11.6.15

Padura: "Este premio es un triunfo de la literatura cubana"

Premio Princesa de Asturias de las Letras, es autor de una famosa saga policiaca
El escritor cubano Leonardo Padura, en su casa de La Habana. / Alejandro Ernesto./elpais.com
Suele bromear Leonardo Padura con que es un escritor muy trabajador pero de imaginación corta. Lo único que hace, asegura, es observar la realidad cubana, mirar lo que pasa en sus calles y le sucede a sus gentes y luego ponerlo todo en hojas de papel que más tarde suelen convertirse en novelas. No es mala definición para bucear en la obra de este novelista habanero nacido en 1955 y creador de la famosa saga policiaca de Mario Conde, un descreído y alcoholizado comisario revolucionario cubano con el que Padura ha diseccionado la Cuba más negra y menos oficial –también la oficial– durante los últimos 25 años. Padura es hoy el novelista más importante e reconocido de su generación, y por ello obtuvo el miércoles el Premio Princesa de Asturias de las Letras, un honor que más que un éxito personal él considera “un triunfo para la literatura cubana”.
“Soy un escritor cubano, pertenezco a una generación que ha vivido y sufrido muchas cosas, buenas y malas, y siento un gran sentido de pertenencia hacia mi ambiente y mi gente en Cuba, así que este premio lo considero un reconocimiento a todo ello”,  dijo desde La Habana al conocer la noticia. Es la primera vez que un escritor cubano gana este premio, por lo que para él tiene un valor muy especial. “El único antecedente es Javier Sotomayor, plusmarquista mundial de salto de altura, que en 1993 obtuvo el Príncipe de Asturias del Deporte. Por eso hoy me siento como si hubiera saltado 2,45”.

A través de las vidas de Conde y de sus castigados amigos, uno de ellos un paralítico veterano de la guerra de Angola,  los cubanos se enteraron de las miserias del mundo habanero de las drogas o de la prostitución masculina y femenina que se ejercía en algunas esquinas de la ciudad,
“En un momento como este, ante un premio como este, Mario Conde diría: ‘Vamos a gozarla, mi hermano, porque hemos sufrido bastante y nos lo merecemos”, dice un Padura radiante al otro lado del teléfono, tras asegurar que si tuviera “el hígado de Mario Conde” ya hubiera caído “la primera botella de ron” (eran las 7 de la madrugada en la Habana).
Padura es heredero de una larga tradición literaria y ha recogido el testigo de grandes de la literatura cubana como Guillermo Cabrera Infante y Alejo Carpentier, al que considera el maestro de la novela histórica, de cuya metodología es deudor. Infante y Carpentier ganaron el Cervantes, pero la historia de esta edición del premio Princesa de Asturias tiene que ver con Mario Conde —”el bueno”, dice, para diferenciarlo del banquero—. Todo comenzó hace dos décadas, cuando una mañana sin previo aviso recibió la llamada de la entonces editora de Tusquets, Beatriz de Moura, para proponerle publicar su novela ‘Máscaras’, una de las novelas policiacas de la saga, en la que por primera vez se abordó de forma descarnada el mundo marginal y marginado de los homosexuales en la Cuba revolucionaria.
Tras aquella llamada (1996) todo cambió en la vida de Padura, literariamente hablando. De Moura publicó con gran éxito la cuatrilogía Las Cuatro estaciones (Paisaje de Otoño, Pasado Perfecto, Vientos de Cuaresma y Máscaras), con Mario Conde de protagonista en todas ellas, que convirtió al novelista del barrio de Mantilla en el cronista social de Cuba por excelencia y en un escritor de referencia. “Yo crecí como escritor en Tusquets, por eso en gran medida este premio también es de la editorial”, asegura Padura.

