Cincuentaños de soledad
multitudinaria
Le tenía cierta prevención al libro, porque guardaba el aura innegable de ser un best seller y asumí leerla en el orden de las publicaciones que hasta entonces había publicado el autor
Primer capítulo de 'Cien años de soledad' publicado en 'El Espectador', de Bogotá. |
Mi memoria conserva una nebulosa de recuerdos cuando fui voceador de periódicos y revistas y tengo muy vivo el momento, que en el paquete de ejemplares de El Espectador, en el suplemento literario, Magazine Dominical, apareció Cien años de soledad. Yo tenía nueve años y la publicación fue el primero de mayo de 1966.Pero pasó inadvertida para mi infantil gusto de lector. Me gustaba más leer las aventuras de Santo, El enmascarado de plata, en las ediciones gráficas e ilustradas de lo que hoy es boom mundial de la llamada novela gráfica.
En el año de 1973, mi hermana me entregó para leer el cuento La prodigiosa tarde de Baltazar. Como ya sabía, que tarde o temprano asumiría la escritura, me dediqué a leer a ese escritor nombradísimo que cada vez más figuraba en los suplementos literarios y su mención notoria y notable permanentemente de su novela célebre Cien años de soledad. Le tenía cierta prevención al libro, porque guardaba el aura innegable de ser un best seller y asumí leerla en el orden de las publicaciones que hasta entonces había publicado el autor.
Me llegó la hora de leer la novela, porque ya había agotado leyendo toda su obra y era la única que me faltaba. La leí en quince días,fascinado en unas vacaciones escolares en el año de 1975, que también fue el año de la publicación de El otoño del patriarca.
Es inolvidable cómo fue que escogí comprar en una librería de libros usados de Quito. Pregunté: Tiene Cien años de soledad y el librero al oír mi acento colombiano, me dijo: "De su paisano García Márquez". Pagué sesenta sucres de la época, en ese regateo infaltable de todo lector consumado.Me entregó un ejemplar de la mítica edición de soles y cabezas con la letra e invertida. Al lado había una cafetería y entré y pedí unas humitas, envueltos de maíz, muy suaves al paladar y con café negro. Y me hundí en la lectura embrujadora de la saga de los Buendía. A las diez de la noche el mismo mesero que me atendió me dijo que ya cerraban. Pagué y salí ya embrujado de la prosa garciamarquiana.
Me confundían los José Arcadios y los Aurelianos.A los seis meses justos volví a releerla.Desde entonces , desde esa tarde y noche remota, la he leído cuarenta veces. Me volví un entusiasta gabófilo y ahora soy un gabólogo consumado, en este sencillo homenaje a los Cincuenta años de soledad multitudinaria. de su publicación en Buenos Aires.
4 comentarios:
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