8.6.14

El cuento del domingo



Haruki Murakami 

Conitos

Estaba hojeando distraídamente el periódico de la mañana cuando, en una esquina, descubrí el siguiente anuncio: “Famosos Pasteles Conitos. Concurso para la creación de los Nuevos Conitos. Gran sesión informativa”. No tenía ni idea de qué diablos eran aquellos Conitos. Pero lo de “famosos pasteles” hacía suponer que se trataba de algún tipo de dulce. Yo soy un poco quisquilloso en lo que a los dulces se refiere. Y, como no tenía nada que hacer, decidí asomar las narices por la “gran sesión informativa”.


            La “gran sesión informativa” se celebra en el salón de un hotel e incluso ofrecían té y pasteles. Los pasteles eran, ¡cómo no!, Conitos.


            Probé uno, pero su sabor no me entusiasmó precisamente. Lo encontré empalagoso y la corteza me pareció demasiado reseca. No podía creer que a los jóvenes de mi generación les gustara un dulce semejante.


            Sin embargo, a la sesión informativa únicamente se presentaron chicos de mi edad, o incluso más jóvenes. A mí me asignaron el número 952 y, después, llegaron todavía unas cien personas más; es decir, que debieron de asistir a la reunión más de mil personas. Lo que no es poco.


            A mi lado estaba sentada una chica de unos veinte años, llevaba unas gafas de muchas dioptrías. No era guapa, pero parecía tener buen carácter.


            -Oye, ¿tú habías comido alguna vez Conitos? –le pregunté.


            -Pues, claro –respondió ella-. Son muy famosos.


            -Sí, pero no valen mucho la pe… -La chica me dio una patada en la espinilla y no me dejó acabar la frase. Los individuos a mi alrededor me lanzaron una mirada despectiva. ¡Qué mal ambiente! Pero yo puse cara de inocente tipo Pooh, el osito barrigón, y dejé pasar la tormenta.


            -¿Tú eres tonto o qué? –me susurró la chica al oído poco después-. ¿Cómo se te ocurre venir aquí a criticar los Conitos? Mira que si te agarran los Cuervos Conitos, no sales de ésta con vida.


            -¿Los Cuervos Conitos? –grité sorprendido-. ¿Y qué son…?


            -¡Chist! –dijo la chica. La sesión informativa ya había empezado.


            La abrió el presidente de “Confiterías Conitos” para hablar de la historia de los Conitos. Según uno de aquellos relatos de verdad incierta debías remontarte a la Era Heian* para encontrar a no sé quién que hizo no sé qué a resultas de lo cuál nació  el primer Conito. El hombre llegó a decir que en el Kokinshu** figuraba un poema sobre los Conitos. Al oír semejante barbaridad estuve a punto de echarme a reír, pero, a mi alrededor, todo el mundo escuchaba con una cara tan seria que me contuve. También influyó el miedo que me inspiraban los Cuervos Conitos.


            La explicación del presidente de la compañía se alargó durante una hora. Aburridísima. Lo único que quería decir era, en definitiva, que los Conitos eran pasteles con historia. Pues podía haber acabado con una sola línea.


            Luego, salió el director general y nos informó sobre el concurso para la creación del nuevo producto. Ni siquiera los Conitos, unos pasteles famosos en todo el país que se enorgullecían de su larga historia, podían prescindir de la incorporación de savia nueva que hiciera posible un desarrollo dialéctico apto para responder a las exigencias de las distintas generaciones. Eso sonaba muy bien, pero lo que quería decir, en definitiva, era que el gusto de los Conitos estaba pasado de moda y que habían bajado las ventas, por lo cual querían ideas nuevas de la gente joven. Podía haberlo dicho así, tal cual.


            Al terminar nos dieron las bases del concurso. Elaborar un pastelito tomando como base los Conitos y presentarlo al cabo de un mes.


            El importe del premio ascendía a dos millones de yenes. Con esos dos millones podía casarme con mi novia y mudarme a un departamento nuevo.


            Y decidí hacer el Nuevo Conito.


            Tal como he dicho antes, soy un poco quisquilloso en lo que respecta a los dulces. Pasteles de anko***, crema u hojaldre puedo prepararlos de todos los tipos  imaginables. Para mi era pan comido hacer en un mes el Nuevo Conito de la Edad Contemporánea. El día en que expiraba el plazo hice dos docenas de Conitos y los llevé a Confiterías Conitos.


