Por Felipe de J. Pérez Cruz
Concluye la Feria Internacional del Libro en la Ciudad de La Habana, para continuar en las amplias dimensiones del archipiélago, su fiesta de masas emancipadas y en tanto cultas. Nos congratulamos con el Premio y el 50 aniversario de nuestra Casa de las Américas. Nuestros invitados especiales para tales eventos, los amigos del mundo y en especial de América Latina que nos visitan, enriqueciéndonos con sus culturas, inteligencias y obras, ya comienzan a regresar a sus hogares, a sus tareas cotidianas. Les agradecemos sobre todo la delicadeza de su acto soberano de visitar al pueblo que lleva medio siglo defendiendo el socialismo en este hemisferio. Para muchos esta visita será un acto de amor, que habla además de valentía personal. Sabemos las presiones que siempre se ejercen, los riesgos de represalias y exclusiones por ejercer el derecho a compartir con los cubanos y cubanas en Revolución.
Acabo de leer uno tras otro, los libros “Julio Antonio Mella. Una Biografía” (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008), de Christine Hatzky y “Tony Guiteras, un hombre guapo” (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009), de Paco Ignacio Taibo II. Es una oportunidad de regalo que los organizadores de la Feria nos ofrecieron.. .
Paco Ignacio Taibo II
El hispano mexicano Francisco Ignacio Taibo Mahojo, más conocido como Paco Ignacio Taibo II, sin dudas hoy uno de los más destacados escritores de la región, nos acompañó como jurado del Premio Casa y a la par presentó en la Feria la edición cubana de "Tony Guiteras, un hombre guapo" (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009). Cuba se prestigia con la presencia entre nosotros de amigos como Paco Ignacio, que nos dedican arduas horas en la lectura intensa de los manuscritos presentados al Premio. Más, si una figura como la de Antonio Guiteras Holmes le mueve a realizar la obra que nos ha entregado. Ya quienes seguimos los temas históricos habíamos tenido antes, dentro de su profusa producción literaria, sus entregas sobre Ernesto Che Guevara y Francisco Pancho Villa.
Lamento sin embargo que esta vez Paco Ignacio, entre las prioridades de su agenda, merecidos reconocimientos, el cariño y las sonrisas de sus más cercanos interlocutores cubanos y el respeto y la simpatía que a todos nos provoca, no haya tenido la oportunidad para dialogar sobre la historiografí a de este país, con quienes en definitiva la hacemos. También para explicarle la labor que realiza el relativamente nutrido gremio de los historiadores, maestros y promotores de las disciplinas históricas, sus instituciones y organizaciones profesionales.
A los amigos se les va directo, y con razones sobre todo de amor. No pienso que haya que esperar a otra Feria, para que Paco Ignacio conozca que sus declaraciones sobre la historia nacional y los historiadores que trabajamos en Cuba, realizada en su intervención en el programa de la Mesa Redondo de la televisión nacional (), nos dejaron el mal sabor de la petulancia, a buena parte de los compañeros y compañeras que las escuchamos, No se trata de compartir o no los enfoques del autor sobre nuestra historiografí a, tal como propone el editor y prologuista Iroel Sánchez. Desde el corazón y también con muy sólidas razones de la inteligencia, le podemos abundar al escritor y al camarada de trinchera, sobre lo feliz que resulta, aún para una persona tan culta e informada como él, esa vieja regla de sentido común, que recomienda no intentar sentar cátedra en un saber que se desconoce en su suma de totalidades.
El diálogo de respeto pule, educa y fertiliza. No me caben dudas de que nos reconoceremos con Paco Ignacio en lo esencial: el rechazo a lo que refiere como materiales simplificados que nos han pretendido ofrecer como historia, fenómeno sobre el que en Cuba hay una crítica y acción consecuente. Algo realmente horroroso, cuando nos tropezamos en España, México o los Estados Unidos, con los manuales mercenarios que pagan el capital y la oligarquía, no sólo “simplificados” , mentirosos.
Precisamente para tratar el tema de la historiografí a cubana en la época de la Revolución, la Editorial de Ciencias Sociales repitió en esta nueva convocatoria de la Feria, el encuentro con los historiadores. El día 14 pasado, la Unión Nacional de Historiadores de Cuba presentó un panel en el que se abordó con mirada serena, los logros y retos de cincuenta años de la producción y el oficio de los historiadores.
