El villorrio puede ser una manera casi sencilla en el mundo de Yoknapatawpha
William Faulkner y su villorio del mundo de Yoknapatawpha./elmundo.es |
Ya en 1930, en 'Mientras agonizo', de William Faulkner, tenemos una
referencia a aquellos jacos indomables que Flem Snopes trajo de Texas al
condado de Yoknapatawpha para subastar, ante la atenta mirada de todos
los lugareños de Frenchman's Bend, en el sureste del mapa. Cuando los
Bundren intentaron cruzar el río Yoknapatawpha con el cadáver de la
madre y perdieron mulas y tiro, para poder continuar su viaje con nuevo
equipo, tuvieron que negociar con el viejo Snopes, un fantasma
persistente en el largo ciclo del escritor de Misisipi. Toda la casta de
los Snopes, aquellos venidos de ninguna parte y valor en alza en un
panorama de terratenientes decadentes, aparece ya desde el inicio. Desde
la genesíaca 'Sartoris' (1929). En 1940, con 'El villorrio', empezó su
trilogía snopesiana. 'El villorrio' ha sido reeditado por Alfaguara en
su traducción de López Muñoz, donde los granjeros dicen cosas como "demonios coronados" para maldecir, justo antes de tirar grajos al suelo polvoriento.
Año 1940. Nótese, por cierto, que por entonces, el resto de la
célebre generación americana de Faulkner daba signos de agotamiento, de
fin. Scott Fitzgerald moriría en diciembre de ese año. Nuestro escritor,
sin embargo, aún tenía páginas abundantes de abundoso lenguaje, oscuros
crímenes e hijos ilegítimos en abundancia para repartir, para seguir
tejiendo la tupida red de mitologías locales de su condado imaginario.
La llegada de los caballos locos tejanos aparece narrada en la cuarta
parte de esta tetralogía de cuentos largos que integran el volumen (que
datan de los años 30, en su origen). Con 'Desciende, Moisés' o 'Las
palmeras salvajes' Faulkner ya había asentado la forma "novela-suma-de-relatos-en-torno-a-un-tema-o-apellido". En realidad, sus novelas históricas adoptaban ya una forma fragmentaria. ¿No pertenecía ya 'Winesburg, Ohio', de su "mentor", Sherwood Anderson
a esta género digresivo del novelar? 'Flem', 'Eula', 'El largo verano' y
'Los campesinos' son las narraciones que conforman 'El villorrio', en
el sureste de Yoknapatawpha.
Blanco pobre
"Roughnecks", "hicks", "hillbillies", "crackers", "whitetrash" son
los nombres de los blancos pobres. A veces por debajo de los negros en
la escala social. La ascensión de Flem Snopes es referida en la primera
parte. Se ha hablado de digresión, pero en realidad, el cauce de
biografías que van apelotonándose en estos cuentos es inagotable. Junto a
Snopes se nos habla del imperio de Will Varner, quien domina la zona,
como los Sutpen o los De Spain dominan otras zonas. Varner y su hijo
Jody y la hija Eula, deseada y vaguísima, son algunos de los grandes
personajes afectados por la prolífica progenie de Ab Snopes (padre de
Flem), incendiario y contrabandista de caballos a quien "se le agrió el
carácter" y que cojeaba por un disparo en el pie que un Sartoris le
había dado. El profesor rural Labove, es, por ejemplo, un meandro en el
que el caudal del relato parece detenerse. En 'El largo verano' toda la
trama de diálogos y chismorreos (es un libro chismoso) se abandona y
entramos en una acumulación de imágenes y paso ensimismado: los amores
de Ike "el idiota" (otro Snopes: no confundir con "el tío Ike" McCaslin,
de anteriores entregas faulknerianas) con una vaca. Y su segunda parte
(acaso una de las favoritas de este reseñista) tan pronto nos da cuenta
de la vida de Jack Houston (otro de estos granjeros insondables) hasta
que cae de su caballo, mortalmente herido. Un personaje central, de
algún modo poeta y cantor de la región, dueño y señor de las
habladurías, será el inefable Ratliff.
'El villorrio' podría ser una de esas novelas que los críticos
recomiendan como una de las ideales para entrar en el mundo de
Yoknapatawpha. Su gesta experimental ya estaba más que zanjada en 1940,
pero también aquí encontrará el lector dificultades. Las genealogías y
las nebulosas circunstancias que aquí se refieren nunca entran con luz
limpia. Por cierto, qué cantidad de paisajes de luz abigarrada, de luz
de cobre o luz de plata y luna contamos aquí. 'El villorrio', seguido
por 'La ciudad' y 'La mansión', son
títulos muy significativos de la segunda carrera de un escritor que
estaba lejos de agotarse después de un decenio prolífico en grandes
cumbres sobre aquel despojo rural del Sur confederado, después de la
guerra, que es Yoknapatawpha. En 'Santuario' habíamos tenido datos de
esa esquina inferior derecha del mapa de campesinos pobres, aunque más
en 'Mientras agonizo', donde el joven Jewel Bundren (hijo, en realidad,
del reverendo Whitefield, en 'El villorrio presente') tiene que devolver
a Snopes (a cambio de un carro y nuevas mulas) un descendiente de los
caballos que éste trajo a la región, acompañado por un extraño ganadero
tejano, locuaz como un buhonero. Por cierto, entre toda la morralla
internáutica, usted tiene entradas serias sobre faulknerianismo en el
gran blog de Javier Avilés, 'El lamento de Portnoy'. Son muy útiles los árboles genealógicos que Avilés facilita.
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