            -¡Mmmm! ¡Qué buena pinta tienen! Parecen buenísimos –me dijo la chica de recepción.


            -Son buenísimos –aseguré yo.


            Un mes después recibí una llamada de Confiterías Conitos diciendo que me apersonara en la empresa al día siguiente. Me puse una corbata y salí para allá. Hablé con el director general de la sala de visitas.


            -El pastel Nuevo Conito que usted ha presentado ha tenido una excelente acogida en la compañía –dijo el director-. Ha recibido muy buenas críticas, especialmente, ¡ejem!, entre el sector joven de la empresa.


            -Muchas gracias –le dije.


            -Por otra parte, ¡ejem!, entre lo miembros de más edad hay quien dice que su pastel no es un Conito. En definitiva, ¡ejem!, que cabe hablar de confrontación de ideas.


            -¡Ah! –dije. No tenía ni idea de adónde quería ir a parar.


            -En consecuencia, la junta directiva ha acordado pedirles la opinión a los señores Cuervos Conitos.


            -¡Los Cuervos Conitos! –exclamé-. ¿Y que son los Cuervos Conitos?


            El director general me miró con expresión atónita.


            -¿Usted se ha presentado al concurso sin saber quiénes son los señores Cuervos Conitos?


            -Lo siento mucho. Nunca me entero de qué va el mundo.


            -¡Menudo problema! –exclamó el director y sacudió la cabeza-. Con que ni siquiera conoce a los señores Cuervos Conitos… Bueno, ¡en fin!, sígame.


            Salí de la habitación en pos de él, caminé por el pasillo, subí al sexto piso en ascensor y, luego, avancé por otro pasillo. Al fondo había un gran portalón de hierro. Cuando el director llamó al timbre, apareció un fornido guarda y, después de pedirle al director que se identificara, dio la vuelta a la llave y nos abrió la gran puerta. Unas medidas de seguridad extremas.


            -Aquí dentro se encuentran los señores Cuervos Conitos –me explicó el director-. Los señores Cuervos Conitos son una familia de cuervos especiales que vienen alimentándose exclusivamente de Conitos desde tiempos inmemoriales.


            Sobraba cualquier otra explicación. Dentro de la estancia, había más de cien cuervos. Se trataba de una habitación vacía, parecida a un almacén, de más de cinco metros de altura, con un montón de palos horizontales que iban de pared a pared y en los que estaban posados, unos al lado de otros, los Cuervos Conitos. Eran más grandes que los cuervos ordinarios y los mayores debían de medir un metro de largo.


            Incluso los más pequeños alcanzaban los sesenta centímetros. Al fijarme bien descubrí que no tenían ojos. En lugar de eso, sólo tenían pegado un bulto blanco de grasa. Además, sus cuerpos estaban tan embotados que parecían a punto de reventar.


            Al oírnos entrar, los Cuervos Conitos empezaron a graznar a coco mientras batían las alas. Al principio creí que eran simplemente graznidos, pero cuando se me habituó el oído, comprendí que gritaban: “¡Conitos! ¡Conitos!”. Sólo de mirar a aquellos pajarracos se te helaba la sangre en las venas.


            El director sacó algunos Conitos de una caja que llevaba y los fue arrojando al suelo. Cien cuervos se abalanzaron a la vez sobre los pasteles.


            Y en su búsqueda desesperada de Conitos se daban picotazos los unos a los otros en las patas, incluso en los ojos. ¡Uf! ¡Con razón se habían quedado ciegos!


            Acto seguido, el director fue esparciendo por el suelo unos pasteles, parecidos a los Conitos, que sacó de otra caja.


            -Mire. Éstos son los pasteles de uno de los participantes que ha sido eliminado del concurso.


            Los cuervos se arrojaron, como antes, sobre los pasteles, pero en cuanto se dieron cuenta de que no eran Conitos los vomitaron y empezaron a graznar con irritación. Gritaban:


            -¡Conitos!


            -¡Conitos!


            -¡Conitos!


            Sus graznidos retumbaban en el techo hasta clavarse en los oídos.


            -¡Mire! Sólo comen Conitos auténticos –dijo el director, convencido-.


            Las imitaciones ni las tocan.


            -¡Conitos!


            -¡Conitos!


            -¡Conitos!


