8.8.14

Festival BAN!: Sucumbirás a la pasión por el delito

Hasta el próximo sábado, la cuarta edición porteña de este encuentro internacional de novela negra reunirá a autores con policías, narcos, maleantes y otros especímenes del género. Entrevistamos a tres de los principales invitados extranjeros
BAN! Esta cuarta edición reúne a autores con policías, narcos, maleantes y otros especímenes del género./revista Ñ

Cuatro años antes de que Dashiell Hammett consiguiera notoriedad global con su detective Sam Spade, el filósofo alemán Sigfried Kracauer terminaba de publicar una serie de ensayos filosóficos (que comenzó en 1922 y concluyó en 1925) en torno a un género (la novela policial) considerado por la mayoría de los intelectuales de la época como un pastiche extraliterario destinado a sobrevivir en los anaqueles marginales de la biblioteca universal, pero que, de a poco y con persistencia, ha conseguido conquistar una importancia innegable. Kracauer escribe después de Poe y de Arthur Conan Doyle, incluso en los comienzos de Agatha Christie, pero antes de Raymond Chandler, Patricia Highsmith, Georges Simenon y, por supuesto, de autores como Stieg Larsson y la nueva ola del policial contemporáneo. Kracauer, a partir de palabras claves como detective, criminales o proceso, plasma en estos textos una maquinaria capaz de pensar el género de manera irónica pero también como producto de una sociedad y de un mundo particular.
Algo tienen en común los escritores y los psicópatas. Exteriormente parecen personas comunes y corrientes, pero si uno escarba debajo de la superficie, en los huecos que hay debajo de sus casas, digamos, nunca sabemos lo que podremos encontrar. “No existe una incongruencia esencial entre el crimen y la cultura”, escribió Oscar Wilde. “No podemos reescribir la totalidad de la historia con el propósito de gratificar nuestro sentido moral sobre lo que debería ser.” Lo dijo en una semblanza de 1889 dedicada a Thomas Griffiths Wainewright, que no sólo fue poeta, pintor y crítico de arte inglés sino también falsificador y envenenador serial. Admirador de Wordsworth y de Blake, Wainewright fue admirado, a su vez, por De Quincey y Dickens, quien lo convirtió en personaje de su novela Atrapado. Todo escritor de policiales alguna vez se metió en la cabeza de un criminal. El argentino Ernesto Mallo, autor y entusiasta activista del género, lo sabe y por eso, desde hace tres años organiza Buenos Aires Negra, el festival dedicado al género policial y a la literatura negra, que cruza ficción y realidad como marca distintiva.  Esa marca (la del crimen) circula por diversas vertientes. Mallo explica que por una parte sirve para que los autores tomen contacto con los profesionales que trabajan sobre el crimen (o fueron criminales), y con los saberes y prácticas que ellos transmiten. “La verosimilitud es una de las claves de la novela policial y estos datos son un auxilio concreto para todo aquel que quiera incursionar en el género”, dice. Por otra parte, al público en general también le sirve: para mejorar su capacidad como lector de esta clase de novelas o para enterarse de qué es lo que está pasando en el mundo del delito.
Hay una frase de Borges que a Mallo le gusta: la literatura policial se nutre de la delicada transgresión de sus propios límites. Esto explicaría la supervivencia del género. Sabemos que todo género extremadamente legislado tiende a desaparecer. Son, de hecho, estas transgresiones las que lo dinamizan y producen un estado de renovación permanente y, en consecuencia, de discusión. Uno de los grandes ejes del festival, sin duda, es la narcoliteratura, quizás el subgénero convertido en fenómeno por su riqueza conceptual, porque hay más actores implicados, más intereses en juego y mayor complejidad en los crímenes relacionados. El mexicano Paco Haghenbeck, un autor indispensable para pensar el tema del narcotráfico, señala que el género resulta complejo de narrar porque “es difícil de entender pues está lleno de sombras y dobles caras, y los buenos o malos se mezclan”. Para abordar esa complejidad, el festival incluyó además en su programación a un ex traficante de drogas (Brian O’Dea), periodistas que investigaron el tema del narcotráfico colombiano en la Argentina (Virginia Messi y Juan Manuel Bordón), otros que analizaron la influencia del narco mexicano en nuestra región (Cecilia González) y un ex policía estadounidense (Neill Franklin), que dedicó 33 años de su vida a la lucha antidroga. No serán los únicos. También participarán el escritor francés de origen musulmán Karim Miské para hablar de su novela Arab Jazz , el holandés Gauke Andriesse, que aborda en sus novelas el robo de pinturas durante el nazismo, y Emmanuel Dongala, que aunque no sea un autor de género, fue invitado para hablar sobre asesinato de niños soldados en las guerras de Africa.
Mallo piensa que en el policial moderno, el misterio crucial no es saber quién lo hizo sino por qué lo hizo y la duda radica en saber si podrá salirse con la suya. “Las novelas de detectives explotan el deseo del lector de que se haga justicia, de que la verdad triunfe, pero en la novela negra juega un anhelo más profundo: que la justicia pueda ser evadida y pospuesta”, dice el autor de Delincuente argentino. Considera que si en las novelas de detectives se involucra al “superyo” –ese adulto erguido que valora la ley y el orden–, la novela negra le habla al “ello”, al delincuente interior que no valora otra cosa que sus propios apetitos oscuros. Lo que los escritores del crimen saben, y lo que les da poder a su escritura, es que no importa cuán monstruoso sea el criminal o lo repugnante de su crimen, una parte del lector esperará que él se salga con la suya.
Se sabe: el crimen perfecto, entendido como aquel en el que la justicia no pudo encontrar al culpable o, habiéndolo encontrado, no lo pudo condenar, lamentablemente sucede todo el tiempo. “Los hombres descendemos del mono”, reflexiona Mallo, “pero no de cualquier mono, sino del que mata, y especialmente, del mono que mata a sus congéneres. El asesinato está inscripto en nuestra genética. Por eso existen las masacres y las guerras, o la pena de muerte que son formas legales de asesinato. Los humanos llevamos el crimen en la sangre y quienes lo saben son menos propensos a cometerlos”. Paco Haghnbeck no necesita imaginar cómo sería un crimen perfecto. Tiene sus razones: “Sucede cada día en un país como México.”

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