En Mosquera, a las afueras de Bogotá, 20 especialistas en el campo iniciaron su entrenamiento para viajar con bibliotecas móviles a las zonas y puntos veredales donde se encuentran los miembros de las FARC
20 bibliotecarios.Daniel Reina./revistaarcadia.com |
Bibliotecarios movilizan el módulo de la biblioteca móvil./Daniel Reina. |
Esteban Castañeda, bibliotecario./Daniel Reina. |
Lucely Narváez, bibliotecaria./Daniel Reina. |
En cuestión de días, los 20 bibliotecarios hoy reunidos para una capacitación en Mosquera, no lejos de Bogotá, se dispersarán por 13 departamentos del territorio nacional. En carros, barcas, chivas, por entre montes tupidos y carreteras destapadas, recorrerán viajes de hasta 10 horas para llegar a los puntos donde alrededor de 6.200 guerrilleros de las FARC dejarán las armas. Desde la vereda Carmelita, en el municipio de Puerto Asís, en Putumayo, hasta Los Pondores, Fonseca, en La Guajira, esta unidad de bibliotecarios élite -como los describe el coordinador de la iniciativa, Henry García- será la responsable de tender un puente entre los excombatientes y las comunidades circundantes.
Bibliotecas Públicas Móviles, el proyecto en cuestión, surgió el año pasado de una alianza entre el Ministerio de Cultura -por medio de la Biblioteca Nacional- y la ONG francesa Bibliotecas Sin Fronteras, cuando la cartera en cabeza de Mariana Garcés se preguntó de qué manera podría colaborar de manera efectiva en las Zonas Veredales y Puntos Transitorios de Normalización donde se desmovilizará las FARC. Así, a partir de una inversión de 2 millones de dólares, el Ministerio contrató los servicios de la organización no gubernamental europea, que nació en 2007 y se expandió en 2010, en el marco del terremoto de Haití, donde sus dirigentes “cayeron en cuenta de los enormes aportes que puede hacer la lectura en situaciones difíciles”, como dice García.
Desde entonces, Bibliotecas Sin Fronteras ha trabajado en países tan dispares como Estados Unidos, Etiopía y Burundi. Nunca antes, sin embargo, había tenido en sus manos un proyecto tan grande como el de Colombia. “Con un total de 20 bibliotecas públicas móviles, la iniciativa acá es enorme”, dice Yoann Vincent, uno de los cinco expertos franceses de la ONG que acompañarán a los 20 bibliotecarios. Para Vincent, quien hace poco ayudó a instalar una en un campo de 16.000 refugiados sirios en Jordania, el trabajo en Colombia será distinto al de cualquier otro país. No sólo porque cada proyecto acarrea sus propios retos, sino porque este se desarrollará “en un contexto muy importante, en un momento histórico”.
Esa misma impresión la comparten varios de los bibliotecarios, hospedados durante los tres días de la capacitación en el Hotel Continental, en el centro de Bogotá. “Cuando me invitaron a participar sentí una emoción muy grande, un enorme deseo de aportar al proceso de paz. Soy de los que confía que una biblioteca transforma vidas -dice Lucely Narváez, oriunda de Samaniego, Nariño, donde lidera la biblioteca que el año pasado ganó el Premio Nacional de Bibliotecas Públicas Daniel Samper Ortega-. Me siento orgullosa de poder mirar cómo acontece este momento histórico. Quiero ver cómo es, quiero escribir sobre la experiencia, contárselos a mis amigas y decirles a mis nietos, si es que llego a tener, ‘yo hice parte de este proyecto’”.
Narváez viajará a mediados de mes a la vereda Los Monos, en el municipio Caldono, en Cauca. Considera que su principal reto será “posicionar la biblioteca como un punto de referencia para los habitantes de la zona”. Eso se debe, en parte, al hecho de que si bien las bibliotecas móviles estarán situadas en las inmediaciones de los centros donde se desmovilizará la guerrilla, su enfoque principal serán las comunidades. Como explica García, “este proyecto se va a centrar en la población de las veredas y sólo después prestará servicios a los campamentos de las FARC”. En Los Monos, por ejemplo, Narváez trabajará principalmente con habitantes indígenas. Aunque se trata de un reto grande, la nariñense confía en su capacidad: “sé que va a funcionar, por la simple razón de que la ruralidad en Colombia necesita más bibliotecas públicas”.
