31.5.13

El humor como crítica a las dictaduras

Los regímenes autoritarios no entienden de humor. No obstante, muchos humoristas no renuncian a reírse de ellos: una forma de resistencia por la que colegas en otros países tienen mucho respeto

Caricatura de Maya Neyestani./revistaaracadia.com

No son muchos, pero que los hay, los hay. Son nada menos que comediantes que soportan la dura represión del régimen autoritario en el que viven. Uno de ellos es especialmente perseverante. Se trata de Zarganar, de Birmania -hoy Myanmar- que fue sometido a severos castigos durante la dictadura militar que gobernó su país desde 1962 hasta 2010. Hasta hoy, Zarganar es muy querido por su estilo agudo y lúcido. Gracias a una iniciativa suya se comenzó a crear un proyecto Instituto para el Arte, la Cultura y los Medios, que tiene como fin fomentar la labor de otros artistas en su país.
El nombre verdadero de Zarganar, que significa “pinza”, es Maung Thura. Durante décadas le tomó el pelo a la dictadura militar, por lo cual ésta lo condenó en 2008 a una pena de prisión de 59 años. También en años anteriores, la junta militar le prohibió al cómico pisar escenarios, fue enviado a la cárcel y sometido a torturas. Pero nunca dejó de reírse de su gobierno, y su risa es contagiosa. Encadenado, y de camino hacia la cárcel, no paraba de dar gala de su mayor talento: el humor.
Rebelión que cuesta la libertad
Actualmente, Zarganar es conocido en todo el mundo. El comediante alemán Michael Mittermeier es uno de los artistas que lo apoyan. Cuando Mittermeier se enteró de que el cómico birmano fue enviado a la cárcel, viajó a Myanmar para participar de un proyecto del director Rex Bloomstein, una película sobre la vida de Zarganar. “Bloomstein me preguntó si quería ayudar a un colega que estaba en prisión por contar chistes. Le dije que sí sin dudar un instante”, cuenta Mittermeier, que se dispuso a viajar, junto con el director, hasta la cárcel en la que estaba preso el humorista. En ese momento, Michael Mittermeier perdió las esperanzas de volver a ver libre a Zarganar. “Que se lo haya liberado tan rápidamente fue como un milagro”, dice. Con el apoyo de Amnistía Internacional, Zarganar pudo salir de prisión en 2011, y hoy sigue rebelándose a través de la sátira y la parodia.
La risa fortalece
¿Por qué los sistemas autoritarios reaccionan tan mal ante el humor? El renombrado sociólogo Anton C. Zijderveld, conocido por su obra “Sociología del humor”, se dedicó a investigar el rol del humor en la sociedad. “El comediante juega con los valores de una sociedad, lo cual genera una tensión, y así nace la broma”, explica. El juego con los valores establecidos se asemeja a jugar con el fuego. En opinión de Zijderveld, el humor político no puede cambiar a una sociedad, pero “el efecto psicológico del humor es importante. Por eso los regímenes dictatoriales castigan tan duramente el humor, porque intenta evitar que fortalezca a la oposición”.
Demandas, interrogatorios y torturas contra comediantes
En Egipto, Bassem Youssef parodió al régimen militar de Hosni Mubarak en un show que fue difundido en Youtube. Hoy hace lo mismo con el Gobierno de Mohamed Mursi en su programa “Al Barnameg” (El programa). El artista es demandado a menudo, y hasta sometido a interrogatorios. La razón que alegan sus persecutores es que “insulta al Islam”.
El régimen sirio va aún más allá: el caricaturista Ali Ferzat fue atacado en 2011 en su casa por personas que lo golpearon y torturaron. Le quebraron un dedo para “darle una lección”. El delito del cual se lo acusa: insultar al presidente sirio, Bashar Al Assad. Pero la dictadura no logró prohibirle seguir con su arte. Desde que sus manos se sanaron del terrible ataque, sigue dibujando con más humor que nunca. Claro que ahora vive en el exilio, en Kuwait.
Ali Ferzat, caricaturista sirio. Ali Ferzat, caricaturista sirio.
El cabaretista de origen turco Fatih Cevikkollu, que vive y trabaja en Alemania, se saca el sombrero ante sus colegas que, en otros países, utilizan el humor como instrumento contra las dictaduras. “Reír es la mejor manera de mostrar los dientes”, dice, “y hay unos pocos humoristas que se animan a oponer resistencia porque no permiten que se les prohíba pensar, y porque le dan más importancia a los valores que a la doctrina del régimen”. Cevikkollu critica duramente al Gobierno alemán, algo que no le trae consecuencias negativas. “En otros países es mucho más difícil. En Turquía, por ejemplo, los comentarios políticos sobre el sistema pueden ser peligrosos; los comediantes incluso corren peligro de ir a la cárcel y sufren amenazas”, explica.
Cuanto más autoritario es un régimen, más se persigue a los humoristas. “En sistemas totalitarios va desapareciendo el humor”, señala el sociólogo Zijderveld. “En Corea del Norte, por ejemplo, el humor político está totalmente prohibido”. En China, los caricaturistas trabajan bajo pseudónimo en Internet.
El humorista birmano Zarganar tuvo suerte. Con sus sátiras demostró durante años su valentía. Tras su liberación, se presentó con Michael Mittermeier en Londres, Berlín y Dublín para hacer reír al público contando lo absurdo y contradictorio del régimen de Birmania. Hoy, Myanmar se encuentra en pleno proceso de democratización, y el instituto de Zarganar se ocupará de transmitir el arte del humorismo, de vital importancia en la sociedad. Los comediantes no pueden cambiar la sociedad, dice Mittermeier, “pero podemos llamar la atención sobre irregularidades e impulsar el debate. Y eso ya es bastante”. 

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