7.2.09

FESTIVALEROS


Por Antonio Caballero

Este es el Año de la Astronomía. ¿Cómo puede Colombia contribuir al magno evento científico? ¡Ya está! ¡Con un festival! O varios. Un festival de astrónomos aficionados en Villa de Leyva, y un festival New Age de la Luna en Chía, y una carrera de observación por el desierto de la Tatacoa. Charlas. Conversatorios. Eso además, nos dicen, trae turismo.

Y eso no es todo. Hay además un Festival de las Artes en Barranquilla: lo inaugura la veterana estrella del porno soft Sylvia Kristel. También hubo una obertura erótica (prohibida por la Iglesia local) en la Feria de Manizales, además de toros y pasodobles. Y en Cartagena, un festival de música clásica con los instrumentistas de cámara de Londres y de Viena tocados con sombrero vueltiao. Ah, y el Hay Festival, claro, con una Infanta de España y un conversatorio de integración pluricultural transoceánica entre los cantautores Juanes y Miguel Bosé, y otro, en serbocroata con traducción simultánea, entre una poeta guatemalteca y un novelista del Industán. Y parrandas vallenatas en las casonas coloniales de nuestra Disneylandia tropical, hasta el amanecer.

Y eso no es todo. En Bogotá se presentan el pianista pop Elton John y Vicente Fernández, "el Sinatra de la ranchera". Y el Festival de Teatro ofrece un espectáculo de puñaladas traperas con tantos muertos en el escenario como en una tragedia de Shakespeare. Colombia es pasión. Y una cata de vinos. Y unos mimos. Y unos payasos. Y un festival de strip tease.

Los festivales son estupendos, no lo pongo en duda. De astronomía o de gastronomía (y también los hay de juegos de palabras), de literatura o de música o de cine o de teatro, o, ambiciosamente, "de las artes". En algunos he participado, como invitado a una charla o como simple asistente, y me parecen, lo repito, muy bien. Lo repito para que no se me niegue el derecho a criticarlos alegando que respiro por la herida del resentimiento por no haber sido invitado a tomar parte en el jolgorio. Los festivales son estupendos. Pero no sustituyen aquello que festejan: las ciencias astronómicas, las artes plásticas, musicales o escénicas. Son apenas un ersatz de ellas: un sustituto barato y de mala calidad. Una charla no es una conferencia, y una conferencia no es un libro. Los festivales no reemplazan la cultura, como parece que estamos creyendo aquí. Son sólo un placebo de cultura, que distrae al paciente pero no tiene el menor efecto sobre su organismo.

Hablo de efectos culturales, no de otra índole. No es que crea en las propiedades curativas de la cultura, percibida por tantos en Colombia como una especie de sanalotodo bálsamo de Fierabrás. Leí el otro día, a propósito de la transmisión por televisión de óperas del Metropolitan de Nueva York en cines bogotanos, que eso "era un bálsamo". No lo es.

Me dirán que no critique lo poco que hay. Pero no lo critico porque lo haya, y ni siquiera porque sea poco: sino porque siendo tan poco nos lo quieren hacer tragar como si fuera mucho. Los festivales no son cultura: son mero entretenimiento. Somos los herederos del espíritu filisteo del Pacificador Pablo Morillo, el que hizo fusilar al sabio Caldas con el argumento de que España no necesitaba sabios. Pero fusilamientos sí: reality shows. Esa de Morillo era ya la España de la decadencia, que había dejado de crear, y que no tenía otra manifestación cultural (fuera de los fusilamientos) que las corridas de toros. Ante cualquier incidente (la pérdida del imperio, digamos), la respuesta era siempre la misma: ¡Gran Corrida Patriótica! Pero corrida, no festival. También en los toros, a los que soy aficionado, se establece claramente la diferencia cualitativa: los toros son cosa seria, los festivales son entretenimiento.

Y no es que no haya cosas serias en Colombia, culturalmente hablando. Revistas, publicaciones editoriales, salones de artes plásticas, bibliotecas, encabezadas por la Nacional y la Luis Ángel Arango. Museos. Ah, ese infortunado Museo Nacional que el Alcalde Bogotá no quiso dejar ampliar interponiendo en el camino su vasto cuerpo de mula muerta, adornada de cintas y muñequeras con cascabeles como una mula de... sí: de festival.

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