En su novela policiaca los crímenes son lo de menos. “A mí con un muerto me basta para toda la novela, con eso tengo para contar la historia que me interesa”.
Tras la publicación de Las Cuatro estaciones llegaron más novelas de Mario Conde, pero también otros libros soberbios, como ‘La Novela de mi vida’ (uno de los mejores, según buena parte de la crítica), ‘El hombre que amaba a los perros’, en la que sus críticas al estalinismo tienen como telón de fondo el asesinato de León Trotsky por el anarquista español Ramón Mercade, o ‘Herejes’. Conde nunca desapareció, iba y venía a su albur, pero desde el inicio tanto en Cuba como en el resto del mundo sus lectores entendieron que los crímenes para Padura eran lo de menos. “A mí con un muerto me bastaba para toda la novela, con eso tenía para contar la historia que me interesaba”.
A través de las vidas de Conde y de sus castigados amigos, uno de ellos un paralítico veterano de la guerra de Angola, y siguiendo el hilván de unos asesinatos que eran únicamente pretextos para hablar de la realidad más descarnada y habitualmente ausente de los medios oficiales, los cubanos se enteraron de las miserias del mundo habanero de las drogas, de la prostitución masculina y femenina que se ejercía en algunas esquinas de la ciudad, de los intríngulis de los juegos de naipes o del tráfico de obras de arte o de la doble vida que disfrutaban algunos dirigentes comunistas. Y sí, la sociedad cubana fue cambiando a lo largo de los años y Mario Conde lo hizo con ella. Ya en La Neblina del ayer (premio Hammett 2006) el Conde había abandonado la policía y se buscaba la vida vendiendo y comprando libros viejos en moneda dura.
El anuncio del premio le llegó cuando se rueda en La Habana una serie de televisión y una película (producidas por Tornasol) basada en Las Cuatro estaciones. “Es una coincidencia alegre, como también lo es este momento tan especial de Cuba, cuando el diferendo con EE UU parece llegar a su fin”. El éxito de un escritor cubano en su país se mide por el precio alcanzado por sus obras en el mercado negro. Padura está satisfecho. Los libros de Conde llegaron a canjearse por dos latas de leche condensada en los momentos más duros del Periodo Especial. “Imaginará que despues de eso no hay nada”.

 Hijo de la novela negra norteamericana 

Los héroes de Padura tratan de ver más allá de las relucientes superficies ante las que se enfrentaban, para desenmascarar el oscuro mundo en el que estaban incrustados 

La manera de mirar el mundo de Mario Conde, el detective que Leonardo Padura se sacó de su chistera para auscultar los malos y los buenos latidos de la Cuba contemporánea, los construyó el novelista cubano con la lectura de la novela negra norteamericana. Hablar de escritores norteamericanos, tratándose del escritor cubano, es hablar de Dashiell Hammett, y es hablar también de Raymond Chandler. Por lo tanto entramos en el territorio de los desencantos, desilusiones, opacidades mil y burocracias kafkianas. Algo de todo esto nos resulta familiar en los detectives de Hammett y Chandler. Así que Padura lo que hace es trasladar toda la capacidad de los héroes de aquellos paradigmas de la narrativa negra americana, toda su intuitiva tozudez, para ver más allá de las relucientes superficies ante las que se enfrentaban, para desenmascarar el oscuro mundo en el que estaban incrustados.
El escepticismo de Mario Conde se mueve como pez en las aguas turbias, no sea que un inoportuno optimismo (personal e histórico) lo haga incurrir en un diagnóstico equivocado. Cuando en una novela de Padura aparece un cadáver en una playa, no estamos solo en el comienzo de una investigación criminal, estamos en el comienzo de un proceso de desciframiento social y político. En una playa también puede haber un hombre paseando un perro. No hay crimen al que deba acudir Conde, esta vez no se lo necesita, pero surge un hilo ominoso que conduce hasta un pasado político nefasto. Estoy hablando, por supuesto, de El hombre que amaba los perros, una novela de terror político, género que seguramente no existe, pero que Padura lo borda. En Herejes procede igual. Dos historias, dos metáforas. Para Padura la novela siempre es un arma de indagación. La condición humana es un enigma en busca de su detective exacto.
No sé hasta qué punto los miembros del jurado de este prestigioso premio, son conscientes de que han premiado no solo a un gran urdidor de ficciones, sino también a una tendencia narrativa y a un género. Así que hoy están de parabienes el género negro y la novela de alta calidad.

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