Viajarán los libros a la montaña, en Cuba
La Habana (PL).- Escritores cubanos recorrerán las zonas montañosas de la isla en un festival a modo de extensión de la recién concluida feria editorial Cuba 2009.
El vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, Fernando León Jacomino, en recientes declaraciones a la prensa dijo que el evento se inserta entre los varios esfuerzos por acercar la literatura a las zonas más distantes de las capitales provinciales.
Con propuestas para todas las edades, el programa incluye presentaciones de títulos, intercambio con los lectores y espectáculos musicales.
El evento se efectuará paralelamente a un Festival similar en centros de enseñanza primaria y secundaria, en homenaje al Día Internacional del libro infantil y del cubano.
Con frecuencia anual, esta experiencia comenzará el próximo 7 de abril en la localidad de Guisa, en la oriental provincia de Granma, y culminará el 27 en Manicaragua, en la central Villa Clara
¡Qué bien han cabalgado los sueños sobre Rocinante!
Joaquín Ortega
La adarga. La lanza. Firme los brazos. ¡Al ataque! El caballero de la triste figura sobre el no menos esmirriado Rocinante. Pero ¡cuánta fortaleza! Sancho intenta imponer la lógica. Aunque el ensueño es tanta vida, ¡Dios!, que el escudero comenzará a soñar alguna vez e impartirá justicia. Sobre los gigantes, pese a que son molinos, va su señor para dedicar la hazaña a esa soñación tan sublime capaz de opacar el afán de gloria: el amor. Ella no aparece y el enamorado la confunde por doquier, a pesar de los callos en las manos y las rodillas o hasta el potente olor a cebolla y ajo en las damas escogidas. Ah, Dulcinea, por ti me lanzo a resolver entuertos, a vencer a los malandrines. Mis victorias son tuyas…
Fidel lo propuso y El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha fue el primer libro editado por la Imprenta Nacional fundada el 31 de marzo de 1959. Novela trascendental, columna del idioma y el género, prosa inmortal creada por Miguel de Cervantes Saavedra, tan de pueblo hasta por los sufrimientos, sea en la guerra que le inutilizó un brazo o tras la rejas porque no tenía recursos para pagar las deudas.
La bondad y la verdad habían alcanzado el poder y con zancadas avanzaban en Cuba. Había que fortalecer la cultura, sin ella la libertad plena es imposible. El Comandante en Jefe sabe que aquella es la espada y el escudo de la patria. Aconsejó a confirmar la creencia al leer.
Pues a comparar, encender la imaginación, gozar, fortificarse con cada línea, cada reflexión, cada verso. La guerra contra la ignorancia comenzó con la Campaña de Alfabetizació n. Subiría en lo cuantitativo y la calidad. El propio Alejo Carpentier, al frente del organismo que democratizarí a como nunca la suprema conquista cervantina, expresó su dicha al sentirse realizado por tener lectores para sus creaciones como nunca antes, al sentirse tan útil para sus compatriotas. Era solo el inicio.
Escritores, editores, correctores, ilustradores, impresores; editoras, especializació n, unidad: el Instituto del Libro; obras y más obras, el ansia de saber, el amor por la lectura, y esas fiestas populares: las Ferias que no se limitan a Ciudad de La Habana y llegan a caseríos y montañas donde son acogidas con deleite y emoción. ¡Cómo no van a dar ganas de ser escritor! Su misión de forjar, de incrementar e intercambiar sentimientos, de alimentar las almas, tiene cauce seguro en la tierra de José Martí.
La capital de todos los cubanos puede llamarse también capital de la lectura. El primer gran impulso a lo que hoy es victoria en ascenso, montó junto a Alonso Quijano sobre Rocinante. ¡Y qué bien han cabalgado!
Aniversario 50 de la Imprenta Nacional de Cuba
Donde nació El Quijote en Cuba
JOEL MAYOR LORÁN
El primer título que se publicó por la Imprenta Nacional de Cuba.
Érase un tiempo en que solo un premio de la lotería permitió al poeta Nicolás Guillén publicar en Cuba sus Motivos de Son. La implacable censura no permitía que las obras de José Martí se editaran en su Patria. Alejo Carpentier corría una suerte similar; ninguna de aquellas grandes novelas suyas nació sino en imprentas allende los mares. El XX había sido un siglo sin luces para los cubanos… hasta 1959.
