Apuntes sobre su vida y su obra, y esquelas que informan sobre uno de sus viajes son el signo distintivo de las reveladoras cartas que Borges le envía a Victoria Ocampo; la escritora, a su turno, tiene pasajes de recriminación
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Jorge Luis Borges visto por Sábat./adncultura.com |
Yo estoy orgulloso de ese encuentro y de la
espontaneidad de su aprobación y de haber motivado en usted esas
precisiones hermosas sobre la imprecisión de nuestro lenguaje. De
cualquier lenguaje, diríamos.
Yo, menos afortunado que usted, no
creo tocar la realidad con ninguna palabra. Que el signo, que la cifra
convencional para eso que suelo ver en el cielo, se diga moon o "luna",
me es indiferente; lo torpe es que haya signos cerrados, palabras que
diferencian la luna del cielo en que está y de las azoteas debajo de
ella y de los sonidos y fragancias que estaban con ella cuando la vi. La
realidad no está en ningún idioma: no sabe de verbos ni de sustantivos
ni de adjetivos. El francés, desde luego, parece idioma mejor organizado
que el español, más discreto, más unobstrusive, ¡otra palabra que nos
hace falta!, menos orgulloso de sus tramoyas.
Aquí dejo de razonar
y vuelvo a decirle -sencillamente- mi gratitud. Si alguna vez escribo
una página que me satisfaga, prometo mandársela.
Jorge Luis Borges
[c. octubre de 1941]
Querida
Victoria: Júbilo y gratitud por su carta. (La recibí el domingo, a
causa de un ligero anacronismo en la dirección: desde el mes de enero
vivo en Quintana 263.) Yo pensé que mi artículo era un acto de sentido
común; ya algún colega que es también mi cuñado (un frère est un ami
donné par la Nature, un beau-frère est un Espagnol donné par la Nature)
me acusa de arbitrariedad. Goethe dice que al cabo de unas páginas
abandonó el estudio de Kant, porque en ningún momento de la lectura "se
sintió mejorado"; nosotros, Victoria, diríamos lo mismo del Quijote y
quizá de Goethe. El Martín Fierro me conmueve, pero a la manera de los
estilos o de las milongas: me gustan, pero no pierdo la conciencia de
estar en un mundo muy playo.
Entiendo que muy pronto aparecerá mi
libro de cuentos fantásticos, notas sobre autores imaginarios, etcétera.
He recordado su indulgencia con la literatura policial; me he atrevido a
dedicarle un breve ejercicio en ese género endiablado.
Aquí, pocas noticias. Adolfito y yo estamos corrigiendo las pruebas de una antología para la Editorial Sudamericana.
Suyo, con repetida gratitud,
J. L. B.
[Membrete: Comisión Honoraria de Bibliotecas Públicas Municipales]
[c. abril-mayo de 1946]
Le ruego, Victoria, perdone esta demora. He aquí unos datos quizá útiles:
He
nacido en la ciudad de Buenos Aires, en 1899. En mi familia (como en
toda familia de estas repúblicas) abundan los destinos violentos: el
coronel Francisco Borges, mi abuelo, murió en la revolución de 1874; mi
bisabuelo, el coronel Isidoro Suárez, decidió la victoria de Junín y
murió en el destierro; otro antepasado, el general Soler, comandó la
vanguardia del ejército de los Andes (y el ala izquierda del ejército
argentino en Ituzaingó) y dedicó su vida a inextricables intrigas y
conjuraciones, almost invariably unsuccessful; otro (Laprida) fue
lanceado en Mendoza, etcétera. En esos muertos (cuyas espadas y cuyos
retratos estaban en casa) he pensado mucho: ahora sé que infinitamente
difiero de ellos y que me sería incómodo el diálogo con sus sombras. Más
importante me parece la circunstancia de que una de mis abuelas era
inglesa; más importante aún, el haber pasado la infancia (y toda la
vida) entre libros de Stevenson y de Dickens, de Kipling y de Edgar
Allan Poe.