No es la primera vez, ni será la última, que quienes nos visiten fracasen en el intento de generalizarnos, desde el pedazo de la Cuba y de los cubanos que piensa que conoció. Estaría por ver con Paco Ignacio cuáles son los historiadores “ortodoxos” y “oficialistas” que refiere y si son tales, pero lo más importante siempre será darle la oportunidad de que conozca lo que realmente vibra y toma alma de libros –muchos aún en espera de publicarse- desde el trabajo de la investigación y docencia de la Historia, no sólo en la capital, sino en toda la geografía académica y universitaria cubana.
Christine Hatzky
Como Paco Ignacio se confiesa un enamorado de ese otro Hombre Sol que fue Julio Antonio Mella, supongo que su estancia en la Feria le haya proporcionado la alegría del lanzamiento del libro -escrito primero como tesis doctoral-, por la historiadora alemana Christine Hatzky, docente en la Universidad Duisburg-Essen. Christine con modestia propone una, no la biografía de Mella. Y ya desde el título, anuncia su respeto por la historiografí a nacional, que le ha dedicado al joven revolucionario una especial atención.
No conocía a la autora del nuevo libro sobre Mella. Nos la presentó a la más amplia comunidad académica, en la revista Calibán, la prestigiosa historiadora Angelina Rojas Blaquier, autoridad por excelencia en el estudio de la historia del movimiento comunista cubano, quien también hace el prólogo del libro. Al finalizar el Encuentro de Historiadores del día 14, el joven historiador Rainer Schultz, compatriota de Christine, me brindó el placer de conversar brevemente con la autora. Antes, ya había reparado en aquella mujer de ojos grandes, hermosos, que por casi tres horas, nos había seguido atenta a la lectura de ponencias y los debates que ellas suscitaron.
Julio Antonio Mella. Una Biografía
El de Christine es un macizo texto biográfico, que no por ello elude el análisis de situación, sustentado en una abundante -y en varios temas novedoso- aparato referencial. En ciencias no sólo vale el discurso del texto, lo más importante está en la demostración del camino del conocimiento, la verificabilidad de los resultados, y a ello Christine le ha concedido una especial atención. Muy interesante la invitación que hace la autora a revisar varias “verdades establecidas” ; aporta Christine en esta dirección. Son varios los puntos que he subrayado como posibles sugerencias y discrepancias, no sólo sobre Mella, también sobre el escenario cubano y el movimiento revolucionario de la época. Me referiré a lo más sustantivo:
La propia historia que Christine reconstruye, contradice su dibujo de Enoch H. Crowder: ¿Quiénes lo tenían por persona íntegra, por un gran amigo? Sin dudas los oligarcas y su grupos afines. Leland Jenks, de quien no hay dudas “ideológicas” hizo la comparación exacta: Un procónsul romano. Por eso el joven Julio Antonio Mella y sus condiscípulos de la universidad habanera, interrumpen el acto de genuflexión con el que pretendían honrarlo por “sus servicios”. Si de Mella y la historia del movimiento obrero y comunista se trata, el texto es muy pálido en el abordaje de la figura de Carlos Baliño. Desde 1964 se editó una compilación de los Documentos de Carlos Baliño, que revisada fue reimpresa en 1976. La obra de este fundador, ha sido objeto de variados trabajos, con diversas ópticas. Los criterios de Christine sobre Víctor Raúl Haya de la Torre y el APRA precisan de una mayor sustentación. Es recomendable que la autora atienda la producción historiográfica peruana sobre estos temas.