Fue en ese año cuando una conmoción inédita estremeció los cimientos de la nación, al punto de sacudirle siglos enteros de ignorancia. El 31 de marzo de 1959 surgía la Imprenta Nacional de Cuba. Una verdadera Revolución tenía que llenar de luces el país, tenía que avanzar junto con las páginas del Quijote y Jean Valjean.
Y en la tierra de los sueños que se hacían realidad, el primer libro impreso fue El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la obra inmortal de Miguel de Cervantes y Saavedra. Se editó en cuatro volúmenes y papel gaceta. Por apenas 25 centavos penetró en decenas de miles de hogares. La tirada alcanzó 100 000 ejemplares. Al fin, la lectura podría ser un fenómeno de masas.
¿Quién sino Carpentier quedaría al frente de la Imprenta Nacional y de la hermosa tarea que continuó cobrando valor con la creación de la Editorial Nacional de Cuba, más tarde el Instituto del Libro, y luego el Instituto Cubano del Libro?
Es difícil encontrar mejor escritor y mejor ser humano —entre tantos y tantos como los que posee o poseyó nuestro país— que Alejo Carpentier, expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro durante la inauguración el 27 de abril del año 2002 de una moderna imprenta que lleva su nombre. (Ver discurso)
"A mi memoria venía aquella tarde, hace un número de años, cuando la escasez de recursos era tal, o tal vez el olvido, en que él llegó con los 40 000 dólares que le entregaron junto al primer premio Miguel de Cervantes que se le concedió y lo llevó para donarlo. Nadie se lo había solicitado, nadie lo había planteado".
Y cuando le preguntaron cuál sería el primer libro a publicar, tuvo a bien responder: "sin lugar a dudas, El Quijote", una lanza para desfacer el entuerto de la ignorancia, un título que con ser tan español alcanza a todos los pueblos del orbe, el primogénito de una revolución literaria que hasta hoy se mantiene. Carpentier, hombre muy culto, seleccionaba la más regia catedral literaria de la lengua castellana.
DÉCADAS SIN LUZ
El nuestro es un país de escritores que han legado libros soberbios, hechizantes, cuyas dimensiones sobrepasan los contornos de este archipiélago; sin embargo, durante mucho tiempo realizó muy pocas ediciones propias.
Estudios sobre esas épocas revelan que las causas del fenómeno no radican siquiera en la tardía llegada de la imprenta (dos siglos después que a otros países de América), sino en la falta de voluntad de las autoridades para convertirla en patrimonio común del pueblo. Según el censo de 1887: solo el 26% de la población estaba alfabetizado, entre los blancos este porcentaje llegaba al 33 mientras que entre los no blancos alcanzaba únicamente el 10,7%.
El presbítero Félix Varela advertía: "Es imposible que un gobierno europeo promueva el engrandecimiento de estos países, cuando este sería el medio de sacudirse el yugo. La ilustración en ellos inspirará siempre temores a su amo".
Con la república la situación prácticamente empeoró; no fue para el libro mejor que para el pueblo. La certidumbre de no ser editado, solo quedaba sobrepasada por la de no ser leído. A la falta de apoyo oficial a su producción, se sumaban los presupuestos estatales ridículos para la compra de libros y la falta de hábito de lectura.
¿Cómo podía resultar de otra manera con un millón y medio de analfabetos… y muchos habitantes más con niveles inferiores al segundo y tercer grado de primaria? Estadísticas señalan que, hacia la década del 50 del siglo XX, se editaban menos de un millón de ejemplares anuales y apenas 200 títulos, la mayor parte textos escolares.
Los estantes de las librerías exhibían ciertas obras importadas para satisfacer a las minorías. Familias opulentas conformaban grandes bibliotecas privadas. Otras preferían dejar ese sitio para un bar. Según fehacientes testimonios, hubo quien encargaba libros por metros y color de la encuadernació n: con el lomo de la terminación francesa colocado a sus espaldas, pretendían la respetabilidad de una cultura solvente.