He viajado mucho: Londres, París, Ginebra, Lucerna,
Zürich, el Sur de Francia, el Norte de Italia, Portugal, toda España
(salvo Asturias y Galicia), el Uruguay, una semana en Rio Grande do Sul.
Ignoro si es importante esa geografía: mi recuerdo más vívido de Lugano
(1918) es la apasionada lectura de las visiones de De Quincey; mi
recuerdo más vívido de Madrid, algunas discusiones con Rafael Cansinos
Asséns.
Desde chico he sabido que mi destino es la literatura. He
aprendido (y olvidado) el latín; he aprendido sin maestros el alemán y
lo leo sin demasiada incomodidad. Me avergüenza casi todo lo que he
publicado, salvo algunos ejercicios fantásticos y alguna observación
analítica.
En esta nota (que usted, Victoria, sabrá justificar y
razonar) prescindo de fechas y de sucesos. Yo vivo, o trato de vivir,
impersonalmente: tengo la certidumbre de haber evolucionado muy poco; de
ser el mismo (centralmente) que he sido y que seré.
La firme gratitud, la amistad de
Jorge Luis Borges
Algunos datos adicionales:
En
1922 fundé (con Eduardo González Lanuza, Francisco Piñero y Guillermo
Juan) la revista Proa, de aparición irregular y secreta; en 1924 (con
Ricardo Güiraldes, Brandán Caraffa y Pablo Rojas Paz) la revista mensual
Proa, que duró un año.
He publicado tres libros de versos (el
primero, Fervor de Buenos Aires -curiosa mezcla de topografía y de
metafísica-, es de 1923; el último, Cuaderno San Martín, de 1930). Ahora
estoy revisándolos, a ver si de los tres sale uno.
Con Silvina
Ocampo y Adolfo Bioy Casares he publicado una Antología de la literatura
fantástica y una muy censurada Antología de la poesía argentina. (Los
editores le pusieron Antología poética argentina.)
En breve saldrá
una tercera, de cuentos policiales. Cuando el destino me depare algunos
meses libres, escribiré una corta novela o un cuento largo en el que
estarán de algún modo todas las páginas de mi obra anterior. Se trata de
una narración alegórica: sucederá en 1899, en Buenos Aires.
He
traducido: del francés, obras de Michaux y de Gide; del inglés, The wild
palms, de Faulkner, A Room of one's own y Orlando, de Virginia Woolf;
del alemán, Die Verwandlung de Kafka y cuentos de Martin Buber, de
Kasimir Edschmid, de Gustav Meyrink, de A. Ehrenstrim, etcétera.
Buenos Aires, 13 de julio de 1953
Querida
Victoria: Mis especialidades (mis preferencias) desgraciadamente no
corresponden a las expected in a Latin American writer. En el Colegio
Libre de Estudios Superiores y en la Asociación Argentina de Cultura
Inglesa he dictado cursos sobre los clásicos norteamericanos (Hawthorne,
Emerson, Edgar Allan Poe, Whitman, Melville, Thoreau, Mark Twain, Henry
James, Henry Adams), sobre literatura inglesa, sobre las antiguas
literaturas germánicas (los anglosajones, los escandinavos, los
alemanes), sobre los pensadores presocráticos, sobre budismo (better
keep this dark), sobre Bernard Shaw, sobre Yeats, sobre Martin Buber y
sobre Kafka. El 24 de este mes iniciaré un "cursillo" sobre el siglo
XVIII inglés: Pope, Hume, Macpherson, Gibbon, Boswell y Blake. ¿Me
atreveré a agregar que en Santiago del Estero hablé, ante un auditorio
judío, sobre Moisés de León y la Cábala? También he hablado sobre
literatura fantástica.