El Mella racialmente “blanco” de Christine no puede convencerme. Me acostumbré durante años al secreto de ver cada noche en el Noticiero de la Televisión Nacional, la imagen de un compatriota que se parecía mucho a Mella. Fue la confesión que me hizo Sarah Pascual, una noche que en su casa coincidí con la hora de nuestro popular noticiero. En aquella ocasión la entrañable amiga de Mella, señalo la pequeña pantalla, y me sorprendió con su peculiar gracia: “Como me recuerda ese joven locutor a Julio Antonio”, y se refería por supuesto a quien por entonces era un joven mulato –“mulato blanconazo” se dice en mi barrio-, que comenzaba sus lides de presentador, devenido hoy en una popular y querida personalidad de la locución cubana. Nelio Contreras, tan rápida y fatalmente desaparecido, recogió numerosos testimonios de quienes conocieron a Mella. En su entusiasmo juvenil, mi querido amigo mulato, sentía además el orgullo de que en no pocas ocasiones sus entrevistados le afirmaban que el sólo era un “poquito” más “trigueño” que Mella. El origen dominicano del joven biografiado es otra una pista que Christine puede reevaluar. En los dominicanos –como en muchos santiagueros y santiagueras- , es muy fuerte esa mezcla peculiar y maravillosa de nuestra negritud.
Insisto en el tema racial para abrir al debate un punto de vista distinto, que considero más esencial. La africanía en los cubanos y cubanas no es un problema epitelial, es una resultante histórica, condición psicológica, riqueza cultural, que la Revolución recuperó para siempre, que hoy está en un nuevo momento de consolidación, en el fin de las reminiscencias prejuiciosas, en la defensa de lo alcanzado frente un capitalismo individualista y racista, que multiplica su impacto feroz desde el mundo comunicacional y audiovisual, y definitivamente en los retrocesos y/o no-avances que podamos tener, en la hegemonía del mundo moral y las relaciones materiales objetivas socialistas.
No resiste análisis el lugar más débil del libro: La especulación de Christine sobre un mestizaje de Mella como “construcción elaborada en Cuba después de 1959, con el objetivo de integrar en el sistema a la población afrocubana mediante una figura política con la fuerza simbólica de Mella”. Este es un favor que se que Christine no quiere hacerle a quienes intentan con fines diversionistas, introducir entre nosotros toda clase de tergiversaciones y manipulaciones sobre la problemática racial. Los hombres y las mujeres se conocen por sus obras, y todo su texto sobre Mella, es una negación rotunda a tan flacos fines. Si hay un responsable de tal dislate, no es Christine que no tiene necesariamente que estar al tanto del día-día del archipiélago, en lo fundamento son sus editores cubanos los que debieron estar más atentos para asesorarla.
“Julio Antonio Mella. Una Biografía”, incluye como anexos la publicación íntegra por primera vez en el país, de documentos largamente esperados. La mayoría de los estudiosos solo habíamos tenido acceso a los fragmentos citados como parte del ensayo de Alfredo Martin, “Mella.
Nacimiento de un líder” (2001), que al ser publicado por la capitalina Editorial Extramuros, no contó con el privilegio del formato hermoso, la cantidad de ejemplares y el impacto de circulación que otorgan las editoriales nacionales. No obstante el libro de Alfredo, en buena lid, es el primero que ahondó en los pormenores de la sanción de separación –no de expulsión- de Mella del partido cubano, después de su huelga de hambre a finales de 1925. Recomiendo a mi estimada colega Angelina, hacer justicia al libro de Alfredo, en una próxima –de seguro habrán varias- edición del prólogo.
Al terminar esta primera lectura del “Mella” de Christine, sentí el peso de un trabajo serio y enjundioso. Sin dudas me quedé con la necesidad de realizar un estudio más detenido, para comprender mejor el tejido de argumentos y su sustentación. Pronto lo haré. Pienso además, que me quedan muchas más visitas a este texto.
“Tony Guiteras, un hombre guapo”
El libro de Paco Ignacio, nos lo anuncia Iroel Sánchez, es un torbellino apasionante. Siempre las generaciones de revolucionarios cubanos que no conocimos a Guiteras, nos lo imaginamos tal como lo narra el buen oficio del autor: nos trasladarnos a aquellos días de explosión revolucionaria, caminamos junto a Guiteras, escuchamos su voz…
Muy bello el rescate de la colosal figura de Carlos Aponte. Nos recuerda una deuda tremenda de la historiografí a latinoamericana y caribeña, casi vergonzosa si de los intelectuales revolucionarios de Cuba, más que de Venezuela se trata. Exacto el análisis “clasista” de otro procónsul: Benjamin Sumner Welles.