Desplegables en menos de 20 minutos, las bibliotecas públicas móviles adquiridas de la ONG consisten de cuatro módulos: el administrativo (planta eléctrica, computador del bibliotecario), el de lectura ( 380 libros físicos, más de 200 libros digitales, un tapete, muebles inflables), el informativo (cinco computadores, 17 tabletas, 15 diademas) y el audiovisual (televisor, maleta de cine, servidor wi-fi con todos los contenidos digitales). Así mismo, cada biblioteca contará con una caja didáctica de Fernando Botero y juegos como ajedrez, rummi-q y dominó.
En cuanto a los libros, la selección la hizo un comité conformado por el CERLALC, la Biblioteca Nacional y la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Además de incluir los títulos de una lista básica impresa, que incluye autores clásicos como Gabriel García Márquez, se desarrolló de manera mancomunada con la Oficina del Alto Comisionado para la Paz una serie de talleres pedagógicos con las comunidades y los excombatientes para averiguar ellos qué querían leer. “Nos dimos cuenta de que sobre todo querían libros relacionados con temas como desarrollo rural, oficios, empresarismo, género, historia de Colombia y de América Latina”, dice García.
También con la oficina que encabeza Sergio Jaramillo se coordinará el transporte de las bibliotecas. Si bien en algunos casos el territorio no presenta dificultades, en otros representa un enorme reto. Por ejemplo, para llegar a la vereda de La Florida, en el Chocó, el bibliotecario tendrá que viajar a Quibdó, luego desplazarse en lancha durante 6 horas al municipio de Riosucio, y de allí emprender una caminata de por los menos dos horas en una vía más o menos carreteable. El viaje a la vereda de Santa Lucía, en Antioquia, también tiene sus complicaciones. Así, por lo menos, lo afirma Esteban Castañeda, el bibliotecario de 22 años que estará a cargo de ese punto. Finalista el año pasado del premio que ganó Narváez, es quizá el integrante más joven de la tropa. “La carretera es muy mala, las condiciones no son las más apropiadas -dice Castañeda-. Pero me voy a tomar esta experiencia como un viaje bacano. Sé que va a ser difícil los primeros días, también para mi familia. Mi mamá me dice, ‘cómo así que te vas tanto tiempo, es muy lejos’. Es la primera vez que me separo de ella por tanto tiempo. La cama propia me va a hacer falta, pero esta es una oportunidad de aprendizaje”.
Castañeda se volvió bibliotecario hace cuatro años, en el municipio del Retiro, Antioquia, donde nació. Allí trabaja en la biblioteca rural Laboratorio del espíritu, que incluye entre sus actividades programas de escritura creativa, visitas a su mariposario y un taller con niños llamado ‘Conocer a Colombia para amarla’, cuya culminación consiste en llevar a sus participantes a conocer el mar. “Es muy hermoso ese taller -dice el paisa, quien además afirma no sentir nervios frente a lo que se viene-: Este es un proyecto de paz organizado a nivel nacional, revisado y apoyado por organizaciones internacionales. No creo que haya nada que temer, ellos se quieren integrar a la vida nacional. Para mí, el reto es cómo voy a hacer para engancharlos, para impactarlos de manera positiva. Ojalá entiendan que esto también es para ellos, es un espacio de paz”.
Bibliotecas Móviles Públicas, que hace parte del programa del Ministerio de Cultura ‘Leer es mi cuento’, durará hasta el 31 de agosto. En el transcurso de estos meses, los bibliotecarios, además de impartir talleres y tender puentes, tendrán que buscar y entrenar a un asistente. En caso de que el informe final concluya que la comunidad se integró con la biblioteca, y que la administración municipal está dispuesta a continuar con el proyecto, la biblioteca se quedará en la vereda, con el asistente como bibliotecario. De esa manera, al final del día, no solo se habrá ayudado a los habitantes locales y a los excombatientes, sino que, en caso de funcionar, Colombia contará con 20 bibliotecarios nuevos.
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