Los escritores hispanoamericanos nacidos después de 1960 nunca sintieron que pesara sobre ellos como una losa el listón tan alto que dejaron los novelistas del boom latinoamericano
Jorge Volpi considera a los escritores del boom: clásicos que de ellos sólo se aprende.lainformacion.com |
Al contrario: los
consideran sus clásicos y, como dice Jorge Volpi, "de los clásicos solo
se puede aprender".
"Yo no sería escritor si no hubiera leído
'Cien años de soledad' a los 16 y 'Rayuela' a los 19. Y no sería el
escritor que soy si no hubiera leído toda la obra de Vargas Llosa a los
21", afirma el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973),
al responder unas preguntas de Efe sobre el 50 aniversario del "boom".
Esas
preguntas también las han contestado el mexicano Jorge Volpi, de 44
años, y los peruanos Fernando Iwasaki, de 51, y Santiago Roncagliolo, de
37.
Los cuatro viven en España, han ganado premios importantes y son representativos de la nueva literatura
latinoamericana, muy distinta de la del "boom" pero con la que, según
Volpi, tratan de "responder a los grandes desafíos" de aquel movimiento
fundamental, que, asegura Roncagliolo, "puso a América Latina en el mapa cultural":
"Antes de los escritores del 'boom' nadie sabía que existíamos", señala el autor de "Abril rojo" (Premio Alfaguara 2006).
La
principal consecuencia de ese movimiento "son decenas de libros
memorables. Una pléyade de obras maestras. Y luego, claro, inventar una
América Latina literaria, que ha llegado a suplantar a la América Latina
real", apostilla Volpi, autor de "En busca de Klingsor" (premios
Biblioteca Breve y Grinzane Cavour) y de "La tejedora de sombras"
(Premio Planeta Iberoamericano).
La genialidad de autores como García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Cortázar,
pudo "oprimir" a "ciertos compañeros de generación o de la siguiente
promoción", pero "de ninguna manera" a quienes nacieron después de 1960,
asegura Iwasaki, Premio Nacional de Narrativa y Premio Nacional de
Ensayo.
"Los autores del 'boom' fueron nuestros maestros y
nuestras referencias literarias. Nosotros los leímos sin envidias y sin
ánimo de competir, porque los descubrimos como lectores a la edad de
quince años o menos", dice Iwasaki.
"Son nuestros clásicos, y de
los clásicos solo se puede aprender. Fueron y son mis maestros. Habría
que imaginar que, en otras tradiciones, serían los equivalentes de Shakespeare o de Goethe", subraya Volpi.
Para
Vásquez, que ganó el Premio Alfaguara con "El ruido de las cosas al
caer", nacer después de esa generación tan brillante le "facilitó mucho
las cosas".
"Lo que hicieron esos libros extraordinarios fue
abrirnos el camino: enseñarnos a aprovechar otras tradiciones, darnos un
ejemplo de consagración al oficio, mostrarnos los riesgos de mezclarse
con la política", comenta Vásquez.
Roncagliolo supone que el
"boom" marcó un listón "anormalmente alto", y, de hecho, cuando él
empezó su carrera literaria "la idea" que tenía de un escritor era que
"debía ser capaz de escribir 700 páginas, ganar un Nobel y ser candidato
a presidente", afirma con humor.
¿Alguno de estos escritores sintió ganas de hacer eso tan freudiano de "matar al padre"?
"Nunca",
asegura Vásquez, al referirse a García Márquez: "Me han entrado ganas
de discutir mucho y a veces pelear a puñetazo limpio. Y muchas veces ni
siquiera es con él, sino con sus imitadores baratos que han convertido
la literatura latinoamericana en un parque temático del realismo
maravilloso. A ellos sí que les reprocho algo".
En el caso de
Roncagliolo, el "padre" es Vargas Llosa y reconoce que "es difícil hacer
algo que no haya hecho él: desde columnas políticas hasta espectáculos
de teatro,
desde crónicas periodísticas hasta programas de televisión.
Simplemente, llega un momento en que comprendes que no tienes que
hacerlo".
Volpi, que decidió convertirse en escritor tras leer "Terra
nostra", asegura que los escritores de su generación "jamás" quisieron
"'matar' al padre Fuentes ni a los tíos Vargas Llosa, García Márquez, Onetti, etc., sino aprender de ellos, seguir su impulso".
Para
Iwasaki, lo de "matar al padre" es en realidad "mitológico", y en su
opinión "la figura de Edipo tiene su contrapartida en Eneas, quien huyó
de Troya llevando a su padre Anquises sobre sus hombros. El 'boom' es
como Anquises, el peso del padre que uno siempre llevaría orgulloso".
La
realidad política y social de América Latina es muy distinta de la que
había en los años sesenta y setenta, y también ha cambiado la
literatura: "Nuestros países son democracias. Ya no se debate la
revolución. Eso significa que los escritores ya no somos personajes
políticos. No hace falta", indica Roncagliolo, convencido de que hoy día
"nadie se creería novelas como 'Cien años de soledad' o 'Rayuela'".
"Hace
cincuenta años la gente creía en la utopía. Hoy no le creemos ni al
periódico. Conozco muchos escritores realistas hoy en día, pero no he
encontrado ni un Cortázar", añade el autor de "Pudor".
Iwasaki lo
ve así: "Los maestros del 'boom' escribieron los grandes relatos
nacionales y las primeras novelas totales. Hoy es el tiempo de las
épicas íntimas y de los grandes relatos familiares que atraviesan
lenguas y continentes distintos".
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