El Paco Ignacio definitivo de la literatura, nos solicita amablemente enviar críticas, correcciones y sugerencias, para mejorar futuras ediciones. Respeto el derecho de cada autor para con su obra, pero le adelanto mi opinión de lector atrapado, comprometido: Esta obra en su dignidad de narración histórica tiene ya su inconfundible y rotunda personalidad propia. No considero necesaria rectificación alguna.
Paco Ignacio demuestra haber realizado un mayúsculo ejercicio de investigación. Por si algún día desea convertir este acumulado, en ensayo o monografía histórica sobre los personajes y la época, me animo a comentarle: No coincido con algunos enfoques que realiza, en particular discrepo de su dibujo sobre el sectarismo de Rubén Martínez Villena. Es evidente que, en su notable búsqueda, parece que no llegó -o no atendió- a algunos documentos que resultan esclarecedores. Y sobre todo, le falla la evaluación cualitativa. Sigue presente en el autor el lastre de la historiografí a que se deslumbra tanto con el poeta, que no llega a entender la poesía mayor del combatiente y dirigente comunista. Se nota que le falta en este caso, un estudio más incisivo del pensamiento político de Rubén.
Precisamente en esta Feria, la habanera Editorial Unicornio, puso a disposición con el título “Rubén Martínez Villena: Por los caminos de Martí” (La Habana, 2008), un sucinto resumen de la tesis doctoral de la historiadora Juana Rosales García, donde se precisa de manera inobjetable, entre otros, estos aspectos tan desconocidos de Rubén. Ojalá el libro de Juana, no corra la suerte del de Alfredo Martín. No pocas de nuestras editoriales de provincia ya llegan a su mayoría de edad, mientras sus posibilidades productivas son aún limitadísimas, para canalizar el movimiento intelectual que crece, que estalla en la literatura y se renueva en la Historia y las Ciencias Sociales. Se trata de un fenómeno de desarrollo sobre el que debemos meditar soluciones, sin abandonar la práctica de publicar lo bueno que facturan los colegas cubanos y extranjeros que laboran en el exterior.
El listado bibliográfico que se adjunto al libro, nos dice que Paco Ignacio no tuvo la feliz oportunidad de conocer los estudios realizados por Enrique Cirules y otros historiadores y especialistas, sobre el submundo de corrupción y tolerancia mercantilizada, que ya desde esa tercera década del Siglo XX los yanquis promovieron en La Habana de turistas y marines. En tal escenario hay que colocar el ejercicio habanero de la conducta sexual que le endilga al Embajador Sumner Welles. Este detalle nos puede poner a juicio si en la ciudad de prostíbulos y “casas de citas”, era tal la clandestinidad forzada del individuo. Para los ricos –fueran los amos del Norte o sus sirvientes de la burguesía aristocrática y parasitaria- su visita a La Marina, San Isidro o La Victoria, era en lo fundamental otra faceta más de su condición de explotadores.
El confundir la homosexualidad con la bisexualidad que realmente Paco Ignacio describe en la vida del personaje, también dificulta penetrar mejor esta faceta personológica en que ha decidido incursionar. En tiempos de empoderamiento de las identidades sexuales, frente a la impronta ética y política de asumir definitivamente la normalidad de las diferencias, se precisa mayor conocimiento en quienes como Paco Ignacio pueden dar un aporte sustantivo a la descontaminació n machista y sexista de nuestras sociedades. En temas tan vulnerables, una intención loable mal emprendida, puede hacer el efecto de un elefante en una cristalería.
Al concluir la lectura del “Guiteras” de Paco Ignacio, busqué en mi librero los textos del historiador cubano José A. Tabares del Real y en especial su biografía de Guiteras (Guiteras, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, Ciencias Sociales, 1990), a quien debemos la recuperación historiográfica de la figura de Guiteras. Releer ahora a Tabares me ratificó el aporte del libro de Paco Ignacio: el genio del escritor nos coloca en una dimensión enriquecida de la historia. Precisamente por ello, el arte y la ciencia son dos pares inseparables del saber, de la civilización humana.