Yo podría, en los Estados Unidos, hablar
sobre literatura española e hispanoamericana. Conozco la primera
pasablemente y bien la argentina. Con Adolfo Bioy Casares he editado y
comentado a Quevedo (Quevedo: prosa y verso, Emecé Editores, Buenos
Aires, 1948) y a los poetas gauchescos (Fondo de Cultura Económica,
Méjico). El ensayo, la poesía o la narrativa argentina podrían, tal vez,
interesar. Vuelvo a agradecerle su bondad, querida Victoria. Suyo, muy
cordialmente,
Jorge Luis Borges
Austin, Oct. 11 /1961
Querida Victoria:
Estamos
groping our way en este extraño mundo de América, en el que cada cosa
es ligeramente distinta. Los aborígenes están llenos de buena voluntad y
tratan de ayudarnos. La Universidad es espléndida; nuestra Biblioteca
Nacional cabría cómodamente dos veces en la de esta provinciana casa de
estudios. Estoy iniciando a los texanos en los deleites de Ascasubi y
Hernández. A fines de Enero estaremos en Nueva York. Aquí los árboles
nos traen recuerdos de San Isidro y, no sea mal pensada, de Adrogué.
Vaya un plural abrazo, sin olvidar a la querida Angélica.
Suyo siempre,
Georgie y Leonor
Austin - nov. 30 [1961]
Querida Victoria:
Nuestra
gratitud por su carta. La vida americana nos agrada y a veces nos
sorprende, a los dos; por el momento, nada precioso o siquiera novedoso
puedo declarar sobre América, pero un poema está acechándome y en cuanto
se defina del todo, lo tendrá usted. El lunes 4 dic. saldremos para el
Oeste y daré conferencias en las universidades de Albuquerque (New
México) y en California (creo haber leído que los pioneers inscribían en
sus carretas California or bust!) No sé si me atrevo a pedir alguna
tímida noticia de cierta Antología personal que dejé por ahí. Afectos a
Angélica y a los amigos de Sur que me recuerdan, con mis deseos de Merry
Xmas.
Un abrazo,
Georgie
Escríbanos. Volveremos el 12. El 20 de Enero salimos ?para N. York, ¿y no la veremos por allá?
(Sin fecha)
Querido Georgie:
Gracias
a Leonor -que me lo prestó- he podido ojear (no es una errata) el Jorge
Luis Borges de L'Herne (no sé qué parentesco tendrá esta revista con
"l'hydre de Lerne"... suena parecido). Desde luego, usted merecía ese
homenaje (tardío) y mucho más. Digo mucho más, porque no todas las
colaboraciones de este número están a las alturas de que habla José
Bianco al referirse a sus colaboraciones de usted en SUR y a cómo
desnivelaban la revista. Sin embargo, en esta "publicación" han
aparecido cuentos, ensayos y poemas de los mejores escritores europeos y
americanos contemporáneos. No ha estado usted en tan mala compañía.
En
cuanto al nivel no siempre muy alto de las colaboraciones de L' Herne,
en esta ocasión, empiezo por citar mis propias páginas. No sé si al
releerlas (yo había enviado otras, y sin avisarme siquiera, las
cambiaron por una ya publicada en Cuadernos) me parecieron peores de lo
que recordaba, tal vez por fallas inherentes a toda traducción, por
buena que sea. Temo que usted no comparta esta opinión, pues le he oído
afirmar que la traducción de Ibarra del Cementerio Marino era mejor que
el original de Valéry.
