-Muchos son optimistas porque lo están viendo en sus términos. Va a haber más personas que lo hablen y eso significa una serie de ganancias con la enseñanza del idioma.
El teléfono hace un ruido distante. El hombre parece hablar agachado, buscando papeles en el piso o mirando sin ver algún rincón oscuro.
-Pero yo pienso que no es tanto cuántos hablan un idioma, sino de qué hablan en ese idioma.
Raúl Zurita es chileno, poeta prestigioso en un país sembrado de poetas, y habla en una lengua que comparte con personas de 21 países a lo largo y ancho de un imperio en el que no se pone el sol.
-Y de eso, de qué se habla, nadie está diciendo nada.
Cuando se realizó el Congreso de la Lengua en Cartagena, en 2007, el español era la tercera lengua del planeta, hablada por 400 millones de personas, 35 millones de las cuales vivían en Estados Unidos. Apenas tres años más tarde es la segunda lengua, hablada por 450 millones de personas, 50 millones de las cuales viven en Estados Unidos. La superstición de la cantidad ya dio su primer síntoma: en octubre de 2008 Barack Obama, actual presidente de Estados Unidos y por entonces en campaña, grabó un discurso breve llamado Compartimos un sueño en el que, en rígido español, decía cosas como "compartimos un sueño: que trabajando duro tu familia puede (sic) triunfar" para hablar, al fin, del mismo sueño americano de toda la vida pero en castizo: tú puedes. La maniobra se entiende a la luz de las cifras: para el año 2050, el 25% de la población del país que gobierna pertenecerá a la comunidad hispana y eso transformará Estados Unidos en la mayor nación hispanohablante del globo. Si la lengua es la forma en que un país hace negocios, establece relaciones y dibuja su mapa de afinidades y rechazos, que en cuarenta años más la primera potencia económica del mundo sea (casi) en español modificará, probablemente, algunas cosas.
En julio de este año Carmen Caffarel, directora del Instituto Cervantes, dijo que el español "está de moda" y, para apoyar la afirmación, aclaró que "es el tercer idioma internacional en Internet y el segundo más estudiado del mundo". Los números parecen cantar en sintonía con esa idea de pujanza: para el periodo 2009-2010 el Instituto Cervantes ha superado las 210.000 matrículas de alumnos interesados en aprender español, lo que supone un incremento de un 12% con respecto al periodo anterior. La red de centros de examen ha crecido más de un 18%, las sedes del instituto se multiplican y la demanda es tal que podrían abrirse treinta mañana mismo si no fuera porque ése, precisamente, será el único capítulo de esta institución en verse afectado por la crisis económica mundial: el de apertura de nuevas sedes.
-En Estados Unidos, con la introducción del español en la enseñanza pública secundaria, se ha pasado de un 60% de alumnos que elegían esa lengua a un 80% -dice Francisco Moreno Fernández, director académico del Instituto Cervantes-. En Brasil, donde sucede lo mismo, se ha pasado de un millón de estudiantes que elegían el español en 2006 a cinco millones que lo eligen hoy día.
A pesar del optimismo, el inglés sigue siendo la lengua franca de la que no todos vienen pero a la que casi todos van: 400 millones de personas nacieron en ese idioma, 300 millones lo hablan como segunda lengua y entre 500 y 750 millones tienen rudimentos: 1.400 millones contra los 450 millones del español. "¿Acaso el optimismo que resulta de la esplendorosa salud del español -se preguntaba el catedrático Ángel López García en el Congreso de la Lengua de Valladolid, en 2001- no debería atemperarse por el hecho de que nuestra lengua crece hacia dentro, pero apenas hacia fuera? (...) ¿Cuántos alemanes, turcos, indonesios, japoneses o rusos aprenden español? Sólo los que necesitan hacer negocios en los países hispánicos (...) El español no es una lengua puente, vehicular, sólo llega a ser una lengua internacional".
¿Qué es una lengua? ¿Una patria, una bandera, una herramienta de conquista? ¿La forma en que un grupo de personas habla del miedo o dice "ten piedad"? ¿Una oportunidad de hacer negocios, una estrategia de expansión, un capital, un curso de dos meses en el extranjero? ¿Un puñado de canciones? ¿Las frases de todas sus novelas, los versos de toda su poesía, los párrafos de todos sus ensayos? ¿Un clich
Un Mundial de fútbol ganado por España y una tragedia con final feliz transmitida en tiempo real a todo el globo -el rescate, en Chile, de los 33 mineros- pusieron, en 2010, al mundo hispano en el corazón del morbo global. Si a eso se suman tres situaciones, una de impacto y dos discretas, todas puramente literarias -el Premio Nobel a Vargas Llosa; la Argentina como país invitado en la Feria de Fráncfort; la revista Granta difundiendo su lista de las mejores voces de narradores jóvenes en español-, podría pensarse en un presente optimista para el idioma y, en particular, para su literatura.
