10.3.11

Best sellers: el canon popular

El primer best seller literario fue el Quijote, que ya en su primer año tuvo tres ediciones piratas

Justificar a ambos lados¿Se trata de un fenómeno comercial, o bien de un canon literario popular, alternativo al académico? Repasamos su historia y sus hitos.foto.fuente:lavanguardia.es


Difusión, lectura absorbente, comercio y calidad literaria son conceptos que se discuten cuando hablamos de best sellers. Nuevos estudios aportan luz sobre la historia de los superventas, las razones de su éxito, sus tipologías y el espacio imaginario que crean

"Los best sellers -dice el historiador francés Pierre Nora- han sabido revelar en cada momento las sensibilidades latentes de una sociedad. Es como si el superventas sorpresa hubiera perforado el inconsciente colectivo". Aunque, eso sí -añade- "las razones de su éxito siguen siendo enigmáticas".

La opinión de Nora es un buen punto de partida para adentrarnos en un fenómeno sobre el que se cuenta con escasa bibliografía y de entrada plantea un problema terminológico: ¿de qué se habla cuando hablamos de best sellers? ¿De un fenómeno socio-comercial (libros que se han vendido mucho) o de un género literario (novelones extensos y entretenidos, considerados de escasa entidad literaria)?

No hay registros realmente fiables para fijar cuáles son los libros más vendidos de todos los tiempos. Existe coincidencia general en considerar a La Biblia como el número uno universal. Pero la discrepancia ya afecta al siguiente puesto. ¿Sería El Corán o bien El Libro Rojo de Mao Tsé Tung el segundo volumen más difundido de todos los tiempos? A ambos se les atribuyen ventas acumuladas por encima de los 800 millones de ejemplares, pero no hay autoridad que pueda arbitrar el desempate.

Si recurrimos a los rankings actuales accesibles por internet, generalmente de factura estadounidense, enseguida, tras los títulos citados, nos aparecen obras como el Manual del Boy Scout de Baden Powell (150 millones de ejemplares) o el libro de los Testigos de Jehová (107 millones). Las obras vinculadas a religiones o ideologías, y por tanto de consulta obligada para los respectivos creyentes, figuran siempre altas en estas relaciones. Ylos primeros autores literarios registrados suelen ser Charles Dickens (con Historia de dos ciudades o Canción de Navidad,por encima de los 200 millones) o bien Agatha Christie, la autora más traducida del siglo XX según la Unesco.

José Antonio Marina habla de un doble canon. "Tradicionalmente, la historia de la literatura se ocupa de los libros de mayor calidad, de los hitos importantes de la tradición literaria, desde un punto de vista intemporal. Solo importa su valor objetivo, que se manifestaría aunque solo un lector —el encargado de juzgarlo— lo hubiera leído. En cambio, en los best sellers, el público, el lector, tiene un protagonismo especial, puesto que es él quien decide lo que entra o no en esa historia. Dos cánones van a enfrentarse: el canon ideal y el canon real. Y cuando una obra está en ambos —en la historia de la calidad y en la historia de la popularidad— pertenece a una categoría especial, para mí apasionante, que denominaría canon total".

Para conseguir una panorámica fiable sobre las obras que a lo largo de los tiempos han constituido fenómenos sociales no podemos utililizar las ventas acumuladas a día de hoy, sino que tenemos que recurrir a las historias del libro y de la edición para detectar aquellas que tuvieron impacto, a veces con ventas que hoy nos parecerían insignificantes pero que en el seno de sociedades preindustriales con alto nivel de analfabetismo resultaban importantísimas.

En el periodo medieval, antes de la invención de la imprenta, cuando los textos se copiaban a mano, sabemos qué libros tuvieron éxito por el número de copias que se han conservado. La Leyenda dorada,del obispo de Génova Santiago de la Vorágine, considerado como el libro más difundido de la baja edad media, es una recopilación de vidas de santos con profusión de anécdotas curiosas y martirios truculentos. Sirvió de fuente a los pintores de la época, que para poder plasmar de forma creíble a San Pablo Ermitaño o Santa Eufemia recurrían a sus páginas.

Las novelas de caballería y algunos relatos de viaje como el de Marco Polo fueron otros hitos de la lectura en el Medioevo, coronada con una obra de devoción: la Imitación de Cristo (1441) de Tomás de Kempis, según algunos estudiosos el libro cristiano más reimpreso después de La Biblia.

La confrontación espiritual que marca el inicio de la edad moderna europea genera superventas, como el Elogio de la locura de Erasmo (1509) o los Escritos de Martín Lutero, cuya traducción de La Biblia al alemán registró 445 ediciones en sus primeros veinte años.

La literatura española marcó el gusto de la época. El lazarillo de Tormes (1554) se traduce a diez idiomas antes de acabar el siglo y crea escuelas de novela picaresca en media Europa. Pero el primer gran best seller literario internacional es, según el historiador Donald Sasson, Don Quijote de la Mancha,que al año de publicación de la primera parte contaba ya con tres ediciones pirata, y antes de quince años ya había sido traducido al francés, al inglés, al italiano, al holandés y al alemán.

Daniel Defoe, con su novela de náufrago Robinson Crusoe (1719) consigue 700 reimpresiones y traducciones en menos de cien años. La novela satírica Los viajes de Gulliver,de Swift, la romántica Pamela,de Samuel Richardson, y la pornográfica Fanny Hill,de John Cleland, animaron el panorama librero del siglo XVIII británico.

