20.9.09

El mail, el chat y la red social en la ficción reciente

En la literatura argentina, uno de los primeros en explorar el uni­verso de la comunicación elec­trónica fue el escritor y catedrá­tico Daniel Link. En su novela La ansiedad (El Cuenco de Plata), los personajes comunican sus miedos y deseos a través de e-mails, chats y videoconferencias. Faltos de amor, ofrecen con sus vínculos mediatizados un retra­to del modo en que la tecnolo­gía opera sobre la conducta y el habla.
Esa mediación tiene, para el propio Link, un "carácter para­dójico", pues es, "en contra de sí, totalmente inmediata". "La escritura había sido entendida siempre como una 'mediación' (una tecnología intermediaria entre el habla y el pensamiento, subsidiaria de la memoria). Aho­ra empieza a aparecer como un flujo inmediato: la escritura no es secundaria o parásita en re­lación con el habla". Detrás del efecto, concede, se esconde un síntoma, cierta carencia que im­pulsa a las relaciones desde la red. Retratarlas llevó a innovar en el registro de la escritura, a tra­vés de la reproducción del rasgo hipertextual –citas con aspecto de correo electrónico, lenguaje y ortografía propios del chat– y la fusión de las fronteras de género –en el sentido de forma o molde de escritura– con aquello que en apariencia es un procedimiento.
Esa experimentación fue retoma­da por Alejandro López en Keres coger=guan tu fak (Interzona), novela de trama policial que rom­pe el formato tradicional de tex­to y condensa un conjunto de conversaciones por msn, e-mail y artículos de diarios, junto a la referencia de videos que los per­sonajes visitan.
El mismo recurso de reproduc­ción de chat fue empleado por Florencia Abbate en "Atardece", cuento de la antología En Celo (Mondadori), donde dos amantes –él sin compromisos, ella por ca­sarse– rellenan los huecos en sus vidas a través del Messenger. En la misma antología, Pedro Mairal relata en "Coger en castellano" el pasado y el presente sentimental de un hombre cuyo tedio y fanta­sías encuentran alimento en fo­tos de chicas desnudas en Inter­net. Acción y descripción están al servicio de narrar la soledad, la que sólo parece ceder cuando el personaje mira esos cuerpos; la mente se evade y refugia en recuerdos. "Compartir crónicas de la vi­da cotidiana" es lo que lleva a la escritora Marina Mariasch a escribir en @purasensacion, su dirección en Twitter. Ello, aunque la red tenga un límite de hasta ciento cuarenta caracte­res por entrada. Esa acotación del espacio para contar, según la poeta, lleva a "la obligación de generar sentido." Con una ven­taja inspiradora para su oficio: en el soporte –la pequeñez del campo– encuentra el tono. Y le despreocupa el hecho de que sus ideas y su producción estén ahí, para ser vistas y consumi­das, aunque no se concrete el feedback. "Hay algo de voyeurismo, un costado exhibicionista que no me preocupa", dice.

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