-Lo que tenemos que hacer es apoyarnos en Vargas Llosa y aprovechar esta expansión. Tendríamos que hacer, con Vargas Llosa, lo que hacían los aztecas cuando mataban a una víctima: lo arrojaban por una escalera y abajo lo despedazaban y todos comían un pedacito de él. Tenemos que descuartizar a Vargas Llosa, para difundirlo y tuapacamarearlo, y que se conozca mejor -dice Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.
-Creo que nadie se imaginó que el español conquistaría Estados Unidos y que el inglés y el español se llevarían tan bien -dice el escritor chileno Alberto Fuguet, autor de la reciente Missing (Alfaguara), en un avión entre Cali y Santiago de Chile-. Quizás el comité del Nobel pensó en eso al premiar a un peruano, pero me gustaría pensar que Vargas Llosa lo merece aunque hubiera escrito sus libros en, digamos, celta.
-Querer "calentar" la literatura con booms y derivados es una estrategia comercial de las editoriales que los críticos literarios debemos rechazar. El Nobel a Vargas Llosa ratifica que desde hace muchos años ya la literatura en español es una de las grandes literaturas modernas y como tal debe concebirse, sin exigir atención especial alguna, ocupando con humildad y con trabajo nuestro lugar. Por desgracia los primeros en creerse lo de las literaturas nacionales son los profesores anglosajones. Por allá persiste la ignorancia y cierto racismo basado en nuestro monopolio de producir buenos salvajes y novelistas tropicales -dice el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael.
-Hay un interés y un respeto por la ficción hecha en español, sin que eso signifique que es mejor que las literaturas hechas en otras lenguas. El Premio Nobel a Mario Vargas Llosa es un premio a su literatura, a su mundo narrativo. Aunque no dudo de que este premio para algunos españoles tenga más importancia por el idioma que por la literatura misma de Vargas Llosa. Allá ellos si quieren sacar pecho por eso. Por orden de prioridades, yo me alegro por la ficción, luego por Vargas Llosa y en último lugar por el español -dice el crítico español J. Ernesto Ayala-Dip.
¿Qué es una lengua? ¿Las letras del bolero, del tango, de la salsa? ¿La multiplicación de sus normas, los cofres sagrados donde se guardan las reglas que la doman? ¿Su prestigio? ¿La legitimación de sí misma después de haberse vuelto, paradójicamente, otra, otras?
En 2007 la traducción al inglés de Los detectives salvajes, la novela del chileno Roberto Bolaño, terminó en éxito comercial. The New York Times lo eligió libro del año e hizo lo propio con 2666, además de proclamarlo uno de los diez mejores de 2008. Desde entonces hay una grieta por la que se desliza algo de literatura hispana en el esquivo corazón del mercado norteamericano, que sólo traduce de otras lenguas el 3% de los 300.000 títulos que publica cada año. Por dar un ejemplo, la editorial estadounidense New Direction, que tiene en su catálogo a Roberto Bolaño y Javier Marías, acaba de contratar varias novelas del argentino César Aira, un autor de culto en su propio país.
-La literatura tiene ciclos y modas, como las faldas, el pelo o las corbatas -dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, autor de El olvido que seremos-. A veces se usa el minimalismo japonés, a veces la exuberancia árabe, otras veces el barroquismo que fue el Boom. Durante muchos años América Latina perdió su sex appeal literario, político, social, turístico. Pero una vez agotadas todas las otras novelerías, es posible que una parte del péndulo haya vuelto hacia acá: hay interés. Durante quince años yo esperé a que tradujeran algún libro mío al francés. Imposible. De repente, este año, tres: Angosta, Tratado de culinaria, El olvido que seremos. A los ingleses nunca les ha interesado traducir nada: pues bien, ellos también, este año, tradujeron El olvido que seremos, y traducirán Tratado de culinaria. No hablaría de boom, pero sí hay un evidente paso del ninguneo a una mínima existencia.