En Francia los superventas son ilustrados. Rousseau hipnotiza a las lectoras contemporáneas con La nueva Eloísa, que en muchos establecimientos se alquila por periodos de un día. Diderot y D'Alambert consiguen impulsar una eficacísima empresa para coordinar, imprimir y distribuir su magna obra en veintiocho volúmenes La Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios.Cuatro mil suscriptores permitieron tirar adelante este proyecto que se prolongó a lo largo de treinta años, cambió el clima intelectual de su época y abonó el terreno para la Revolución francesa. En Alemania, el romanticismo de Goethe con su Werther impulsó tanto el suicidio por amor como la actividad lectora de la época.

Con la novela gótica se inaugura el éxito popular de lo que hoy llamamos novelas de género. Acogió historias fantasmales, neblinosas, grandguiñolescas, de El castillo de Otranto (Horace Walpole, 1764) a Malmoth el errabundo (Charles Maturin, 1820).

Pero es la difusión de la lectura generada por el revolucionario siglo XIX la que creará el best seller de la era industrial. El incremento de la alfabetización en Europa y EE.UU., las nuevas técnicas editoriales a partir de máquinas de imprimir automáticas, y los adelantos en materias de distribución favorecen un enorme dinamismo en el mundo del libro. El Ivanhoe de Walter Scott inaugura el superventas decimonónico, abriendo la línea en la que se ubicarán los folletones franceses, las novelas de anticipación y de viajes de Julio Verne, la intriga de Sherlock Holmes y las aventuras de Salgari y Karl May, la recreación histórica de Bulwer Lytton o las obras juveniles de la condesa de Segur o Edmundo de Amicis, entre otros de los hitos que puntúan brillantemente el best seller del siglo XIX.

El siglo XX, claro, acaba de fijar el fenómeno. La consolidación de EE.UU. como primera potencia mundial y el triunfo de la cultura de masas abren un nuevo espacio editorial y un recambio en el baremo de ventas, que hace eclosión en los años cincuenta. En un viaje por EE.UU. en esas fechas, Simone de Beauvoir constata que "un escritor que no se dedica deliberadamente a fabricar best sellers tiene problemas para vivir de su pluma". Se fija la nueva cifra que define un superventas: un millón de ejemplares. Y surge una generación de autores profesionales de grandes éxitos: James Michener, Harold Robbins o Irving Wallace producen incansablemente gruesos novelones que encadenan historias de amor y aventuras recurriendo a trucos y estructuras narrativas del folletón clásico para mantener el interés del lector. Best seller pasa a ser sinónimo de un tipo de narrativa amena y elaborada artesanalmente, que aspira sin disimulos a captar el interés del lector y al que la crítica deja de lado. En España, Planeta o Grijalbo crearán colecciones de best sellers antes de saber si esos libros se van a vender o no.

La respuesta cultural a esta hegemonía yanqui llega en los años ochenta, con el auge del best seller de calidad europeo. Bajo esta etiqueta se colocó a una serie de novelas que consiguieron la rarísima unanimidad de público y crítica; a menudo funcionaban como contraseña de grupo y la gente que los leía se reconocía entre sí como integrantes de una nueva cultura con fuerte base generacional. Fue un fenómeno inesperado. Milan Kundera, Marguerite Duras, Umberto Eco o Patrick Suskind estaban entre los autores de prestigio cultural que consiguieron por aquel entonces ventas multimillonarias.

La narrativa popular estadounidense contraatacó con una nueva generación de autores que marcaron algunas de las páginas más brillantes de su historia: Michael Crichton o John Grisham publican obras maestras de la ciencia ficción y el thriller, y junto a colegas como Tom Clancy abren el camino a la nueva dimensión industrial del éxito: el megaseller.En el primer decenio del siglo XXI la evolución editorial ya permite lanzamientos globales y unas cifras que no se podían soñar hace treinta años. El criterio del éxito realmente grande se marca en los diez millones de ejemplares. J. K. Rowling con su serie Harry Potter, Dan Brown, Stephanie Meyer con sus vampiros adolescentes o Stieg Larsson encarnan esta nueva dimensión.

La reflexión sobre el best seller nos obliga a preguntarnos sobre sus tipologías. Es falso que sean sinónimo de obras de entretenimiento. En la historia contemporánea encontramos numerosas obras testimoniales o de denuncia que han sido superventas: La cabaña del tío Tom y su alegato antiesclavista, Sin novedad en el frente en clave antibélica o el Diario de Anna Frank, la obra más difundida sobre los horrores del nazismo, desde una perspectiva de reclusión doméstica.

No hay gran momento histórico sin su novelón best seller: la Revolución francesa tuvo Historia de dos ciudades,de Dickens; la Guerra de Secesión, Lo que el viento se llevó;la revolución rusa, Doctor Zhivago;la guerra civil española, Los cipreses creen en Dios.

Otra tipología bestsellerística habitual es la de las fábulas y relatos simbólicos, de calidades tan variables como las que separan al Siddharta de Hesse de El alquimista de Paulo Coelho, y El viejo y el mar de Hemingway de Quién se ha llevado mi queso de Johnson.

La herencia de Eugenio Sue ha dejado su huella en los culebrones de nuestro tiempo, como los novelones de Harold Robbins o Ken Follett, repletos de amores y desamores, encuentros inverosímiles y malvados sin alma.

La intriga, el género sentimental, el erótico, el gótico, la aventura, la autoayuda y superación personal, la gastronomía y vida cotidiana son buenos amparadores de superventas. Y la amenidad, el lenguaje claro, la narratividad y el tono positivo suelen ser elementos recurrentes en su planteamiento.

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