11.9.10

La temida pluma de Daniel Samper O

El periodista acaba de publicar El club de los lagartos, en el que recopila sus columnas
Desde su columna de revista Semana, el periodista bogotano Daniel Samper Ospina (1974) le mide el pulso al acontecer nacional.foto:Semana.fuente:vive.in

El periodista bogotano Daniel Samper Ospina no necesitó desnudarse, como lo hacen muchas de las modelos que pasan por la revista que dirige ('SoHo'), ni tuvo que recurrir a una de esas novedosas estrategias mediáticas, como ocurre en los tiempos modernos, para alcanzar la fama.

Encaletado en una oficina, con la tranquilidad que ofrece no exponerse, Samper Ospina se ha convertido en un fenómeno en el periodismo de opinión escrito. En la pasada contienda electoral, sus columnas se pasaban, cada semana, de correo en correo electrónico, como un termómetro del clima que vivía el país.

lgunos lo comparan con el legendario Lucas Caballero Calderón (Klim), aunque él considera que "no le llega siquiera a los talones".
Había anunciado que no haría ningún coctel de lanzamiento de su libro 'El club de los lagartos', para evitar que le "gorrearan quesos y vinos", para no tener que ver "materializarse a Fernando Tolero" o en primer fila a Andrés Hoyos y a sus tías, las únicas compradoras de los ocho libros que se venden en las presentaciones.

Pero como "al que no quiere caldo se le dan dos tazas", Samper, que se considera un alérgico a todo tipo de ritual social, debió sentarse, en la pasada Feria del Libro de Bogotá, a firmar por espacio de dos horas su obra, a más de 400 personas que hasta foto le pidieron. Por momentos, llegó a parecerse a una silueta de cartón, como esa que él creía que había de Jean Claude Bessudo y que llevaban por todos los cocteles de Bogotá.

¿Se le vuelve a medir a la firmadita de libros?

La verdad es que estoy muy agradecido. Este libro ha sido muy vendido, casi tan vendido como Rodrigo Rivera. No me molestan las firmas; no creo que se puedan comparar con un evento social. Me gusta conocer a los lectores. Todo eso me llena de emoción; en cambio, ir a un coctel me aburre, salvo en el pedazo en que uno le da la mano a Jean Claude y constata que no es una silueta de cartón a la que van poniendo de evento en evento, sino un ser humano que respira.

Al leer sus columnas, los lectores podrían preguntarse si existe para usted algo que valga la pena...

Me gusta contemplar la naturaleza e ir a fútbol. He debido ser hincha de Millos para hacer las dos cosas al tiempo: ir a fútbol y ver troncos.

¿Es usted tan amargado y refunfuñón como parece en sus columnas?

Nadie que critique a Roy Barreras por lagarto puede ser tildado de refunfuñón, apenas de sensato. Ahora bien: que no me gusten los planes clásicos de la sociedad bogotana no significa que no pueda encontrar otros con los que me sienta mejor: salir a caminar con Cecilia López y las sudaderas de toallita que se pone para tal efecto, por ejemplo, o ir con Junior Turbay a comer rellena.

¿Ha tenido que retractarse de algo que haya escrito?

No hago otra cosa que contradecirme permanentemente, pero creo que he tratado de hacer de eso una burla a mí mismo. Me ha tocado ir a cocteles, claro, y me aburren muchísimo, pero tampoco es tan grave ir a un coctel. Hay cosas peores, como oír el programa de Fernando Londoño o leer a Ernesto Yamhure. El día que eso me suceda sí me preocupo.

¿Ya sucumbió a una frijolada de Olga Duque de Ospina?

Primero, le pido respeto por las frijoladas de doña Olga; son la versión colombiana de un museo de cera, y no más por eso hay que respetarlas. Pero por desgracia nunca he ido a una de esas frijoladas. Espero hacerlo cuando grande, cuando tenga la edad del doctor José Galat.

¿Alguno de los lagartos del club le ha lagarteado?

La verdad es que hay algunos que no, y sea este el momento de hacerle un homenaje público a Rodrigo Rivera, por ejemplo, cuya voz aun no conozco en persona; él es un lagarto que suele treparse a otras ramas del poder, como la Ejecutiva. En esa medida, aprecio mucho a Armandito Benedetti y Roy Barreras, que todavía valoran el oficio de los periodistas y como tal les lagartean todo el día.

¿Cuál es la vaciada más dura que recuerda por cuenta de sus columnas?

Hasta ahora no me he dado cuenta. La verdad, creo que hago un trabajo bastante noble y la gente así lo recibe. ¿Quién se preocupó por la salud mental de Noemí durante las elecciones, por ejemplo? Yo fui el único que pedí que paráramos todo, que miráramos bien lo que tenía, que la internáramos. Por eso, muchas de mis columnas son dignas de aplauso; no de regaños.

El arte de opinar

¿Cuál cree que es el principal desafío al momento de caricaturizar con palabras?

Lo más difícil es que el político colombiano es una caricatura en sí mismo. Mire al doctor Álvaro Uribe Vélez, nuevo prócer nacional: tomaba tinto en caballos, alzaba gallinas, decía que tenía tres huevos, se ponía fracs que le cubrían apenas las tetillas, se echaba en toboganes: ¿no es él una caricatura?

¿Qué límites debe respetar una caricatura escrita?

No tengo idea. Creo que ninguno. El único riesgo de un humorista es que se queme con el voltaje excesivo de sus propios chistes. Pero creo que existe un saludable derecho a la insolencia al que todo humorista debe acudir para burlarse de lo que sea sin ponerse ataduras; que la irreverencia es necesaria y que gracias a ella una sociedad puede respirar mejor.

¿Cómo sopesa ese límite entre la ofensa y el humor?

La verdad, pocas veces lo sopeso. Me arriesgo y ya. Si me hace reír, lo pongo. Así de sencillo. Reconozco que hay ingredientes de incorrección política que hieren susceptibilidades, pero qué puedo hacer, la columna es así: el mundo está lleno de columnistas que no se burlan del físico de nadie ni hacen chistes oscuros, como para que quienes se impresionan con esas cosas me sigan justo a mí.

Algunos lo comparan con Klim. ¿Qué referentes en el oficio de opinar admira?

No creo que le llegue siquiera a los talones a Klim. Yo soy del tamaño de Luis Alberto Moreno al lado de Klim. A él lo admiro mucho. También me gustan mucho los humoristas gringos, sobre todo los que hacen animación. Me gusta mucho Seth MacFarlane, por ejemplo, el creador de la serie 'Padre de Familia'. Me gustan los creadores de 'South Park', Trey Parker y Matt Stone. Creo que su capacidad de irreverencia es absoluta; que son, en el buen sentido de la palabra, unos bárbaros.

¿Qué dice su papá de sus columnas?

Casi siempre le gustan.

¿Qué dice su tío de sus columnas?

No me dice mucho, la verdad.

El club de los lagartos
Daniel Samper Opsina
Aguilar

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