28.3.11

Literaturas mutantes

Sobre el futuro imperfecto de la narrativa virtual

foto:archivo.fuente:Revista Ñ

No hace mucho me llegó desde España una propuesta para trabajar en el proyecto de un concurso para una novela colectiva creada a través de Internet. La idea era (es) que quince autores diferentes escriban otros tantos capítulos de una misma historia cuyo puntapié inicial estuvo a cargo del peruano Santiago Roncagliolo.

El experimento ya va por la mitad: los interesados mandan el capítulo que sigue y un comité de lectores los evalúa. "Lo que tendrías que hacer es leer unos cuantos candidatos cada vez y darles un puntaje del 0 al 10", me contaban los organizadores antes de que la idea se instalara en una página web (tobecontinued.com) y sus réplicas en un blog, Facebook, Youtube, Twitter y todo el andamiaje virtual disponible.

La llegada de Internet le abrió las puertas a esta literatura mutante, con resultados hasta ahora perecederos. Primero fueron los chats y los blogs mudados al libro como crónicas, relatos o novelas, que emergieron con toda la fanfarria de las modas pasajeras. A principios de este año, el sitio digital de la revista Ñ propuso otro ensayo virtual: la escritura en comunidad de una novela en la plataforma de Twitter. Fueron tres días de posteos a 140 caracteres por cabeza hasta que la trama se fue de las manos. "La Web nos une, sí, pero también nos dispersa", escribió el periodista Andrés Hax al analizar los resultados que fluyeron hacia un caos previsible. Otra escala en el tránsito de esta literatura mutante la veremos dentro de no mucho, cuando se invente algún programa que hornee frases y amase párrafos que se adapten a la prosa del narrador. Ya existe algo parecido: Topicmarks hace un resumen de cualquier documento (en inglés, por ahora) que se suba a ese sitio, con resultados tan prudentes como para causar alarma.

Sin embargo, esta narrativa experimental que navega entre lo grupal y lo virtual está condenada a un futuro imperfecto. Un autor no sólo le pone su pasado y su presente a lo que escribe sino sobre todo su alma, única e indivisa. Y lo que no tiene alma está condenado a morir antes de haber nacido.

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