            -Y, ahora, vamos a ofrecerles los pasteles que usted ha elaborado.


            Si se los comen, será usted eliminado.


            “¡A ver cómo va!”, pensé inquieto. No sé por qué, pero tenía un mal presentimiento. Era un error hacerles decidir a aquellos bichos el resultado del concurso. Pero el director, haciendo caso omiso de mis opiniones, esparció profusamente por el suelo los Nuevos Conitos que yo había presentado a concurso. Los cuervos volvieron a abalanzarse sobre los pasteles. Y, acto seguido, empezó el jaleo. Algunos cuervos se los comían satisfechos, otros los escupían gritando: “¡Conitos!”. A continuación, los cuervos que no habían podido coger ninguno clavaban excitadísimos el pico en la garganta de los que se los acababan de tragar.


            La sangre se esparcía por todas partes. Un cuervo cogió el pastel que otro había vomitado, pero otro cuervo gigantesco, al grito de “¡Conitos!”, lo atrapó y le abrió el vientre en canal. Y, de este modo, empezó una batalla sin cuartel. La sangre llamaba a la sangre, el odio llamaba  al odio. Se trataba sólo de unos insignificantes pasteles, pero éstos lo eran todo para los cuervos. Para ellos era cuestión de vida o muerte si los Conitos eran auténticos o no.


            -¡Mire lo que ha conseguido! –Le espeté al director-. Arrojárselos de ese modo, tan de repente, ha sido un estímulo demasiado poderoso.


            Luego salí solo de la estancia, bajé en ascensor y abandoné el edificio de Confiterías Conitos. Perder los dos millones de yenes era una verdadera lástima, pero no quería ni oír hablar de vivir el resto de mis días acompañado de unos pajarracos como aquéllos.


            Yo sólo hago la comida que yo quiero comer y me la como yo.


            Y los cuervos; ¡qué se mueran todos pegándose picotazos los unos a los otros!

Haruki Murakami (村上 春樹 Murakami Haruki?) (Kioto, 12 de enero de 1949) es un escritor y traductor japonés autor de novelas y relatos. Sus obras han generado críticas positivas y numerosos premios, incluyendo los premios Franz Kafka, Jerusalem y el Internacional Cataluña, entre otros.

La ficción de Murakami, a menudo criticada por la literatura tradicional japonesa, es surrealista y se enfoca en conceptos como la alienación y la soledad. Es considerado una figura importante en la literatura posmoderna. The Guardian ha situado a Murakami "entre los mayores novelistas de la actualidad". Fue considerado favorito al Premio Nobel de literatura en 2013, pero al final no obtuvo este reconocimiento.
Aunque nació en Kioto, vivió la mayor parte de su juventud en Kōbe. Su padre era hijo de un sacerdote budista y su madre, de un comerciante de Osaka. Ambos enseñaban literatura japonesa.

Desde la juventud, Murakami estuvo muy influido por la cultura occidental, en particular, por la música y literatura. Creció leyendo numerosas obras de autores estadounidenses, como Kurt Vonnegut y Richard Brautigan. Son esas influencias occidentales las que a menudo distinguen a Murakami de otros escritores japoneses.

Estudió literatura y teatro griegos en la Universidad de Waseda (Soudai), en donde conoció a su esposa, Yoko. Su primer trabajo fue en una tienda de discos (tal como uno de sus personajes principales, Toru Watanabe de Norwegian Wood). Antes de terminar sus estudios, Murakami abrió el bar de jazz Peter Cat (El Gato Pedro) en Kokubunji, Tokio, que regentó junto con su esposa desde 1974 hasta 1981.

En 1986, con el enorme éxito de su novela Norwegian Wood, abandonó Japón para vivir en Europa y Estados Unidos, pero regresó a Japón en 1995, tras el terremoto de Kobe y el ataque de gas sarín que la secta Aum Shinrikyo (La Verdad Suprema) perpetró en el metro de Tokio. Más tarde Murakami escribiría sobre ambos sucesos.

La ficción de Murakami, que a menudo es tachada en Japón de literatura pop, es humorística y surreal, y al mismo tiempo refleja la soledad y el ansia de amor en un modo que conmueve a lectores tanto orientales como occidentales. Dibuja un mundo de oscilaciones permanentes, entre lo real y lo onírico, entre el gozo y la oscuridad. Cabe destacar la influencia de los autores que ha traducido, como Raymond Carver, F. Scott Fitzgerald o John Irving, a los que considera sus maestros.

