22.8.16

El día que China quiso utilizar al hombre del tanque

Un hombre detiene con su presencia una columna de blindados en la plaza de Tiananmen. Cinco fotoperiodistas lo retratan impasible. China intenta usar la imagen para demostrar que nunca le harían daño a un ciudadano, pero la imagen perdura como demostración de lo contrario

El hombre del tanque frena una columna de blindados en la plaza de Tiananmen. STUART FRANKLIN/MAGNUM CONTACTO/elmundo.es
El mismo lugar en la actualidad, visto desde el lado opuesto. DANIEL CASE/elmundo.es

Si se aloja en la quinta planta del hotel Beijing, justo en la habitación que queda más a la derecha de la fachada, métase en el baño y mire dentro de la cisterna. Si usted hubiese sido un agente de la policía secreta china y estuviéramos en el 6 de junio de 1989, se hubiese encontrado con un rollo de película expuesta perteneciente a Charlie Cole, fotógrafo de Newsweek. Revelado ese carrete, se encontraría con varias exposiciones con una columna de tanques y un tipo plantado ante ellos con camisa blanca y una bolsa en cada mano. La gente en occidente lo conoce como El hombre del tanque.
El problema es que si usted está alojado en China, no podrá ver la foto ni buscar información alguna. Inmediatamente después de la matanza de estudiantes en Tiananmen, el gobierno pensó que tenía en la instantánea la mejor propaganda posible para mostrar "el cuidado del Ejército Popular del Pueblo para proteger a los chinos". Según esa idea, repetida por los órganos comunistas, el conductor del blindado tiene órdenes de avanzar, pero se niega a cumplirlas si eso implica hacer daño a uno de sus ciudadanos, por mucho que ese ciudadano sea, a sus ojos, "un delincuente o un alborotador". Pero alguien debió notar que el argumento no se sostenía porque la imagen sigue mostrando tanques contra estudiantes. Hoy, fallida esa estrategia, esta imagen ni existe ni existió en China. Su simbología es tan poderosa y tan temida que está censurada.
A decir verdad, cuando se habla de la foto de Tank Man nos referimos al conjunto de imágenes que tomaron cinco fotógrafos en aquel instante. Cuatro de ellos son conocidos: el citado Charlie Cole, Arthur Tsang Hin Wah, Jeff Widener y Stuart Franklin, todos ellos fotografiando desde balcones del hotel Beijing en tomas parecidas. El quinto, Terril Jones, mantuvo su foto tomada a pie de calle oculta durante 20 años. Dos hombres jóvenes corren agachados, lo que indica que llovían las balas. Al fondo, el hombre del tanque, con sus bolsas, ya espera a los blindados, que se recortan amenazantes al fondo.
Se registraron varios disparos hacia los balcones y otros fotógrafos decidieron quedarse dentro. Pero dos camarógrafos grabaron la escena. Está en Youtube. Cuando los carros de combate avanzan, el tipo ya está plantado en medio de la calle. Al llegar a su altura el primer blindado zigzaguea a derecha e izquierda, peroel hombre se mueve para impedirle el paso. No contento con eso, sube al carro, intenta gritarle a los conductores por alguna de las escotillas y habla con uno de ellos cuando saca la cabeza al exterior. De nuevo, regresa a su posición frente al tanque. En el plano entran cuatro personas. Dos de ellas se llevan al hombre del brazo y ahí se pierde su contacto para siempre. Para algunos, esas dos personas son estudiantes que pretenden salvarle la vida. Para otros, son agentes de la policía secreta que detienen al improvisado héroe para hacerlo desaparecer.
La identidad del hombre del tanque ha obsesionado y obsesiona a los medios de todo el mundo. Muchos han intentado largas investigaciones con conclusiones decepcionantes. Con los archivos del Gobierno chino cerrados con siete llaves, es casi imposible acceder a información oficial.
El tabloide británico Sunday Express dijo que su nombre era Wang Weilin, estudiante de 19 años, pero esa identificación fue rechazada por el Partido Comunista Chino.
Durante años han circulado numerosos rumores acerca de su paradero. El asistente personal de Richard Nixon, Bruce Herschensohn, aseguró en 1999 tener información fiable de su ejecución 14 días después del incidente, aunque no reveló su nombre. En el libro Red China Blues, el historiador Jan Wong comenta que sigue vivo (y oculto) en el interior del país. Varios periodistas han preguntado a Jiang Zemin, secretario general del Partido Comunista Chino en aquella época, sobre el destino final de aquel hombre: "Él nunca fue arrestado. No sé dónde estará ahora", dijo.
El hecho esencial sucedió el día anterior: los militares irrumpieron desde varias avenidas hacia la acampada en el centro de la plaza. La represión fue sangrienta. Las cifras de muertos bailan entre los 800 de una fuente de la embajada estadounidense a los 2.600 de una fuente anónima de la Cruz Roja china, con entre 7.000 y 10.000 trabajadores, intelectuales y estudiantes heridos. Pekín no ofreció cifras y se limitó a expulsar a la prensa extranjera y a detener a los cabecillas de la revuelta. El fotógrafo Stuart Franklin, que se sabía vigilado por la policía china, compró una pequeña lata de té en la tienda de regalos del hotel, metió el carrete dentro y se la entregó a un estudiante francés con billete de salida ese mismo día. Debía enviarla, una vez en Europa, a la redacción de la revista Life.A él le debemos la segunda versión del Tank Man, que además fue premio Pulitzer y World Press Photo.
Durante aquellos días el hombre del tanque no fue el único que se puso delante de los blindados, aunque sí fue el único captado por las cámaras y el que regaló un icono fotográfico para la Historia. Gracias a aquellos fotoperiodistas podemos conocer la verdad por encima de la propaganda china.

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