El mundo intelectual celebra los quinientos años de El príncipe con obras colectivas y nuevas ediciones. Del pasado al presente, pensamientos en discusión
MAQUIAVELO. Escribió El príncipe mientras vivía en el exilio y en la pobreza./Revista Ñ |
En 1513, mientras vivía en el exilio y en la pobreza, Maquiavelo
escribió un pequeño tratado que cambiaría para siempre el curso del
pensamiento político occidental. El mundo intelectual celebra los
quinientos años de El príncipe con obras colectivas y
nuevas ediciones. En la Feria del libro se consiguen dos flamantes
traducciones al castellano, publicadas por Colihue y Ariel (en Italia
hay por lo menos cuatro versiones remozadas). Se dan a conocer nuevas
monografías de interpretación –como la de Corrado Vivanti, que acaba de
salir por Paidós—, simposios, conferencias y congresos académicos.
El primer coloquio del año tuvo lugar en enero, en Roma. Especialistas de toda Europa disertaron bajo el lema “El príncipe
y el pensamiento de la crisis”, con enfoques bastante específicos:
“Maquiavelo y el modelo del Banco San Giorgio de Génova”, por ejemplo.
Los seres humanos que viven al margen –y a salvo— de la industria del
paper también pueden percibir la importancia del aniversario, la
tremenda “actualidad” de El príncipe.
¿Quién
podría desmentir su proyección amplificada en la conducta de los
gobernantes de hoy? Maquiavelo aconseja aniquilar al rival político;
dilapidar los bienes ajenos –lo público— y cuidar la propia riqueza
acumulada. “Gastar lo que es de otros no te quita reputación; al
contrario, te la aumenta; solamente gastar lo tuyo –dice— te perjudica”.
Recomienda faltar a la palabra (“nunca faltarán motivos legítimos para
colorear ese incumplimiento”) y ofrecer cada tanto espectáculos que
levanten la moral. Sugiere al príncipe rodearse de ministros sabios, que
le digan “la verdad” en su esfera de competencia, y evitar a los
aduladores. A diferencia de las otras, esta enseñanza parece haber caído
en saco roto.
En mi opinión, lo que hoy en día vuelve más
fascinante la lectura de Maquiavelo es su conciencia del tipo de trabajo
que él está ofreciendo a los gobernantes con este pequeño libro. En la
Dedicatoria a Lorenzo de Médicis, explica que El príncipe
no es más que el resumen de su “conocimiento de las acciones de los
grandes hombres, aprendido con una vasta experiencia de las cosas
modernas y una continua lección de las antiguas”. Maquiavelo exhorta a
Lorenzo a tomar las riendas de la Italia fragmentada y ofrece su propio
análisis político, derivado del estudio del pasado y de las “cosas
modernas”. Con “cosas modernas” se refiere Maquiavelo a su propia
experiencia como secretario de la cancillería florentina, que le
permitió entrar en contacto –en calidad de enviado de la República de
Florencia— con los principales líderes políticos de su tiempo: los
señores de los estados italianos, el rey de Francia, el emperador
Maximiliano de Habsburgo, el papa Julio II, César Borgia; con sus
ministros, asesores y capitanes. Maquiavelo debe negociar con ellos
apoyo militar, financiamiento, libre comercio o alianza estratégica.
Suele hacerlo en condiciones de extrema debilidad para su patria. Conoce
así el misterio y la trampa de la real-politik.
Mientras está en
una misión diplomática, Maquiavelo también debe informar a la
cancillería de la situación. Sus valiosas cartas e informes –las
llamadas Legazioni — constituyen un material precioso para entender la
trama de la elaboración de El príncipe y, en general,
del pensamiento político de Maquiavelo. La lectura de las Legazioni nos
muestra a un Maquiavelo muy diferente de la imagen de “maestro del mal”
(la ajustadísima descripción es de Leo Strauss), pues en ellas
Maquiavelo escribe como un corresponsal de guerra en el campo de
batalla: sus rutinas de trabajo como informante son, de hecho,
notablemente análogas a las de un periodista que debe informar sobre los
acontecimientos, tratando de orientar un curso de acción, en
competencia con otras corresponsalías, apostadas en otros centros de
decisión.
Si se miran según su función política, es evidente que
muchas de las misiones que Maquiavelo realizaba en favor de Florencia
resultaron inútiles: a pesar de sus esfuerzos, una alianza entre estados
mucho más poderosos terminaría aplastando a la República.
Sin
embargo, su literatura diplomática sigue siendo paradigmática. En este
sentido, las Legazioni de Maquiavelo pueden leerse como un antecedente
del moderno periodismo político de opinión. Esperemos que esta hipótesis
no sea una nueva excusa para demonizar –bajo un signo maquiavélico— a
la prensa.
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