, lo victoriano. El romanticismo en los cuadros de Caspar Friedrich. El realismo mágico del boom. Lo shakespeariano, lo homérico, lo platónico, lo freudiano, lo escolástico, lo bukowskiano, lo social, y lo quijotesco. El 'bildungsroman' y el 'volkgeist'. El "venceréis pero no convenceréis", "los hunos y los otros", las "nivolas" y la "intrahistoria" de Unamuno. Lo cartesiano. El 'spleen' y los "paraísos artificiales" de Baudelaire. Larra y el costumbrismo. Un par de proposiciones del 'Tractatus', de Wittgenstein. Lo galdosiano, lo dickensiano. El buen salvaje de Rousseau. La magdalena de Proust. Lo esperpéntico del "callejón del gato", de Valle-Inclán. Lo existencial y lo existencialista. El "distanciamiento brechtiano". Por supuesto, lo kafkiano. Lo lorquiano, lo tolkieniano. Kant con el pasaje que hace referencia al cielo estrellado sobre él y al imperativo moral en su interior. Una novela negra que es "muy chandleriana". Y, sobre todo, lo borgiano.
En el siglo XXI se ha acuñado un término, unido al "posmoderno", llamado "nocilla", que abunda ya en los suplementos culturales y similares, y que es una (nueva) referencia recurrente. El acuñador de este término, Agustín Fernández Mallo, autor gallego, nos señala igualmente lo "postpoético", su base, digamos. Una base generacional, pop, fragmentaria, anglosajona, convenientemente mezclada con manuales de ciencias puras. Un universo reconocible, que quiere hermanar (sin forzar y sin complejos) con "lo borgiano".
Tenemos: 'El hacedor (de Borges), Remake' (Alfaguara). Trabajo éste tan elogiado como su trilogía narrativa (post-narrativa) precedente. Ha llegado a decir algún crítico que habría que plantear una post-crítica para este post-lirismo. Todos a reacuñarse. 'El hacedor' original es un libro muy diverso y fragmentario de poemas y prosas breves que puede ser una muy buena antología borgiana. Con sus laberintos, sus infinitos que acechan, su inimitable fraseo tan elegante y sofisticado, las repeticiones y los exóticos enigmas.
En otro libro de Borges ('Otras inquisiciones') leemos: "El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones". Esto en lenguaje nocilla sería: 'link'. Aceleradores de partículas sustituyen a los héroes, están los aeropuertos en la noche, los microondas, las ecuaciones. Esa prosa seca y minuciosa de Fernández Mallo, tantas veces en presente verbal. Las marcas, muchas veces en inglés. Los insomnios posmodernos. A veces mete añadidos. Hace un seguimiento por Google Earth. Cosas que fascinan a muchos. Pantallas de ordenadores. No están los dioses paganos pesadillescos del relato 'Ragnarök', tan sólo hay marcas. Hay cosas que harán reír a alguno, en su fascinación nocillera: "don, don, toma Lacasitos".
'Borges y yo' o 'El simulacro'
Hay un pan que quizá sea un símbolo ovni. Hay fantasmagorías generacionales, post-poéticas, que acuñan su espacio. Lo virtual está, campa, con su luz fría. Hay una versión narrada y una "versión iconográfica", del impresionante (original) 'Borges y yo'. En la 'Parábola del palacio', en la versión original es un poeta y no un científico a quien muestra su palacio (indistinguible de un laberinto) el Emperador Amarillo. No busca aquí Fernández Mallo hacer de impostor inverosímil, a lo Tom Castro, o como el protagonista del relato 'El simulacro' (en el 'remake' nocilla: Malévich con una camiseta estampada con 'Cabeza borradora', de Lynch). Hay una libre reinvención con fotos digitales, o un registro de las llamadas que se hicieron desde las Torres Gemelas antes del fin, o gráficos, juegos a lo Queneau, películas, palabras del inglés del siglo XXI o nomenclaturas científicas. 'Reset', 'remake', 'play', palabras generacionales para España. Hay mucho siglo XXI. Fernández Mallo pone a Borges a trabajar en Marvel, en un simpático cuento.
Fernández Mallo, al final de la quizá más accesible 'Nocilla Experience/b>incluía un 'mail' de su amigo David Torres, que dice que un personaje suyo que cuelga libros de matemáticas como se tiende la ropa es como uno de '2666' de Bolaño. Dice Torres: "Me imagino que no has leído el libro pero es una de esas coincidencias que joden o, como diría Borges, que forman un orden secreto". Por entonces, ya se andaba trabajando este artista contemporáneo, Fernández Mallo, con el remake. Fernández Mallo está a la postpoesía, y con ella sigue estos órdenes secretos. Borges dedica su libro a Lugones (a quien podemos asociar el estilo borgiano, "lo borgiano", junto con Schwob, o Dunsany), y, en este caso, Fernández Mallo a Borges. Así, los ciclos, con su variante, su sino, su azar. Mete Fernández Mallo nocilla donde quiere, sin complejos. Lo borgiano no ha quedado tal y como lo conocíamos antes del remake. Pero a su vez era sólo un terreno nutricio donde levantar el ritual y el homenaje. En otros mundos y en otros números, Fernández Mallo ve (atisba) links (que, según ha dicho, son el "tiempo topográfico"), acuña.
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