por Matías Fernández
En todos los reportajes hay lugares comunes, cosas que siempre se preguntan, fijas. A los actores se les pregunta si se parecen a sus personajes, a los futbolistas cuál fue su mejor gol y a los escritores, entre muchas otras, por qué se les ocurrió empezar a escribir.
¿Será que ese dato nos acerca un poco más a la humanidad de cada uno de estos personajes que muchas veces no parecen tan humanos? No sólo queremos saber cómo empezaron a escribir sino a qué hora lo hacen, cómo se les ocurren las historias y hasta qué almuerzan los domingos. Por suerte -la mayoría de los escritores- son personas reservadas y no llegan a tal extremo, aunque algunas veces pueden llegar a dar el brazo a torcer.
En HdA nos gustan mucho las revistas que son el precedente material de los blogs, eso que también circulaba y que transmitía información valiosa un poco secreta para el resto del mundo. Un pequeño tesoro que tengo es una colección de revistas Babel. Para aquellos que no lo saben la revista Babel era un extenso mensuario que traía como subtítulo (o “bajada”) “Revista de libros”. En ella escribían todos, piensen en algún crítico o escritor de fines de los ochentas y ahí estará.
El número Nº 1 de Babel, del año 1988 (costaba ocho australes) traía un dossier especial con la pregunta “¿Por qué escribe?” hecha a muchos escritores. Traemos algunas de las respuestas en este primer rescate de la gran revista.
La respuesta de Piglia sobre por qué escribe es sintética:
Porque el mundo de la ficción me intriga: la circulación de las historias, los disfraces de la lengua y el poder de creer. La literatura es el laboratorio de lo posible: un lugar donde se puede experimentar, simular lo viejo con lo nuevo. Escribo porque la literatura es la forma privada de la utopía.
Un fragmento de la respuesta de Calvino:
Porque nunca estoy del todo satisfecho con lo que ya escribí y quisiera, de una manera u otra, corregirlo, completarlo, proponer otras soluciones. Por lo tanto, nunca hay una primera vez. La necesidad de escribir siempre ha sido para mi la de tachar, reemplazar cualquier cosa ya escrita por otra que hay que escribir.
Porque leyendo a X (un X antiguo o contemporáneo) se me ocurre pensar: ¡Ah! ¡Cuánto me gustaría escribir como X! ¡Lástima que eso está más allá de mis posibilidades! Entonces trato de imaginarme esa empresa imposible, sueño con el libro que no escribiré jamás pero que me gustaría leer y ubicar junto a otros libros admirados.
Enseguida aparecen en mi mente algunas palabras, algunas frases. Inmediatamente olvido a X y a cualquier otro modelo.
Pienso sólo en ese libro, ése que no ha sido escrito jamás por nadie y que podría ser mi libro…
Philip Roth huyó abrumado de la respuesta:
No responderé. Me llevaría la vida entera dar una respuesta.
Milan Kundera dijo:
Aunque no sea más que una ridícula ilusión, uno está persuadido de que debe escribir para decir lo que nadie ha dicho. Decir lo que nadie ha dicho significa contradecir a todo el mundo.
Escribir, por lo tanto, es el placer de contradecir, la felicidad de estar solo contra todos, la alegría de provocar a los enemigos e irritar a los amigos. Pero, una vez terminado el libro, uno nuevamente desea gustar. Es inevitable, es humano. Ahora bien, ¿cómo puede gustar aquel que tiene la pasión de desafiar a todo el mundo? Es la enorme contradicción, sin salida, sobre la que reposa nuestro oficio. ¿Sin salida? En realidad, hay una: cada tanto se tiene la responsabilidad de ser mal comprendido.
Carlos Fuentes, un hombre muy seguro de si mismo, respondió:
Porque es una de las raras cosas que sé hacer.
Marguerite Duras profetizó:
He sido hostigada por la pregunta de los diarios sobre ese preciso punto: escribir. Siempre traté de responder cortésmente pero de hecho no tenía nada que decir sobre el asunto. No sé nada, no he sabido jamás en qué consiste esa actividad tan extraña. Creo que esto cesará en el 2027. Terminando de golpe, nadie escribirá más.
http://www.hablandodelasunto.com.ar
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