Pese a esto, no se trataba solo de la falta de capacidad de compra y del analfabetismo —afirman los investigadores. La existencia de ese lector demandaba previamente un clima cultural, social, que incentivara la lectura. El libro no se necesitaba. Sin ese clima hasta podía crearse un ambiente de burla hacia el lector. Todavía al principio de la Revolución no fue raro haber visto adoptar un talante burlón a ciertas personas, respecto a quienes andaban con un libro debajo del brazo.
La letra e imagen impresas fueron usadas fundamentalmente como soporte de aquella sociedad. Muchos personajes de historietas y los alienantes de la novela rosa resultaban agentes multitudinarios de la idiotización social y la evasión.
PROUST, JOYCE, NERUDA
Nunca Alejo Carpentier vaciló en afirmar que la Revolución Cubana le había dado un sentido a su existencia, "como hombre, como intelectual, como escritor. Trataré, en mi obra inmediata, de reflejar un proceso histórico que me llevó a tomar conciencia de mí mismo y a saber que realizando mi labor no solo trabajo para mí, sino para los demás".
Fundar una imprenta nacional, con El Quijote como libro primero, fue un acto inédito en esta parte del planeta. Solo entonces se intenta poner en manos del hombre recién liberado la riqueza espiritual del mundo. Quedaba evidenciada la dimensión soñadora, pero emprendedora a la vez, del proyecto iniciado en enero de 1959.
Del calor de esa imprenta salieron —casi regalados— centenares de títulos brillantes de la literatura universal. Pudieron ser adquiridos por un público que, tras la campaña de alfabetizació n, pasaba a mirar el orbe con ojos ávidos de saber aquello que la ignorancia le negó durante siglos.
Fueron editadas obras magníficas como Un amor de Swan, de Marcel Proust; o Retrato de un artista adolescente, de James Joyce. Semejante empresa dejó pasmados a los más optimistas. Asimismo, se expandieron por todo el archipiélago Canción de gesta, de Pablo Neruda; A sangre fría, de Truman Capote; y Gobernadores del rocío, la novela del haitiano Jacques Roumain.
Aparecieron, además, libros tales como la Antología de la poesía cubana, en tres tomos, a cargo de José Lezama Lima. Junto con las cartillas de alfabetizació n, se desempolvaron libros prácticamente desconocidos y autores como Jean-Paul Sastre, Albert Camus, Víctor Hugo, Mijail Sholojov, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Alfonso Reyes...
La colección Biblioteca del Pueblo ocupó con entusiasmo las viejas rotativas de los talleres de los periódicos Excelsior y El País. Los lectores podían adquirir los libros a 25 centavos el ejemplar.
¡MILLONES OTRA VEZ!
Cada libro no es solo resultado del alumbramiento creativo de su autor. Hay muchas personas detrás del placer que sienten los lectores al hojear las páginas de un texto: editores, diseñadores, operarios de imprenta… todo un complejo y hermoso proceso de creación, edición e impresión del libro.
Un diseño atrayente favorece el primer contacto con los lectores. Una cubierta llamativa constituye uno de los ganchos para atrapar la atención; es la primera imagen que se tiene de un libro, en buena medida determina que las personas se interesen por él.
Modernas e imponentes máquinas, operadas por jóvenes, entonan una vez más un suave ronroneo. La imprenta Alejo Carpentier recién cumplió su propósito de imprimir millones de ejemplares para la XVIII edición de la Feria Internacional del Libro (FIL). Ahora ya encara una nueva encomienda para el año próximo.
Tras su puesta en marcha en el 2001, el evento dejó de ser exclusivo de la capital: llegó a más de 40 sedes en las demás provincias y 44 librerías y espacios en Ciudad de La Habana, con extensiones barriales, pabellones especiales para niños y jóvenes, y bibliotecas circulantes.
En el 2008 imprimió 8 millones, más de 350 novedades editoriales y 380 títulos con una tirada mayor de 5 000 copias. En cinco años produjo 78 millones de ejemplares.
La Alejo Carpentier y la Federico Engels incrementaron la capacidad de impresión en el país, lo cual posibilita extender la FIL a regiones apartadas, sedes universitarias, centros laborales y prisiones. Ambas emplean tecnologías modernas sobre la base digital.