Muchas novelas suyas tienen, además, temas y títulos referidos a una canción particular como Dance, Dance, Dance (de The Dells), Norwegian Wood (los Beatles), y South of the Border, West of the Sun (La primera parte es el título de una canción de Nat King Cole). Esta afición -la música- recorre toda su obra.

Murakami es aficionado al deporte: participa en maratones y triatlón, aunque no empezó a correr hasta los 33 años. El 23 de junio de 1996 completó su primer ultramaratón, una carrera de 100 kilómetros alrededor del lago Saroma en Hokkaido, Japón. Aborda su relación con el deporte en De qué hablo cuando hablo de correr (2008).

A finales del 2005, Murakami publica la colección de cuentos Tōkyō Kitanshū, traducido libremente como Misterios tokiotas. Más tarde editó una antología de relatos llamada Historias de cumpleaños, que incluye textos de escritores angloparlantes, incluyendo uno suyo, preparado especialmente para este libro.

Tusquets (Barcelona) ha publicado en castellano la mayoría de sus obras. Anagrama ha traducido La caza del carnero salvaje. Obras.


Título japonésAñoTítulo en español (año de publicación) / Título en inglés (año)Traductor en español / en inglés
風の歌を聴け
Kaze no uta o kike
1979 Oye cantar al viento
Hear the Wind Sing (1987)
No publicada en español
Alfred Birnbaum
1973年のピンボール
1973-nen no pinbōru
1980 Pinball, 1973
Pinball, 1973 (1985)
No publicada en español
Alfred Birnbaum
羊をめぐる冒険
Hitsuji o meguru bōken
1982 La caza del carnero salvaje (1992, Anagrama)
A Wild Sheep Chase (1989)
Fernando Rodríguez-Izquierdo
Alfred Birnbaum
世界の終りとハードボイルド・ワンダーランド
Sekai no owari to hādoboirudo wandārando
1985 El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (2009, Tusquets)
Hard-Boiled Wonderland and the End of the World (1991)
Lourdes Porta
Alfred Birnbaum
ノルウェイの森
Noruwei no mori
1987 Tokio blues (Norwegian Wood) (2005, Tusquets)
Norwegian Wood (2000)
Lourdes Porta
Jay Rubin
ダンス・ダンス・ダンス
Dansu dansu dansu
1988 Baila, baila, baila (2012, Tusquets)
Dance Dance Dance (1994)
Gabriel Álvarez
Alfred Birnbaum
国境の南、太陽の西
Kokkyō no minami, taiyō no nishi
1992 Al sur de la frontera, al oeste del sol (2003, Tusquets)
South of the Border, West of the Sun (2000)
Lourdes Porta
Philip Gabriel
ねじまき鳥クロニクル
Nejimaki-dori kuronikuru
1995 Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (2001, Tusquets)
The Wind-Up Bird Chronicle (1997)
Lourdes Porta y Junichi Matsuura
Jay Rubin
スプートニクの恋人
Supūtoniku no koibito
1999 Sputnik, mi amor (2002, Tusquets)
Sputnik Sweetheart (2001)
Lourdes Porta y Junichi Matsuura
Philip Gabriel
海辺のカフカ
Umibe no Kafuka
2002 Kafka en la orilla (2006, Tusquets)
Kafka on the Shore (2005)
Lourdes Porta
Philip Gabriel
アフターダーク
Afutā Dāku
2004 After Dark (2008, Tusquets)
After Dark (2007)
Lourdes Porta
Jay Rubin
1Q84
Ichi-kyū-hachi-yon
2009 1Q84 (2011, Tusquets)
1Q84 (2011)
Gabriel Álvarez
Jay Rubin y Philip Gabriel
色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年
Shikisai wo motanai Tasaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi
2013 Los años de peregrinación del chico sin color (2013, Tusquets)
Colorless Tsukuru Tazaki and His Years of Pilgrimage (2014)
Gabriel Álvarez
Philip Gabriel
Colección de relatos.1993, El elefante desaparece, 17 cuentos (1980-1991), sin traducir. 2000, Después del terremoto, 6 cuentos (1999-2000), ed. Tusquets, 2013
Semblanza biografica:Wikipedia. Texto:teecuento.wordpress.com.Foto:internet

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