El escritor chileno Luis Sepúlveda y el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski recorrieron juntos la Patagonia y escribieron un libro sobre la pérdida
CAMBIOS. Es la primera vez que se publican en libro las fotos de paisajes tomadas por Mordzinski./Revista Ñ. |
Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski son dos amigos que un día
decidieron emprender un viaje por el sur de la Argentina y Chile.
Aprovechando la
complementariedad entre las profesiones de ambos (Sepúlveda es escritor y Mordzinski, fotógrafo) tenían como objetivo realizar un libro de crónicas y fotos a partir de la experiencia de ese viaje. El plan era ambicioso: comenzaríanen Bariloche, bajarían hasta el Cabo de Hornos y regresarían por la Patagonia chilena hasta la Isla Grande de Chiloé, recorriendo en total unos 3.500 kilómetros. Del plan a la práctica, sin embargo, el itinerario quedó reducido a unos cientos de kilómetros, y el libro que los dos amigos imaginaron a mediados de la década del noventa se fue escribiendo lentamente.
complementariedad entre las profesiones de ambos (Sepúlveda es escritor y Mordzinski, fotógrafo) tenían como objetivo realizar un libro de crónicas y fotos a partir de la experiencia de ese viaje. El plan era ambicioso: comenzaríanen Bariloche, bajarían hasta el Cabo de Hornos y regresarían por la Patagonia chilena hasta la Isla Grande de Chiloé, recorriendo en total unos 3.500 kilómetros. Del plan a la práctica, sin embargo, el itinerario quedó reducido a unos cientos de kilómetros, y el libro que los dos amigos imaginaron a mediados de la década del noventa se fue escribiendo lentamente.
Permaneció
durante mucho tiempo, como señala Sepúlveda en el prólogo, en formato
oral, como tema de conversación entre los dos amigos y sus familias,
hasta que hace cuatro años finalmente pudieron terminarlo. Esta brecha,
tal vez no del todo involuntaria, entre el momento del viaje y el
momento de escritura y publicación, se convierte en un elemento
funcional dentro del libro. Sepúlveda la utiliza como herramienta para
hacer verosímil la idea (un tanto hiperbólica o mítica) de la pérdida o
de lo perdido, que es central en el libro. Así, como señala en el
prólogo: “Este libro nació como la crónica de un viaje realizado por dos
amigos, pero el tiempo, los cambios violentos de la economía y la
voracidad de los triunfadores lo transformaron en un libro de noticias
póstumas, en la novela de una región desaparecida. Nada de lo que vimos
existe tal como lo conocimos. De alguna manera fuimos los afortunados
que presenciaron el fin de una época en el Sur del mundo”.
Huellas de lo que se desvanece
Registro
de un viaje ocurrido en medio de la década neoliberal, escrito a lo
largo de los años y publicado quince años después, el libro es fiel, en
su espíritu, al contexto en el que fue concebido. Refleja un mundo que
funciona como resta o sustracción permanente (por el paso del tiempo
pero también por los “cambios violentos de la economía y la voracidad de
los triunfadores”) y donde el viaje se justifica como registro de las
huellas de lo que se desvanece, o de aquello que sobrevive
marginalmente, tras haber perdido la batalla. Contiene once historias,
casi siempre surgidas del azar de los encuentros generados a lo largo
del viaje. En Bariloche, por ejemplo, el escritor se encuentra en un bar
del centro con un tataranieto de David Crockett, y de camino al Maitén
se topan con el “Tano”, un luthier en busca de un pedazo de madera con
el que fabricar un violín. Se retoma, también, alguna leyenda ya
conocida, como el caso de la historia de Butch Cassidy y Sundance Kid, y
en “El duende” Sepúlveda retrabaja, en clave más bien humorística, las
historias de duendes típicas de la zona, a partir del retrato de Coco,
un personaje de aspecto similar a uno de esos personajes míticos, que
deambula por el Bolsón pidiendo cigarrillos y cerveza. En contraste con
este tratamiento irónico del imaginario fantástico, en “La señora de
los milagros”, retrato de una anciana de más noventa años que encuentran
viviendo en una cabaña modesta y perdida, el autor no duda en insertar
una nota de realismo mágico: “Con entera naturalidad, Doña Delia
repitió el milagro de tomar una ramita seca, acariciar un brote y
despertar a la dormida flor de la fertilidad”. Más allá de esta nota
puntual, lo extraordinario es la marca de las historias y los
personajes que deambulan por el libro: “En la estepa patagónica se está
entre el cielo y la tierra. Esto, sumado a la invariable planicie,
permite ver cualquier cosa, objeto o detalle por muy lejos que esté, y
todo adquiere un carácter novedoso, extraordinario”.
Los
personajes son, con frecuencia, héroes modestos(como los trabajadores de
la trochita, que resisten el desguace del ferrocarril) o aventureros
sórdidos, viajeros y solitarios, pioneros o descendientes de pioneros,
habitantes de una frontera. El encuentro final Una de las mejores
historias del libro, en ese sentido, es la de John Crockett, Jarred
Jones y George Newbery, tres aventureros que llegaron a finales de 1880 a
la Argentina en busca de riqueza y que terminaron asentándose en la
zona como estancieros. Jones y Newbery (que era dentista) se pelearon
por una propiedad y no se dirigieron la palabra durante cuarenta años,
hasta que una noche Jones tuvo una fuerte infección molar y decidió
visitar a Newbery. El relato termina con la narración de ese encuentro
final entre los antiguos amigos: “Jarred Jones sudaba con las manos
aferradas al sillón. ¿Duele? –consultó el inglés. –No he venido a
conversar– contestó el texano, y nunca más volvieron a hablarse”. En
suma, casi todas las historias del libro son entretenidas y están bien
escritas. Su virtud está en circular, modestamente y efectivamente, por
una geografía y un espacio que es a la vez mito y realidad, generando en
el lector deseos de emprender un viaje.
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