-La decisión por parte de la revista angloamericana Granta de dedicar por primera vez en su historia un número a los "mejores narradores en español" y el número de traducciones recientes de autores hispanohablantes al inglés señalan un aumento del interés de ciertos lectores, particularmente estadounidenses, por la cultura hispanohablante y, de forma marginal, por su literatura. Las razones me parece que deben buscarse en los cambios demográficos de las últimas décadas en ese país y la creciente aceptación de la comunidad hispanohablante como parte importante de esa sociedad -dice el escritor argentino Patricio Pron, residente en Madrid y uno de los integrantes de la lista de Granta.
-En los últimos cinco o seis años ha habido movimientos de curiosidad que antes no existían. La falta de interés por los libros de acá era escalofriante. A veces tenías que favorecer algún malentendido, como que la novela transcurría en la Patagonia, o poner en la tercera página la palabra Gardel, para que mostraran interés -dice Luis Chitarroni, argentino, editor de La Bestia Equilátera, cuya novela Peripecias del no será próximamente traducida al inglés.
La voz del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán llega desde la ciudad de Ithaca, sede de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, donde enseña Literatura Latinoamericana desde hace trece años. Dice que dos décadas atrás conseguir un libro en español en una librería norteamericana era imposible, pero que en noviembre pasado, cuando salió a la venta El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa, lo encontró, dos días después de su lanzamiento en España, en un Barnes & Noble cerca de su casa.
-En el interés de Estados Unidos por la literatura en español, hay flujos y reflujos. Creo que después del 11 de septiembre ha habido un mea culpa de los editores, al darse cuenta de que Estados Unidos era este imperio aislado que solamente leía a escritores que escribían en inglés, y se está traduciendo más. Eso no significa que haya una aceptación del público. Al público norteamericano no le da para tener más de un escritor extranjero importante por vez. Hubo un fenómeno Sebald, un fenómeno Murakami y ahora un fenómeno Bolaño. Y creo que esto sí ha producido un efecto en las editoriales, que quieren ver qué más hay detrás de Bolaño.
-Acabo de pasar dos meses y medio en Iowa -dice el escritor argentino radicado en Chile Gonzalo Garcés-. Bolaño cambió la percepción de la literatura latinoamericana. Un crítico norteamericano dijo que los escritores del boom, respecto de Bolaño, parecían antiguos.
Guillermo Schavelzon es argentino y vive desde principios de este siglo en Barcelona, donde dirige una de las agencias literarias más importantes de la lengua.
-Hay un interés mayor en la literatura española y latinoamericana, pero, como siempre, es difícil separar entre el interés literario y el interés comercial. En cuanto a escritores latinoamericanos, hay una atención mayor que la de los últimos diez años, pero no podría asegurar a qué se debe. En Estados Unidos, por ejemplo, el Nobel no tiene tanta influencia como Oprah Winfrey, la conductora líder de la tevé que fue quien produjo el fenómeno Bolaño en ese país dedicándole un programa de una hora y recomendando su lectura. De todos modos, cada año el número de contratos de traducción de los escritores españoles y latinoamericanos de la agencia aumenta. Este año ha sido un récord. Pienso que cerraremos el año con más de 150 traducciones.
-Las traducciones de las obras de los autores que publicamos y representamos -dice Beatriz de Moura, directora de Tusquets- no sólo han ido aumentando rápidamente en los últimos años sino que han ido diversificándose a nuevos idiomas.
Jorge Herralde, director de Anagrama, dice que a pesar de que la crisis ha afectado la traducción, "hay un interés reciente y creciente en países como Rusia, Rumanía, Serbia, República Checa, Eslovenia, Turquía y también en China, Japón y Corea del Sur".
-Subrayaría los casos de Alan Pauls, con 24 contratos, o de Alejandro Zambra, con 15. O el reciente fenómeno del mexicano Juan Pablo Villalobos, tan desconocido en su país como en España, cuya primera novela, Fiesta en la madriguera, se ha contratado en seis países. Entre los autores españoles destacaría a Rafael Chirbes con su opera omnia publicada en Alemania, y a Belén Gopegui y Andrés Barba.
Julián Rodríguez Marcos es editor de Periférica, que ha publicado en España a latinoamericanos como el argentino Fogwill, el chileno Carlos Labbé, el mexicano Yuri Herrera, el venezolano Israel Centeno.
-Han obtenido críticas apabullantes y se han convertido en eso que suele llamarse autores de culto: gran respeto y pocas ventas. Pero hemos vendido los derechos de Yuri Herrera a Fischer en Alemania, a Faber en Inglaterra, a Gallimard en Francia. Los grandes editores europeos les prestan atención y las tiradas que lanzan en sus países son mayores que las ventas de estos mismos autores en el nuestro.
