Entrevista. El sociólogo García Villegas explica la complejidad de la justicia colombiana en medio del proceso de paz y los peligros del abuso jurídico
En las calles. Manifestantes celebran en Bogotá la firma del acuerdo de paz, el 26 de septiembre./revista Ñ |
El lugar del derecho dentro en las sociedades contemporáneas, donde la disputa ideológica busca debilitar al sistema político y quitarle efectividad a los recursos que deberían asistir a los ciudadanos, es una de las preocupaciones del sociólogo colombiano Mauricio García Villegas. Desde su columna en el diario de su país El espectador asume los temas más cercanos como si se tratara de un apunte escrito en las pausas de su actividad académica. Vino a la Argentina invitado por la Escuela de Derecho de la Universidad Torcuato Di Tella donde brindó la conferencia “Colombia. Paz, Constitución y estados locales precarios” y la Clase abierta “La investigación socio-jurídica: Desafíos del trabajo empírico sobre el derecho”. En esta entrevista, no pudo dejar de hablar de esa parte de la historia que le toca vivir en Colombia, con su proceso de paz que contiene todas las tensiones y las complejidades de un país recortado entre dos estados.
–Usted propone un constitucionalismo militante. ¿Se trata de pensar los modos en que una sociedad puede ayudar a instrumentar ciertos artículos que en las constituciones tienen un componente aspiracional, como usted lo define, pero que carecen de herramientas para ponerlos en práctica?
–Muchas veces el derecho está promulgado con propósitos simbólicos. La normas no se hacen para ser aplicadas sino para producir un efecto político. Los constitucionalistas se han preocupado más por la parte doctrinaria y han descuidado lo que se llama la caja de herramientas , la parte orgánica y puramente instrumental de la constitución. Yo creo que hay que fortalecer esa parte orgánica con la idea de reducir la brecha y la esquizofrenia entre las constituciones y la realidad social. Como el derecho es un lenguaje y produce interpretaciones y representaciones sociales, es muy importante para la movilización social . En los últimos cuarenta años en América Latina los movimientos sociales y los partidos políticos han aprendido a utilizar la dimensión simbólica del derecho en su beneficio. El derecho puede ser un arma de dominación pero también puede ser un arma de emancipación cuando los movimientos progresistas lo utilizan para exigirle al poder que cumpla sus propósitos. Los movimientos de izquierda en América Latina en los años 60 y 70 nunca utilizaban el derecho porque consideraban que si litigaban ante los tribunales finalmente terminaban cooptados por el estado o volviéndose más conservadores. Esa fue una discusión muy fuerte que empezó en los Estados Unidos con el Civil rights movement . Los hechos se han ido imponiendo y ya la mayoría de los movimientos sociales en América Latina desde los indígenas hasta el movimiento LGBTI, pasando incluso por el movimiento sindical , utilizan el derecho como parte de su acción política. No sólo salen a la calle y se manifiestan, se dieron cuenta que tener éxito ante un alto tribunal, como ha tenido éxito aquí el matrimonio igualitario ,es un gran paso adelante para el movimiento. El derecho desencadena una lucha por la interpretación de sus textos y en esa lucha ganan los que logran imponer una interpretación más favorable a sus intereses.
–Usted observa que en las sociedades latinoamericanas el derecho ocupa el lugar de la política frente a situaciones donde el poder político ha mostrado su ineficacia. ¿Este derecho es otra forma de ejercer la política? También se observa en el Poder Judicial un aprovechamiento de la situación.
–Claro. En Colombia la Justicia es muy independiente pero esa independencia no ha estado acompañada de una rendición de cuentas, entonces los jueces controlan a todo el mundo pero no le rinden cuentas a nadie. Hay que lograr en América Latina un sistema más independiente, que los jueces no sean nombrados por los políticos pero, al mismo tiempo, que respondan ante la sociedad. El derecho no es una garantía frente a los abusos, puede ser utilizado por los que lo conocen y por los funcionarios hábiles para abusar de él.
–En relación al proceso de paz en Colombia. El gobierno puede negociar con la guerrilla pero lo que parece más difícil de resolver es el modo en que las FARC logren integrarse y recomponer su relación con la sociedad.
–Yo he sido muy crítico de como el proceso de paz se ha concentrado demasiado en lo jurídico. Se pasaron cinco años redactando un texto y discutiendo palabra por palabra hasta que finalmente concluyeron un gran texto, que puede ser reproducido en otros países donde existe el conflicto armado, pero el punto es que descuidaron la parte política de legitimación de la paz y de los acuerdos. El gobierno empezó a hacer publicidad y a defender con toda la fuerza el proceso de paz solamente unos tres meses antes de la votación en el plebiscito. Ya era demasiado tarde, la gente estaba muy decidida y ya era muy difícil de convencer. Las FARC se pasaron todo el tiempo encerradas, si hubieran salido un año antes a pedir perdón, a legitimarse, a tratar de convencer a la población de que no solamente iban a deponer las armas sino que iban a ser actores legítimos en la política, que iban a contribuir al fortalecimiento institucional, eso hubiera ayudado mucho al triunfo del “Si” pero no lo hicieron. Es una sobredimensión de lo jurídico y una subestimación de lo político. En eso la guerrilla, que es un movimiento ilegal, es igualmente formalista, como decimos en Colombia, igualmente santanderista. Francisco de Paula Santander fue un político libertador que vivió en la misma época que Simón Bolívar y se caracterizaba por ser muy apegado a la letra y a la ley, En Colombia existe la expresión santanderismo y todos son santanderistas, empezando por la guerrilla, lo cual es una paradoja.
–Que los líderes de la FARC no sean encarcelados fue un argumento que utilizó el ex presidente Álvaro Uribe para militar por el “No” en el plebiscito pero este perdón es una parte imprescindible del proceso de paz y de la negociación.
–En general la población ha visto con muy malos ojos a la guerrilla , salvo un porcentaje muy pequeño, la gran mayoría considera que la guerrilla es un grupo terrorista y esto se lo han ganado a punta de actos que son terroristas . El secuestro fue una cosa que devastó a la sociedad colombiana. Esta percepción no es fácil de cambiar. Por eso el hecho de que los guerrilleros no vayan a la cárcel es tan difícil de aceptar por la población. Al mismo tiempo ellos tienen razón, esto es un proceso de paz y de lo que se trata es de hacer la transición de un ejército hacia un partido político y no pueden pasarse la vida en la cárcel. Hay dos puntos muy delicados. El de la cárcel por un lado y por otro el de la elegibilidad política. Sobre todo la derecha considera que no tienen que tener la posibilidad de ser elegidos políticamente y esa es una condición difícil de aceptar por las FARC, sin eso el proceso de paz fracasaría porque qué otro sentido puede tener el proceso de paz si no es el de convertir a las FARC en un partido político y eso implica que los líderes de las FARC puedan presentarse como candidatos . Esto no es un proceso de rendición de una guerrilla derrotada, esto es una negociación. El fin del acuerdo de paz es el comienzo de la construcción de la paz, de la consolidación de las FARC como partido político y de la sociedad entera aceptando que lo sean. Pero es un proceso larguísimo que tomará años. Y esto no se logrará mientras no haya un desarme de los espíritus y un cierto consenso. La idea no es que se acabe la conflictividad política. Se trata de evitar esa confusión que ha existido tanto tiempo en Colombia entre conflictividad política y conflictividad armada.
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