12.10.11

Autores secretos de América Latina

Aventuro aquí la para nada exagerada hipótesis de que si El éxodo de Yangana se hubiese publicado en los años sesenta, hoy se veneraría el nombre de don Ángel Felicísimo Rojas al lado del de Juan Rulfo y bastante por encima del de harto renombre explotado (en el doble sentido de la palabra) por el inefable boom
Ángel Felicísimo Rojas, autor de esta desconocida novela ecuatoriana: El éxodo de Yangana. foto:literaturaecuador.blogspot.com. fuente:elespectador.com

Hoy abre sus puertas la Feria del Libro de Fráncfort, el mayor evento internacional del mundo editorial. Bien que haya que hacer una reserva, y es que no se trata de una feria donde se venden libros, sino sólo se exponen, y se compran y venden sus derechos: es una feria para profesionales del ámbito de la edición, y no para lectores.

Aprovecho la ocasión, pues, para dedicar un homenaje a uno de los autores más formidables y menos conocidos de la literatura latinoamericana, el ecuatoriano Ángel Felicísimo Rojas.

Lo conocí gracias a un amigo inolvidable, el boliviano Óscar Zambrano, uno de los talentos mayores del periodismo en nuestra lengua, malogrado infelizmente en plena madurez creadora. Óscar, en cuyo apartamento de Berlín me alojé durante muchos años por los días del festival de cine de la ciudad entonces dividida por el muro, fue quien primero me mencionó el nombre de don Ángel, en una de aquellas tertulias de sobremesa, tras la cena, que a veces se prolongaban hasta altas horas de la madrugada.

Ángel Felicísimo Rojas es el autor de una obra más bien escasa en títulos: un par de volúmenes de cuentos, dos o tres novelas, muy poco más. Pero entre esas dos o tres novelas se cuenta una, polifónica y genial: El éxodo de Yangana, que publicó Losada en Buenos Aires tan pronto como en 1949, sólo que excepto en su país pasó desapercibida.

Para peor, en esos años, recién concluida la guerra mundial, la literatura latinoamericana era además una ilustre desconocida en Europa y en los Estados Unidos: ni siquiera el Premio Nobel del 45, a Gabriela Mistral, despertó la atención de los editores.

Aventuro aquí la para nada exagerada hipótesis de que si El éxodo de Yangana se hubiese publicado en los años sesenta, hoy se veneraría el nombre de don Angel Felicísimo Rojas al lado del de Juan Rulfo y bastante por encima del de harto renombre explotado (en el doble sentido de la palabra) por el inefable boom.

En 1984 viajé por una semana a Quito, y una de mis primeras providencias fue buscar una librería y comprar El éxodo de Yangana, en una edición popular, en dos tomos, que entretanto regalé porque don Ángel, a quien años después contacté por carta y por llamadas telefónicas, me regaló un ejemplar dedicado personalmente: «Para mi nuevo amigo Ricardo Bada, quien conoce y aprecia este libro, en testimonio de agradecimiento. [Firma:] AFRojas 1999».

Uno de mis mayores deseos era viajar a Guayaquil para poder platicar con él, con cuya amistad me estaba honrando. Pero no pudo ser. Cuando finalmente hubiera podido hacerlo, tras mi jubilación, murió a la edad de 93 años, el 21 de julio de 2003.

Latinoamérica y España tienen una deuda de gratitud con el hombre que inventó un realismo más que mágico cuando todavía el término era desconocido. Con el hombre que hizo revivir en tierras ecuatorianas el paradigma de Fuenteovejuna. Con el autor de El éxodo de Yangana, con don Ángel Felicísimo Rojas.

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