¿Qué es una lengua? ¿Una convención para llamar tibio a lo tibio, caliente a lo caliente? ¿Una patria múltiple, caótica? ¿Una patria única que debe luchar por mantenerse así? ¿El vasco, el gallego, el catalán, la vasta Iberoamérica? ¿Su unidad o su diversidad o las dos cosas?
En un ensayo llamado El futuro del español, el cubano Humberto López Morales, ganador este año del Premio Isabel Polanco por su ensayo La andadura del español por el mundo, señala que esta lengua, a pesar de diversidad, tiene una unidad monstruosa: el 80% de los términos utilizados son comunes a todos los países que lo hablan. En un artículo escrito para el Congreso de la Lengua de Cartagena en 2007, el escritor colombiano Daniel Samper Pizano, que ha armado su vida entre Colombia y España, se permite pensar con el maestro puertorriqueño Salvador Tió que "cualquier hispanohablante puede entrar por Nuevo México, cruzar Centroamérica, seguir por la costa del Pacífico, entrar a las cordilleras y a las selvas, cruzar la pampa argentina, subir por el Uruguay y seguir a las Antillas y de ahí a España, y puede entenderse no solamente con la gente culta: puede entenderse con cualquier campesino".
-El milagro -dice Héctor Abad Faciolince- es que después de 500 años todavía nos entendamos y no tengamos que hacer, como hacen los brasileños y los portugueses, ediciones y traducciones distintas para Europa o América.
¿Y qué es el español, esa lengua que decantó durante más de mil años y llegó a la América nueva donde se cruzó con el aimara, el guaraní, el mapudungún, el maya, el quechua, el taino; la lengua de Cervantes y de Calle 13 que hablan 450 millones de personas, apenas 40 millones de las cuales viven en el sitio del que la lengua vino
-Sólo el 10% de la población hispanohablante vive en España -dice Álex Grijelmo, director de la agencia Efe y autor de La gramática descomplicada-. Esta lengua es cada vez más americana, y la Academia va adoptando soluciones que tienen que ver con los americanos como, por ejemplo, llamar a la i griega ye. Creo que en España, hasta hace poco, se sentía que de acá se dictaban las reglas y que lo que había en América eran desviaciones. Ahora la actitud es pensar que la lengua se ha enriquecido en América. Creo que lo que caracteriza al español es que hay una relación sentimental con el idioma. Apenas se encuentran dos hispanohablantes, el primer tema de conversación es la lengua: cómo se dice automóvil en tu país, esas cosas. En India se habla inglés, pero yo no me imagino una vinculación tan fuerte entre India y Washington como entre Guatemala y Santiago de Chile.
Alejandro Zambra, crítico y escritor chileno, autor de la novela Bonsái e integrante de la lista de Granta, responde desde la ciudad de México.
-En la lengua española hay tantos centros como países o regiones. Eso la hace interesantísima, más allá de que haya siempre unos cientos de escritores absurdamente empeñados en conseguir un español estándar. Bueno, es cierto que justamente esos son los únicos que ganan dinero.
¿Qué es una lengua? ¿Sus diccionarios, su gramática? ¿Las mamacitas de los mercados que vocean los fríjoles, los frijoles, los fréjoles? ¿Los mensajes de texto? ¿Las tres palabras necesarias para decir "esto me importa" o "no te vayas"?
Hay ensayos, presentaciones, discursos, congresos, ponencias en las que se habla del futuro del español, del español como empresa, del español en convivencia con otras lenguas hispánicas. Ahora, al otro lado del teléfono, desde su oficina en Santiago de Chile, Raúl Zurita, poeta, dice:
-Los latinoamericanos tenemos con esta lengua una relación de gratitud, pero al mismo tiempo de rencor. Los idiomas guardan la memoria de su historia y el español es un idioma que en cada una de sus partículas está haciendo presente su historia. Su imposición significó la tragedia de tantos, el exterminio de tantas cosas. Pero más allá de eso, en esta época se percibe el triunfo del idioma de la publicidad. Ninguna frase nombra lo que nombra. Ninguna frase está diciendo lo que dice.
Hay una descarga eléctrica y, al otro lado de un velo de estática, la voz de Zurita dice algo que suena así:
-Yo percibo un discurso que trata, como sea, de sacar a la muerte del escenario. El supermercado es ese lugar donde todos somos inmortales.