Opinión
Es bien sabido por los lectores atentos de las noticias del
desastre que causó el paso del huracán Sandy-¿por qué los huracanes llevan nombre de
mujer?- sobre la ciudad denominada capital del mundo. Creo, sin exagerar, que es
la ciudad más nombrada en novelas y películas y canciones. Sus calles, parques,
plazas son más reconocidas que las suyas
propias por realizadores y escritores y músicos. En ese listado el que
encabezaría el más prolífico homenaje a su imaginario real sería Woody Allen;
seguiría Martin Scorsese, por nombrar
sólo dos magníficos directores de cine estadounidenses que han contribuido queriendo y tal vez sin
querer que todos, alguna vez, nos demos un champú de turismo por la Gran Manzana.
Así sea en las imágenes de sus películas, donde Nueva York, es el personaje de
trasfondo tutelar de esas historias que nos cuentan.
“Siete millones de historias tiene la ciudad de Nueva York” pregona
en una canción salsera el cantautor panameño Rubén Blades. Las
alusiones y menciones que tiene la
ciudad son numerosas. Por ejemplo, recordar que en ella se dio el movimiento
salsero que precisamente lo denominó César Miguel Rondón, periodista venezolano,
en su libro Salsa, el sonido Nueva York.
Aludía como allí se conformó un saber hacer un ritmo tan particular y latino
que se proyectó al mundo y se llamó desde entonces: Salsa. Recordar los títulos de canciones salseras como Un verano en Nueva York en la voz del
boricua Andy Montañez con el Gran Combo de Puerto Rico. Fuego en el 23 de la
poderosa Sonora Ponceña también puertorra. Ahora la celebradísima canción de
Franz Sinatra, New York, New York que
se constituyó con el paso de los años en una mítica canción himno a la ciudad.
Y sin entrar en erudiciones ociosas con los cantantes de
jazz y ni qué decir de los baladistas.
Y los escritores que han hecho de la ciudad de Nueva Yok, el
imaginario real y concreto de sus novelas están Paul Auster, con su Trilogía de
Nueva York. Y a comienzo del siglo XX, John Dos Passos nos cuenta cómo la
ciudad se transformó en lo que ya es hoy la Capital del Mundo, desde su páginas
magníficas que constituye en otro merecidísimo homenaje a su vida total en la novela casi fundacional,
titulada precisamente Manhattan Transfer.
Apena e impresiona ver
las duras imágenes que muestran, aún frescas del desastre climático, depredación
que los habitantes estadounidenses están contribuyendo sin parar en conciencia.
Y uno se pregunta, cómo es posible que ya en muchas películas, se anticipaba de
una manera apocalíptica un desastre
nuclear, tomando como sede a la ciudad más cosmopolita pero más contemporánea
del planeta, donde vibra el capitalismo icónico más raizal, y el individualismo
más feroz que una cultura pueda mostrar como su belleza negra- que me perdonen
los afros, es sin ninguna alusión racista- porque belleza rara y extraña si
tiene Nueva York. Los más categóricos para designarla dirán, que ella sola es
el más puro postmodernismo, porque convive desde lo más sórdido como lo más
sublime de la estética del capitalismo voraz que hoy por hoy se tomó el planeta
con toda su carga crítica para bien y mal de los seres, porque las utopías, que nos venden, se acabaron…
Sin olvidar jamás que el suceso que cierra y abre una nueva forma de la
guerra global que los propios Estados Unidos fomentan al mundo con su demente
complejo industrial-militar, son aquellas imágenes que el mundo entero vio y
vivió en vivo y en directo por la televisión el 11S de cómo unos fundamentalistas
islámicos lanzaban aviones jet a los Torres Gemelas. Ellas están tan impregnadas
de Nueva York, que uno piensa que no podía ser en otra ciudad sino justamente
allí para que su impacto de escalofrío se diera tan fuerte, donde de paso cada
uno piensa, que hacía yo cuando tumban las torres gemelas del New World Center.
Ya existe todo un imaginario real y literario fundamentado
en varias novelas, que no los voy a fatigar enumerándolas, en lo qué y cómo pasó con ese contundente golpe a la
ciudad de Nueva York, que hoy poco a poco renueva y fortalece sus ímpetus excepcionales
y vuelve a la vida, porque ella es sin ninguna duda La Capital del Mundo.
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