1.7.11

Entre el ruedo y el frente de batalla

Dijo alguna vez que quería a España más que a ningún país después del suyo, quedó fascinado por las corridas y plazas de toros y se unió a los intelectuales que defendieron la causa republicana durante la Guerra Civil
El escritor charla con el matador Antonio Ordoñez en una foto de 1959. foto: E.M.elmundo.es

La obra de Ernest Hemigway es testigo de aquella especial relación con una tierra en la que vivió varias temporadas y a la que pensaba regresar cuando murió, pegándose un tiro, hace ahora 50 años.

Fue la norteamericana Gertrude Stein quien convenció a un veinteañero Hemingway de que tenía que visitar España. El escritor acababa de trasladarse a París con su primera esposa, Elizabeth Hadley Richardson, muchas ganas de aventura y unas ilusiones literarias que no se vieron cumplidas en sus comienzos. Para ganarse la vida trabajaba como corresponsal en el "Toronto Star". Y así, una tarde de julio de 1923, cruzó los Pirineos y llegó a Pamplona.

Son muchas las leyendas que circulan por la capital navarra de ese primer contacto de Hemingway con los Sanfermines, que marcó profundamente al futuro Nobel de Literatura. "El encierro de los toros pone los pelos de punta", escribiría en su artículo 'Pamplona en julio', publicado aquel octubre. Pero aunque los novillos llegaron a darle algún que otro susto, repitió el viaje en varias ocasiones, alternando los encierros con las barras de los bares, hasta sus últimas fiestas taurinas, en 1959.

Su admiración por los toros quedó plasmada en su novela "The Sun also rises" (1925), conocida en el mundo hispanohablante como "Fiesta" y considerada su primera gran obra. Con tintes parcialmente autobiográficos, narra el reencuentro en París entre un periodista incapacitado sexualmente por una herida de guerra y la enfermera de la que se enamora entonces. Y además de retratar la bohemia capital francesa bañada en alcohol, describe minuciosamente el periplo de la pareja y varios amigos por las fiestas en honor a San Fermín.

La propia Stein, a quien su amigo Pablo Picasso inmortalizaría en un célebre lienzo, pronunció al respecto una frase que luego se haría famosa: "Fiesta" era la biografía de una "generación perdida", término con el que pasó a conocerse a esos escritores tocados por la Primera Guerra Mundial y el crack del 29, como John Dos Passos, Francis Scott Fitzgerald, John Steinbeck o William Faulkner, que plasmaron en sus obras la frustración de la época que les tocó vivir.

También en "El verano peligroso", una suerte de crónica taurina escrita entre 1959-60 pero publicada póstumamente en 1985, Hemingway regresa a los ruedos para describir la rivalidad entre las dos figuras del momento: los toreros Luis Miguel Dominguín y su cuñado Antonio Ordóñez. Aunque su gran legado estético sobre la tauromaquia fue "Muerte en la tarde", donde plasma su profunda admiración por este polémico arte en el que encontró el significado más elemental de la vida y la muerte.

Sin embargo, no todo fueron los toros, pues su relación con España se verá marcada muy especialmente por su etapa como corresponsal durante la Guerra Civil (1936-1939) para la NANA, la North American News Alliance. Fue entonces cuando se fraguó su romance con la reportera Martha Gellhorn, probablemente entre las paredes del céntrico hotel Florida, donde se alojaron y escribieron sus crónicas la mayoría de corresponsales extranjeros que cubrieron la contienda.

Era famosa la enorme reserva de café, mermelada y whisky que Hemingway almacenaba en su habitación. Tanto el hotel como el edificio de Telefónica se encontraban en la línea de fuego y, al no poder dormir a causa de los bombardeos, las veladas nocturnas se prolongaban en el cercano bar Chicote.

"Dicen que nunca oyes al que te alcanza. Eso es cierto para las balas porque, si las oyes, es que ya han pasado. Pero este corresponsal oyó el último obús que cayó en este hotel (...) Y mientras oyes el vidrio sonar al caer y acercarse el siguiente, te das cuenta de que, por fin, estás de vuelta en Madrid", escribió tras su regreso a la capital desde el frente de Teruel en unas crónicas recopiladas por el Instituto Cervantes.

Al igual que otros muchos intelectuales como Geroge Orwell o André Malraux, Hemingway también se comprometió con la República en una época que el historiador británico Hugh Thomas describió como "la edad de oro de los corresponsales". Además de sus crónicas, cofirmó con Dos Passos el guión del documental "Tierra española", escribió su obra de teatro "La quinta columna" y culminó la que sería una de sus obras maestras, "Por quien doblan las campanas" (1940).

Inspirada de nuevo en las experiencias del propio Hemingway, la novela está protagonizada por un joven estadounidense de las Brigadas Internacionales y un grupo de guerrilleros republicanos en el frente de Segovia. El cineasta Sam Wood la llevó a la gran pantalla tres años más tarde, con Gary Cooper e Ingrid Bergman como protagonistas.

El último viaje a España de "don Ernesto", como cuentan las crónicas que se conocía aquí al autor de "El viejo y el mar", fue en 1959, acompañado de su cuarta esposa (Mery Welsh), para escribir unas crónicas taurinas por encargo de la revista "Life" que acabarían formando "El verano peligroso". Dos años más tarde, y a punto de cumplir los 62, se disparó a sí mismo con una escopeta en su casa de Ketchum (Idaho). Y al parecer, en su mesilla tenía reservado un abono para los Sanfermines que estaban a punto de comenzar.

No hay comentarios: