21.4.17

Un futuro que nadie logró imaginar

El ensayo de José Luis Pardo describe un mundo emancipado del pasado y desilusionado del presente

Pasado, presente y futuro son respuestas cronológicas a la pregunta “¿qué es el tiempo?”. Esas tres dimensiones con las que los humanos ordenamos la historia del mundo y comprendemos la propia subjetividad tienen, sin embargo, envergadura diferente según las épocas. El pasado tuvo hasta la modernidad, el prestigio de la tradición, de lo verificable, la certidumbre de lo efectivamente acontecido. El pasado parecía firme porque fue experimentado y estaba disponible en los archivos y en la memoria. En ese sentido el pasado podía ser un yugo que obligaba al humano a la repetición, como un padre que se impone a los hijos. La modernidad debilitó la solidez del pasado mediante el progresivo giro antropocéntrico que implicó la liberación de los mitos, de la tutela de dios en materia política, social y económica y la confianza extrema en las potencias racionales aplicadas a la ciencia y la técnica. El presente se endulzó con la ilusión de lo nuevo y lo posible se volvió ilimitado hasta alcanzar un futuro que, liberado de la carga de su origen, se volvió una esperanza cuyo motor fue la idea de progreso. José Luis Pardo, filósofo español y ganador en 2016 del Premio Anagrama de Ensayo con su libro Estudios del malestar, describe en el artículo “Que viene el Futuro” un mundo que, emancipado del pasado y desilusionado del presente, tiende a depositar en el futuro una nueva mitología. El futuro, dice Pardo comentando la teoría del Realismo Especulativo, es “en cierto modo más ‘real’ que el presente y que el pasado pues es quien decide el sentido y la duración de estos últimos”. La paradoja es evidente puesto que ese futuro ‘real’ no existe, es solo una ficción imponderable. La realidad de ese futuro que no es podría deberse a que los hombres comienzan a considerarse ‘obsoletos’ en un presente gestionado por máquinas inteligentes y programadas por algoritmos, un mundo en el que domina el dataísmo en detrimento de la teoría, la virtualidad, la espectacularización de la política y de la intimidad, la fantasía de optimización absoluta de cuerpo y mente que la ciencia fomenta y que alcanzará únicamente a algunos. Esa obsolescencia podría impulsar la fuga hacia adelante. Ese futuro apremiante reemplazaría, además, escenarios en los que fracasaron los ideales de justicia y solidaridad y en los que la noción de libertad se emplea cada vez menos (o exclusivamente en relación con el mercado) porque ya no se sabe bien qué significa en el orden personal y colectivo. Ahora bien, hay que ser cuidadoso, ‘el futuro’ podría ser, sencillamente, otra quimera, un plan de evasión reclamado por un presente que no cumple con las consignas de progreso que el pasado formuló, que está encerrado en el desencanto y que no encuentra alternativas para la creciente desigualdad, la migración desesperada, las guerras, la xenofobia, la persistente misoginia. ‘El futuro’, además, estaría gestionado por intereses empresarios y por líderes que, a falta de ideas, apelan a la agresividad, a la autorreferencia y que son vulgares porque la vulgaridad les garantizó un éxito que no habrían alcanzado con su inteligencia. Pardo dice también que para explicar las deficiencias de nuestro presente no habría que apelar a significantes vaciados tales como ‘capitalismo’, ‘sistema’, ‘economía’ porque pueden funcionar como fáciles ‘proyectiles simbólicos’ o tranquilizadoras generalizaciones que, si bien al menos ofrecen un monstruo al que hacer frente, son ineficaces conceptualmente. La excesiva generalidad de los dispositivos ‘capitalismo’, ‘sistema’, etc., los transforma en vaguedades que no ayudan a pensar. Pardo llama a la filosofía y a las ciencias sociales a pensar alguna idea que “quizás no se trate tanto de una alternativa al capitalismo como a una de esas maneras de pensar las cosas que dificultan su conocimiento”.
La alternativa que Pardo pide está en las listas de los libros más leídos y recomendados en 2016: Stoner de John Williams, Manual para mujeres de la limpieza de Lucía Berlin y Black out de María Moreno. Los tres libros son del pasado. Los dos primeros –Stoner y Manual para las mujeres de la limpieza- son rescates de autores fallecidos que pasaron casi desapercibidos en su época (estaban por eso directamente sepultados en el pasado), el de Moreno es un libro en el que el pasado es tratado con los miramientos contradictorios –ternura, distancia, crueldad y alegría, sinceridad-, que merece la dimensión que ha hecho posible una vida. Los personajes principales de los tres textos (con fuerte impronta autobiográfica) –Stoner, Lucia (y los diferentes apodos con los que ella se refiere a sí misma) y ‘María/Cristina’, hija irónica del emperador Hirohito-, encarnan la perpetua épica humana de sufrimiento, superación, sufrimiento: victorias módicas, derrotas inevitables, búsquedas, pérdidas, certezas, desconciertos, amores. Los recursos literarios son limpios y eficaces en cuanto que las tramas sintetizan la complejidad intelectual y afectiva de los tres en las circunstancias epocales que les tocan. El deseo de orientación cifrado por el gusto literario que los personajes manifiestan aunque en conflicto con pasiones oscuras, de alcohol, de locura o maldad los transforma en figuras clásicas pero que, lejos de no tener vigencia, recuerdan la perpetuidad de los conflictos humanos. Los libros de Stoner, Berlin y Moreno son el pasado y hablan de él.
¿Por qué entonces cuando el ‘futuro’ busca copar la escena del presente desplegando sus marcas y tentaciones utópicas o distópicas (según quien lo juzgue), cuando busca instalarse como lo real, los libros del pasado de Williams, Berlin y Moreno prevalecen en el gusto de los lectores y son tan recomendables? La respuesta es simple, los tres libros producen alivio, son antídotos.
A pesar de que narran la dureza de la vida, los fracasos, la vocación, las muchas gradaciones afectivas del alcohol, la desesperación y la derrota, a pesar de que la tecnología no interesa en ellos y las imágenes desfilan sin asaltar, los textos permiten respirar, ralentizan el paso del tiempo y lo hacen durar para que los lectores podamos componernos en la trama que nos pertenece a todos. Stoner, Manual para mujeres de la limpieza y Black out son libros responsables no porque difundan consejos para una buena vida o porque glorifiquen el pasado con nostalgias sino porque relativizan la preeminencia del ‘futuro’ evocando el efecto constante que la fragilidad y la contingencia tienen, incluso, para la creación de un futuro fabuloso. Son tres libros que demoran la comprensión de las cosas pero para darles calado y memoria.
La autora es doctora en filosofía (UBA), docente UBA-APA, Instituto Universitario de Salud Mental, UNL.

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