En el título de este libro de Joselo Rangel está todo dicho o, al menos,
bien resumido: crónica, escenas de la vida de un rockero mirada desde
adentro y la historia de un grupo que supo abrirse paso con identidad en
un mundo ya globalizado como Café Tacvba
Joselo Rangel, autor y músico mexicano cuenta desde adentro su Tacvba./pagina12.com.ar |
Así, Crócknicas de un tacvbo
arma un atractivo combo donde se homenajea a Bradbury y se habla de una
vida más bajada a tierra de lo que podría suponerse en una “estrella
continental”
Pudo
haber sido un cuento, pero terminó siendo una canción. Los apuntes que
se acumulaban en el cuaderno de borradores de Joselo Rangel se nutrían
de una sucesión de imágenes inquietantes: un plato volador traza una
línea de humo sobre el cielo y, apenas unos segundos más tarde, se
estrella contra un cerro, dejando a varios cadáveres de extraterrestres
expuestos a los picotazos de una bandada de aves carroñeras. Le dio
vueltas a la idea, que no terminó de cuajar. Y la abandonó por un
tiempo. Hasta que Café Tacvba empezó a trabajar en lo que sería El
objeto antes llamado disco. Entonces retomó la materia prima de aquel
relato, pero con la guitarra como herramienta. Así terminó de darle
forma a una de las gemas que brillan con mayor intensidad en el último
álbum de la banda. El tema es “Zopilotes”, como se conoce en México a
los buitres de plumaje negro y cuello y cabeza grises que patrullan las
alturas desde los tiempos de los aztecas. “No temen la diferencia /al
contrario, la veneran”, los describe la letra en el instante de hacerse
con su botín.
La anécdota fue narrada por el propio Joselo frente al público que
asistió a la presentación de Crócknicas de un tacvbo en la última Feria
del Libro de Buenos Aires. Y, al igual que el libro en cuestión, sirve
para asomarse a la relación íntima que sostienen la música y la
literatura en su vida y en su obra. Basta con recordar un par de temas
de su autoría que marcaron a fuego la discografía de Café Tacvba desde
sus inicios: tanto “María”, incluida en el disco debut, como “Esa
noche”, pieza clave del consagratorio Re, llevan en su ADN la fibra
melódica que conecta a la tradición popular con el pulso contemporáneo,
pero también la vena narrativa característica de sus letras, que
disponen al escenario y los protagonistas para resolver, en unas pocas
estrofas rematadas por un estribillo memorable, la tríada introducción,
nudo y desenlace.Según repite en las entrevistas, la escritura y la música son para él “artes inseparables”. No parece casual entonces que, desde hace siete años, el guitarrista y compositor haya comenzado a publicar una columna semanal en el diario mexicano Excelsior. Son las “Crócknicas marcianas” que entrega puntualmente cada jueves antes de las dos de la tarde y que aparecen publicadas al día siguiente en las ediciones en papel y online del periódico. Con un leve retoque (la “ck” incrustada para aludir a su lugar de pertenencia), el título es un homenaje al clásico volumen de relatos de Bradbury. O sea, una de las principales influencias literarias que, como también deja entrever la historia de los zopilotes, atraviesan su galaxia creativa de una punta a la otra. Originalmente publicado en su país natal en 2011, Crócknicas de un tacvbo llega a las librerías argentinas con un prólogo del periodista Humphrey Inzillo y una decena de piezas agregadas, que se ocupan de su vínculo personal o artístico con referentes locales como Babasónicos, Gustavo Cerati, Charly García y Luis Alberto Spinetta.
Discos, recitales, libros, películas, viajes y tecnología, pero también el paso del tiempo y las relaciones humanas son los ítem que actúan como disparadores de sus columnas. Los textos que integran la compilación tienen algo de la fluidez de las buenas crónicas, la calidez de un diario íntimo y el vértigo de un cuaderno de bitácora. En todo caso, permiten una aproximación a una estrella de rock continental –rol del que se desmarca con elegancia e ironía– muy distinta de la que habilitaría una autobiografía típica. La primera persona que emplea Joselo es más la de un testigo privilegiado que la de un protagonista excluyente de los recuerdos, experiencias, anécdotas y hechos que narra. Así nos enteramos de la energía adictiva que siente un rockero al subir a un escenario, pero también de las dificultades para dormir y hasta para ir al baño que lo persiguen en las giras. También describe la impresión que le produce escuchar lo nuevo de los White Stripes o despide con un sentido obituario a su admirado J. G. Ballard; pinta desde diferentes perspectivas los cambios de formatos y costumbres operados en los consumos musicales; se cuelga hablando de películas o recomienda documentales; discute la idea de original y de copia en la cultura contemporánea; y hasta se burla (y no tanto) de la preocupación que comparte con algunos colegas frente a una eventual pérdida masiva del cabello.
Crócknicas de un tacvbo. Joselo Rangel Gourmet Musical 304 páginas
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