La necesidad de volver a Tabares, es una bondad adicional de la lectura que propone este nuevo libro de Paco Ignacio. Avanzar lo que Tabares hizo, hacia nuevos horizontes del saber histórico, es una tarea de ciencia –por supuesto que también de la literatura y el arte-, que ojalá pueda emular la narración, fuerza y magia, que “Tony Guiteras, un hombre guapo”, nos entrega.
A propósito de los libros de Paco Ignacio y Christine
Gracias a Paco Ignacio Taibo II y a Christine Hatzky. Sus aportes ratifican además varios temas medulares que están en la agenda y en la carne del actual movimiento intelectual e historiográfico cubano.
Christine y Paco Ignacio abundan y documentan conocidos errores de estrategia y táctica en el movimiento comunista internacional y el primer partido comunista cubano. Frente a la errónea tendencia que predominó en la historiografí a publicada en Cuba en los años setenta y ochenta, en la que se obviaba o desconocía el estudio y debate sobre este aspecto medular de la historia revolucionaria del pasado siglo, la aparición de los mencionados títulos ha sido recibida con beneplácito. Esta actitud merecida, dada la calidad de la obras, está además conectada con procesos muchos más sensibles que se dan al interior del movimiento historiográfico e intelectual nacional. Adelanto uno de estos temas:
Cuando a todas luces la historiografí a cubana crece, y como nunca antes las editoriales nacionales y provinciales, están realizando un notable esfuerzo de edición histórica, el propio desarrollo impone retos. Hay que saltar sobre los errores ya evaluados, y de paso desbrozar los que aún no se perciben con suficiente claridad. Por demás hay que saber cómo y hacia dónde se salta, lo cual es imposible sin llegar a un consenso, con la participación de los historiadores y demás cientistas, la confrontación y comparación de diversos criterios, las disputas y discusiones científicas; cuidando siempre el respeto y la camaradería, que todas y todos nos merecemos.
Percibo del panorama que nos presentan las editoriales y revistas cubanas, como últimamente han arribado obras y criterios que subrayan su distancia con aquella historiografí a que obligadamente tenía que tener por centro a la clase obrera y al Partido Comunista. Hay autores y posiciones que hoy alcanzan su máxima promoción, después de años de acumulación creativa, tiempo en que no encontraron la salida editorial masiva que en justicia merecían. Pero no todo es “color de rosa”, Los métodos y estilos del viejo modo de hacer, dan su pelea de sobrevivencia, se metamorfosean. Las mentalidades miméticas, los eclecticismos y seguidismos acríticos, el facilismo de apelar al juicio de la autoridad puesta de “moda”, comienzan a traernos en el torrente de logros, entregas residuales.
El ablandamiento que en los últimos lustros hemos padecido en la enseñanza de la filosofía marxista, la conversión bancaria y críptica de no pocas cátedras de teoría y metodología de investigación, mientras el intercambio fluido y propositivo –el mundo y el tronco que definió para todos los tiempos José Martí- con las escuelas y corrientes contemporáneas, sólo es ejercicio de muy pocos, incorpora una mayor complejidad a la situación. Estamos llamados a atender estos fenómenos negativos, discutirlos y resolverlos.
Me ocupa el estudio de cómo hoy comienza a manifestarse en zonas de la producción historiográfica –dentro y fuera del país- el reverso de lo que ya transitamos: a una historia predominantemente obrerista y partidocéntrica, no puede sucederle otra que desconozca, ignore, o se concentre solo en la hipercrítica de estos sujetos. Evaluar el curso progresivo de los sesenta, y sus fracturas posteriores, no implica desconocer lo que inmediatamente después se hizo de positivo en ciencia histórica, publicación y docencia, sus avances en medio de las contradicciones y luchas cienciológicas e ideológicas que entonces se manifestaron, sobre todo las grandes tareas masivas, culturales, educacionales y políticas que acompañaron.
Encontrar la justa medida, tanto en la historia, como en nuestra vida, resulta quizás la aspiración más difícil de lograr. En el caso cubano, tal meta está necesariamente contaminada de las urgencias de un combate que todo lo interpenetra. No tenemos el derecho a ser ingenuos. Hay un enemigo cruel e inescrupuloso, que mientras bloquea y acecha para la muerte física, factura y ejecuta las operaciones de sus servicios especiales, con el definido propósito de asesinarnos la memoria, la alegría y el futuro.
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