Algunas aclaraciones me parecen necesarias,
desde mi punto de vista personal. Ya sabe usted y por añadidura todo el
mundo, que soy muy personal y que sólo hablo de mí misma (esto es por
lo menos algo de que han tratado de convencerme). Dice usted, en su
diálogo con Ibarra, que sorprendió ver en el primer número de SUR fotos
del Iguazú, de la Cordillera, de Tierra del Fuego y de las Pampas
(plural). Verdadero manual geográfico. Se le ocurrió entonces a usted
que yo quería mostrarles el país a mis amigos europeos. Pero no. Se lo
quería mostrar a los argentinos. A mí misma. Esta tierra de climas y
aspectos tan variados es la nuestra -significaban aquellas fotos. Hoy, a
cada rato tropezamos en La Prensa, LA NACION etc., etc., con fotos de
nuestros paisajes, incluso con el de esas plazas de provincia que se
distinguen por sus faroles, bancos y una que otra pérgola desprovista de
enredadera. Nada de esto se destina a ojos extranjeros, supongo (y
espero).
SUR, mi querido Georgie, ha sido para mí un medio costoso
de desasnarme, téngalo presente. Y antes de dedicar las fotos en
cuestión al lector desconocido (nuestro eterno cliente) me las dedicaba a
mí misma, figúrese. Así es tu tierra -me decían. No lo olvides,
ignorante.
Otro punto a aclarar: Adolfo Bioy Casares observa que
al comienzo de la amistad de ustedes dos, usted lo puso en guardia: "Si
quiere escribir, no dirija una editorial, ni una revista". Nunca se dio
consejo más sano a un debutante. Quien dirige (o hace como si dirigiera)
una Editorial o una Revista (no mencionemos a los que para colmo de
desventura están a la cabeza de ambas catastróficas empresas) saldrá
siempre perdiendo, si es escritor. Su ocuparse y preocuparse de hacer
conocer a otros escritores se confundirá con una incapacidad innata de
escribir él mismo. Quedará desdibujada su fisonomía. Escritores serán
todos los que él publica, y él será el eterno editor, o director de
alguna "publicación" más o menos fracasada.
Sin embargo, este
oficio sacrificado (cuando no es lucrativo) trae aparejado algo
positivo, a veces. Por ejemplo, si la revista SUR no hubiera invitado en
1939 a Roger Caillois, autor joven y desconocido, para dar conferencias
en Buenos Aires, tal vez la traducción de sus obras, querido Georgie,
hubiera tenido que esperar algunos años más. Desde luego, se hubiera
tratado sólo de una demora. Otro Colón lo hubiera descubierto (para los
europeos). Pero en este caso, la feliz elección de SUR resultó
beneficiosa para la difusión de la obra de Jorge Luis Borges, argentino
desconocido allende los mares (pese a lo mucho que yo, personalmente,
había hablado de él en las capitales europeas y estadounidense).
Paso
por alto un artículo en que se cuentan incidentes relacionados con mi
revista (asunto que carece de vinculaciones con sus escritos, Borges).
Lo paso por alto porque su autor no habla con lealtad ni buena fe y
porque no se puede ser desmemoriado hasta ese punto. Además, en caso de
amnesia, bastaba con mirar los números de SUR. Allí están enteras las
declaraciones de las que solamente parece recordar la parte que le
cuadra, en la ocasión. Hasta resulta cómico recordar que usted firmó una
declaración violentísima contra el castrismo en esa fecha. Yo no la
firmé. Y si usted en esa emergencia hubiera dirigido una revista, y
hubiera ocurrido en ella lo que ocurrió en SUR, hubiera tenido que decir
algo, como lo hice yo, lo más discretamente y prudentemente posible. No
deja de ser pintoresco que un secretario, o jefe de redacción le
advierta al director de una revista que no tolerará que éste puntualice
su modo de pensar y la orientación de dicha publicación. O esto se llama
totalitarismo, o ignoro el sentido de la palabra.
Nada más,
querido Georgie. Quiero de nuevo dejar sentado que ni me gustan las
violencias del régimen castrista (por ellas me he apartado de él), ni
apruebo el racismo norteamericano (del que Kennedy no fue cómplice). Tal
vez sea una utopía pensar que se puede cambiar el mundo usando los
métodos que utilizó Gandhi. Pero éste es el único político de nuestro
siglo que he venerado totalmente.
Lo admira su amiga.
Victoria Ocampo