25.6.15

Al filo de la novela negra

La  alta  literatura ya no reniega del género, de ahí que muchos de sus autores firmen también intrigas policíacas.  Justo Navarro, Gonzalo Torné y Javier Argüello cultivan esa tendencia que ha aprendido a cruzar y mezclar fronteras
Gonzalo Torné se ha estrenado en el género bajo el seudónimo de Álvaro Abad./Joan Cortadellas.

Javier Argüello se inspira en un caso real en su novela  A propósito de Majorana./Joan Puig.

Justo Navarro ha publicado la novela policiaca  Gran Granada./Diogo Lucato./elperiodico.com

El crimen, el mal, el misterio, la violencia, la investigación, son ingredientes esenciales de la novela negra, una etiqueta de difícil concreción en la que tienen cabida tanto el enigma policiaco como el relato criminal puro y duro al estilo americano, y que en este siglo XXI parece impregnar buena parte de la literatura que se está escribiendo.
Posiblemente se han acabado los días en los que la -digamos- alta literatura renegaba del género, aunque algún insigne -léase Borges- lo apreciase efusivamente. Hoy muchos escritores refinadamente literarios no tienen el menor reparo en reconocer deudas e incluso en cultivarlo. El mejor ejemplo de esta tendencia sería John Banville, uno de los grandes estilistas de la lengua inglesa, que firma sus libros serios con su nombre mientras se esconde bajo el seudónimo de Benjamin Black para sus ficciones criminales. Eso le permite ser dos escritores muy distintos al mismo tiempo facilitando la libertad y la deshinbición creativa.
La eclosión de lectores y títulos de la novela negra coincide en el tiempo con el hecho de que en España muchos autores literarios practiquen con naturalidad esa doble escritura. José María Guelbenzu y Alicia Giménez Bartlett, por ejemplo, lo hacen con éxito desde hace años. El último en llegar es Gonzalo Torné que acaba de lanzar su novela  Nadie debería irse a dormir  (Reservoir Books). Bajo el seudónimo de Álvaro Abad ha imaginado la muerte de un bodeguero riojano -un aparente suicidio en el que las piezas no acaban de encajar- y ha puesto a investigar a un viejo policía con un oscuro pasado franquista en una trama de corrupción. "Mi intención ha sido el puro divertimento, tanto para mí como para el lector. Esta es una propuesta amable que no busca la truculencia pero sí la ligereza de ciertas series de televisión de los 80 como Luz de luna ".

Contrapunto ligero

Muchos autores, Banville incluido, insisten en esa cualidad de contrapunto ligero a su  otro  trabajo. Guelbenzu, por ejemplo, inventó a su juez Mariana de Marco como un respiro a un  impasse  creativo de una de sus exigentes novelas. El respeto a las convenciones del género fue un relax para él. "En la novela policiaca se hace un viaje con un conocimiento absoluto de adónde se va. La alta literatura es cómo adentrarte en la selva con un machete", dice.
Sin embargo, para Carme Riera, que con  Natura quasi morta  hizo una única incursión en el género y no sabe si reincidirá, el reto no fue sencillo: "Es un género muy exigente porque su lector también lo es y debes respetar una reglas que hay que dominar. Así que tengo la sensación de de haber escrito más en tensión, pese a que no se me exigía el adjetivo perfecto".
La visión del escritor andaluz Justo Navarro es algo distinta. Ha publicado  Gran Granada  en su sello de siempre, Anagrama, donde a su libro le han impuesto el nuevo distintivo  Anagrama negra, "una condecoración" con la que la editorial señala explícitamente sus títulos criminales antes más camuflados. Pero pese a esa intención editorial, Navarro se resiste a hacer distingos entre novela negra y novela literaria porque, lector infatigable desde niño del género, todas sus novelas tienen un nexo con él: "Para mí un crimen y la búsqueda del criminal supone también la búsqueda de un tiempo pasado. Por eso mi novela ocurre en los años 60, en los que salgo de la infancia y entro en la adolescencia. Es por lo tanto, una cuestión personal, pero también una forma de desentrañar la lógica interna de la sociedad. Además no la escribí pensando que sería una novela de género". Navarro asegura no haber cambiado aquí sus formas lingüísticas ni su forma de habitual en su segunda incursión en la novela negra tras  La casa del padre.

Espíritu de denuncia

En parecidos términos habla Marta Sanz, autora de 'Black, black, black' y 'Un buen detective no se casa jamás'. No hay diferencias. "El género me interesa para hablar de la violencia a dos niveles. La que ocurre en la realidad y la propia violencia de la novela negra que intenta ser seductora para el lector al que trata como un cliente. Creo que el género negro a principios del siglo XXI ha perdido el espíritu de denuncia que tenía originalmente; en Chandler, para entendernos. Él no pretendía ser cómodo para el lector. La novela negra actual es una especie de 'chill out'".
Otro autor que al igual que Navarro encontró sin planearlo con una novela negra entre manos es el argentino residente en Barcelona Javier Argüello. A propósito de Majorana  (Random House) relata el caso real del físico cuántico Ettore Majorana que en 1938 desapareció misteriosamente en aguas del Tirreno. El libro es una 'quest' en el que Argüello no se ha limitado a imaginar; también investiga ese caso y con él, el lector. Admite Argüello que en Latinoamérica y especialmente en Argentina la literatura tiene pocos pudores frente al género. Así un autor tan respetado como Ricardo Piglia escribe una novela policiaca como  Plata quemada. "Pero si tuviera que relacionar mi novela con otra -dice Argüello- yo diría que es con  2666,  de Bolaño, marcada también por la búsqueda de un personaje. Creo que cuando hay una investigación, todo relato acaba convirtiéndose en policial".

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