El Comandante en Jefe afirma que con los libros impresos en los años 2001 y 2002, se completaron los 1 000 millones editados por la Revolución en 43 años, a pesar de que durante casi 10 de Periodo Especial el total de volúmenes (incluidos los libros escolares) quedó reducido a menos de 10 millones, y en otro fue alrededor de cinco. Ya en el 2001 la cifra superó los 19 millones de libros.
Queremos volver a imprimir 50 millones, sostiene Fidel. Nunca como hoy podemos apreciar el inmenso valor del libro. En aquellos tiempos teníamos una idea, ahora tenemos una plena conciencia, añade.
El líder de la Revolución mencionó también las 15 máquinas ligeras de impresión que se instalaron en todas las provincias, mediante las cuales los escritores de cada territorio pueden ver publicadas sus obras.
Y comentó: "Si se comercializara el libro aquí en términos capitalistas, y sabiendo lo caro que se venden los libros en el mundo, esta planta podría producir valores equivalentes, tal vez, a 30 ó 40 millones de dólares. Casi podría pagarse en un año, a toda capacidad.
"Nosotros el libro ahora no lo vendemos tan barato, como aquellos de 20 centavos, por dos razones: una, porque no tenemos los recursos que teníamos entonces. Hoy calculamos el costo en divisa —no el costo de la amortización, digamos, de la imprenta ni mucho menos, sino el costo en papel y demás materiales de impresión, no contamos nada más— alrededor de 20 a 1 en pesos nacionales. Se subsidia el libro dentro de niveles soportables para la economía".
¿UN MUNDO SIN LIBROS?
Para el escritor argentino Jorge Luis Borges, si algunos no podrían imaginar un mundo sin árboles y otros un mundo sin agua, él, por su parte, no podría imaginar un mundo sin libros. Entretanto, Mario Vargas Llosa asegura que "una humanidad sin lecturas, no contaminada de literatura, se parecería mucho a una comunidad de tartamudos y de afásicos, aquejada de tremendos problemas de comunicación debido a lo vasto y rudimentario de su lenguaje".
A los libros debemos, en buena medida, la cultura y los principios que nos sostienen como nación. En ellos hemos encontrado el aire y el alimento que nos han hecho vivir. Por haber sido más cultos, hemos podido ser más libres, explica el dramaturgo cubano Miguel Terry Valdespino.
La imprenta llegó a estas tierras en 1720, unos 180 años después que a México, casi 140 después que a Perú, cuando ya había sido establecida en Guatemala, Paraguay y Brasil; La Habana fue la séptima ciudad de la América española que tuvo imprenta, y el primer impreso conocido se remonta a 1723. Sin embargo, el libro se niega a morir.
No importa que el teórico Mc Luhan le haya pronosticado el más humillante de los finales ante el avance de la tecnología. El libro ha sobrevivido. Si bien resulta innegable que no ha sido ajeno a una cierta sordidez, banalidad y comercialismo, ha continuado llamando a la puerta del hombre, en la mayoría de las ocasiones, como un auténtico soplo de libertad, de emancipación, de transparente virtud.
Emilio Roig de Leuchsenring, José Luciano Franco y otros escritores e investigadores relacionados con la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, organizaron ferias en 1937, para llevarle a cuantas manos fuera posible, primero en Malecón y la explanada de La Punta, y después en Paseo del Prado abajo.
Con la revolución cultural que vive hoy la Patria de Martí, nuevas ferias persisten en lo que aquellos grandes hombres procuraron. Más de 50 000 personas acceden al Parque Morro-Cabaña cada febrero, en busca de los textos de su preferencia.
Y como hace 50 años, del mismo modo que la Imprenta Nacional puso a disposición del pueblo títulos de valía universal, el Instituto Cubano del Libro sacó a la luz la colección 50 Aniversario de la Revolución, con motivo del medio siglo de esta, en ellos hay historia, poesía, cuento, narrativa, béisbol, testimonio…
La imprenta vuelve a acompañarnos, con su sonido —ahora más leve— de máquinas que cuecen y encuadernan sueños. Nos devuelve a cada instante a ese compañero de papel con olor a nuevo. Fabrica amigos por miles, amigos que llevan amor, memoria, fantasía, ciencia o aventuras… con solo pasar sus páginas.
Prensa Latina
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